Juan José Narciso Chúa
Muchos años han pasado desde que conocí a Ricardo. Casi estoy seguro que fue en alguna reunión en la casa de Mario Solórzano Martínez (+) Pelo Pincho, cuando se estaba organizando el Partido Socialista Democrático, PSD y ahí en alguna de esas reuniones sociales, con un pequeño grupo compartíamos el análisis político respectivo aderezado por los tragos respectivos. Ahí pude conocer a muchas personas con quienes compartíamos –al igual que ahora-, la preocupación por cambiar este país por la vía democrática y las discusiones resultaron una riqueza intelectual para mí.
En un momento determinado yo fungía como el Director de la Maestría en Administración Pública del INAP, una institución que en aquél momento era un centro de convergencia de distintos intelectuales de las ciencias sociales y un espacio de excelencia académica y de investigación para conocer y reflexionar sobre el Estado.
Cuando me retiré de esta dirección, justamente la asumió Ricardo y recuerdo que en un almuerzo igual en el INAP después de varios años, cuando recién acababa de regresar a Guatemala de mis estudios en New Mexico, coincidimos y platicamos largamente al respecto del país, de la institucionalidad pública. Ricardo era un profundo analista, pero siempre aderezaba sus análisis con charadas y chistes, pero lo que más me sorprendió fue su posición asertiva y contundente en sus planteamientos.
También coincidimos en la Escuela de Ciencia Política de la USAC, en donde aquél al final se jubiló, pero seguía trabajando y nos volvimos a juntar en la Procuraduría de los Derechos Humanos, durante un buen tiempo, en donde llegaba a mi oficina a platicar sobre la realidad nacional y a ponernos al día.
Su firmeza de convicción era un rasgo de su carácter. Una vez en Sophos, durante la presentación de un libro, me recuerdo que se hablaba sobre la refundación del Estado y Ricardo planteaba con claridad meridiana: “Yo no sé qué Estado piensan refundar porque en Guatemala nunca se ha construido un Estado y luego agregaba con picardía y sorna “en el billete de Q.20.00 se encuentran justamente los únicos de la foto en este país”.
Mi buen amigo Edgar Gutiérrez, nos aglutinó a un grupo de amigos y amigas, alrededor del análisis de coyuntura y estratégico y ahora constituimos una familia, que responde al nombre de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, DESC, en el cual nuevamente coincidimos con Ricardo.
Durante una posada en la casa de Caty, degustamos y compartimos en un plano puramente social y cantamos alrededor del famoso Karaoke y Ricardo decía que el llevaba la puntuación de cada uno de los que tomamos el micrófono y nos atrevimos a entonar alguna canción, mientras el resto hacía de un coro de ángeles magnífico.
Ricardo era un abogado que reconocía la necesidad de no litigar ni argumentar únicamente en el marco del Derecho, sino también debía de ponerse atención a la Justicia.
Hoy que te despido querido Ricardo, pienso en tu capacidad analítica como abogado, pero no dejo de pensar en tus charadas y chistes, así como anécdotas como aquella en donde junto a Pelo Pincho y otros amigos tuyos, en medio de la vendimia solicitaste un cambio de apodo pero los cuates, como buenos amigos irreverentes, no te mejoraron.
Descansá en paz Ricardo, expreso mis más sinceras condolencias a tu familia, a tus amigos, seguramente en DESC estamos convencidos que perdimos a un hombre insustituible. Hasta siempre amigo.