Juan José Narciso Chúa
Cuando se habla de recesión económica se refiere al hecho de cuando el PIB se torna negativo; es decir, el crecimiento económico se convierte en decrecimiento y se utiliza un signo menos en el PIB para identificarlo.
En el caso de la democracia en recesión se alude a que la misma, a pesar de que, desde su nacimiento, potencialmente significaba una etapa en donde las fuerzas políticas actuarían en función del bienestar de la sociedad y las instituciones recuperarían su funcionamiento reclutando personas capaces para generar energías positivas en las mismas y convertirlas en instrumentos para facilitar y proveer de bienes y servicios a la sociedad.
El Estado, en todo caso, se convertiría en un ente que facilitaría las inversiones, se aseguraría que las instituciones democráticas funcionaran, los poderes del Estado propiciarían los pesos y contrapesos para generar un equilibrio en su funcionamiento, así como buscaría el bien común; es decir, recrear una dotación de bienes públicos para todos los miembros de la sociedad, propiciando el interés general sobre el particular.
Las instituciones de control del Estado desarrollarían sus funciones evitando los abusos y la corrupción haciendo uso del gasto público, tal es el caso de la Contraloría General de Cuentas de la Nación, así como el Tribunal Supremo Electoral se convertiría en el garante de las elecciones generales, pero también se convertiría en un filtro institucional fino para asegurar la permanencia y retiro de partidos políticos.
Sin embargo, la democracia, aunque tuvo un inicio esperanzador, poco a poco fue eclipsándose, los poderes fácticos se mantuvieron dentro del esquema de poder -élites económicas y ejército-, con lo cual las instituciones empezaron un proceso de degradación paulatina que nos lleva hasta la actualidad con un tejido institucional descalabrado, sin orientación de gobierno y donde la corrupción campea abiertamente.
Los funcionarios ya no son aquellos profesionales o personas que le daban brillo a las entidades y a los regímenes de turno, al contrario, las instituciones se convirtieron en auténticas miasmas llenas de personas conocidas pero en el bajo mundo, profesionales prestos a proveer sus servicios y firmas sin un ápice de vergüenza ni decoro a los funcionarios de turno sean presidentes, ministros, secretarios, diputados, jueces o fiscales.
La recesión llegó. Todo se hizo negativo. Hoy no se puede dar cuenta de tendencias positivas, de cuadros técnicos y profesionales constituyendo un equipo de Gobierno decente. Para nada. Los funcionarios hoy son nada más eslabones de una cadena podrida en corrupción.
Las mafias se aglutinaron a pesar de ser dispares en su representación. Desde funcionarios corruptos, diputados mañosos, jueces venales, fiscales sin sangre en la cara, empresarios empeñados en controlar el Estado y sus instituciones y militares acostumbrados al dinero fácil. Acá la recesión acabó con toda esperanza de que en 35 años la democracia estaría consolidada, desafortunadamente hoy, el balance es negativo, la recesión se instaló y no hay forma de recuperación democrática.
Las elecciones pueden ser una alternativa, pero resulta poco creíble, si ahora ya en las pasadas las entidades se encargaron de sacar a candidatos que hubieran cambiado el país, hoy se prestan a hacer lo mismo. Ojalá que las nuevas alternativas decentes que se visualizan como Manuel Villacorta, Leone Toriello y Rafael Espada, puedan abrir un espacio para la creación de un frente común y decente para resignificar la democracia a sus orígenes y sacarla de la recesión que continúa hundiéndose. Con recesión interna y aislamiento internacional el futuro pinta mal, muy mal.