Juan José Narciso Chúa
La economía pasa por un momento de incertidumbre que ciertamente se puede tornar de mayor complejidad y profundidad dependiendo de distintos hechos que podrían venir a frenar la desaceleración o bien provocar una agudización de dicha incertidumbre y llegar ciertamente a una recesión económica.
Ayer el Fondo Monetario Internacional, FMI, presentó un estudio en el cual indica que la economía para el año 2022 crecerá, previsiblemente, en 3.2% y estima en un 2.9% de crecimiento en el año 2023. Dentro de su estudio considera que los tres motores mundiales: Estados Unidos, China y Europa presentan serios problemas de desaceleración, lo cual implica serias consecuencias derivadas para la economía mundial.
La invasión de Rusia a Ucrania es un hecho que puede provocar mayores repercusiones para la economía mundial, principalmente con el suministro de gas, que constituye un insumo fundamental para la vida de las personas en Europa y ayer justamente se supo que Rusia anunció la reducción del flujo de gas a Europa derivado del problema en una turbina, con lo cual la capacidad del gasoducto Nordstream reduce en una quinta parte el suministro de gas a Europa.
Esta represalia -asumiendo que no es un problema técnico, como argumenta Rusia-, es el resultado de las diferentes medidas impulsadas por la Unión Europea a Rusia a partir de la invasión a Ucrania en febrero de este año. El alargamiento de esta invasión, no puede reducirse a un pequeño conflicto, al contrario, su duración puede provocar aún más serios problemas, por lo que la reducción de la provisión de gas a Europa por parte de Rusia se veía llegar.
Para intentar atenuar el impacto derivado de la drástica caída de la provisión de gas a Europa, los ministros de energía de dichos países han hecho un pacto para ahorrar gas en un 15% entre agosto de 2022 y marzo de 2023, un cálculo que representa una frágil medida pues la afectación del cambio climático es un hecho y un invierno mayormente crudo puede reventar estas previsiones más temprano que tarde.
Dentro del contexto de la Unión Europea se prevé que Alemania crezca únicamente un 1.2% este año y un 0.8% en el 2023, lo cual implica que los cuatro motores del mundo presentan situaciones de decrecimiento serio, pero, como también agrega el FMI, existe un escenario pesimista en donde se conjugan el factor inflación que afecta seriamente a todo el mundo, si el flujo de gas se vuelve insoportable y pesa aún más sobre los países europeos, si el incremento de las tasas de interés puede provocar una drástica caída del PIB e incluso convertirse en recesión y si la prolongación de la crisis de Rusia y Ucrania se hace mayor y más compleja.
En ese escenario, el FMI todavía considera que la economía mundial crecería bajo, pero todavía positivo en un 2.6% y un 2% para 2023, lo cual todavía apunta a una desaceleración y no a una recesión. Claro, uno de los factores cruciales en esta crisis se centra en la economía de Estados Unidos, pues ciertamente la inflación es elevada (9.11%), pero en el marco de una caída del desempleo y una mejora en la ocupación, eventos que pareciera pugnan en contrario sensu a una recesión todavía.
Los impactos de esta crisis se presentan negativos para Guatemala, pero aún positivos con un crecimiento del PIB proyectado en un 4%, tal como lo indican los funcionarios del Banco de Guatemala, quienes, acostumbrados a sus estribillos y casi litúrgicos discursos, evitan el análisis serio macroeconómico y se centran en una tasa de interés líder que no tiene mecanismos inmediatos ni profundos en las tasas de interés comercial.
Ayer leyendo los informes del Banco de Guatemala, del Instituto Nacional de Estadística, del Ministerio de Economía y del Ministerio de Finanzas Públicas, me decía, pero en qué momento perdieron el criterio analítico y crítico -como debería de ser-, para convertirse en hacer descripciones de alzas y bajas de variables sin el menor intento de explicación económica como debería de ser.