Juan José Narciso Chúa
La situación económica no deja de mostrar signos de preocupación cuando se analizan varios hechos concurrentes en el ámbito internacional y que, por supuesto, tienen mecanismos de transmisión hacia la economía nacional.
La crisis de los precios del petróleo constituye la primera variable a analizar, puesto que la baja en la producción de la OPEP más sus otros aliados, sumado a una demanda creciente provocada por la estación de frío, ha provocado un incremento importante del precio del petróleo, principalmente del petróleo denominado Brent -que es el de mayor calidad-, así como del petróleo WTI, que es el petróleo de referencia en Estados Unidos, con ello el precio de la gasolina a nivel internacional también ha subido de precio y el caso del gas también muestra señales de incremento. Por ello Estados Unidos ha hecho un llamado a los países con reservas petroleras a sacar un porcentaje para evitar que el precio continúe elevándose.
La denominada crisis de los contenedores es otro elemento de preocupación, puesto que se ha producido un rezago notable en la entrega de los productos, principalmente de Asia a Europa y a Estados Unidos, debido a las dificultades que se ha provocado en la cadena de suministros, con una demanda creciente y una oferta de servicios portuarios que no es suficiente, con lo cual el precio por unidad de contenedor se ha multiplicado a niveles inusitados y luego las dificultades que encuentran los barcos para atracar que provoca que los barcos se encuentren en situación de fondeo o varados cerca del puerto pero sin poder atracar. Los casos de Long Island y Los Ángeles es una muestra palpable de ello. La causa, las limitaciones provocadas por la pandemia y el temor a nuevos brotes ha generado falta de personal tanto en los puertos como en los camiones para sacar la mercadería del mismo.
La crisis de los chips es otro gran problema que podría provocar una desaceleración en el economía, pues la baja en la producción de los mismos, también provocada por las limitaciones obligadas por la pandemia y ante una demanda creciente, para los automóviles normales y ahora por los eléctricos, ha provocado que las grandes empresas automovilísticas han reducido su producción, con lo cual el precio de las unidades también se ha incrementado, por lo que los países importadores de vehículos no podrán contar con las unidades que normalmente compran provocando una reducción en la oferta, sumado a un incremento en el precio, lo cual redunda en menor demanda y también menores ingresos vía impuestos.
La presencia del fenómeno de la inflación es otro factor que mantiene la preocupación en los círculos económicos, puesto que la misma ha alcanzado hasta un 6.2% en Estados Unidos y un 3.6% y acercándose a 4% en Europa, lo cual provoca una presión sobre los precios de los productos de consumo, de materiales intermedios y de materias primas, con lo cual puede generar un incremento generalizado en los precios al consumidor en estos países y los países importadores se van a enfrentar a un caso de inflación importada, lo cual en Guatemala ya se ha hecho evidente.
Según las autoridades la FED y la Secretaría del Presupuesto en Estados Unidos, consideran que la inflación será un fenómeno transitorio, pero a pesar de ello no deja de preocuparles su nivel, pues la inflación a octubre constituía la más alta en los últimos 30 años en Estados Unidos. Sin embargo, la política monetaria ha comenzado a bajar la compra de bonos, por medio de reducciones graduales, con lo cual se espera que los estímulos propiciados por la política fiscal y la misma política monetaria vayan consolidándose, puesto que el consumo si se ha incrementado, pero no tan fuerte como s esperara y así reducir gradualmente el fenómeno inflacionario.
Es imposible establecer cuánto tiempo van a durar los distintos fenómenos señalados, pero seguramente por lo menos el final del 2021 y la mitad del 2022 estarán influenciados fuertemente por estas crisis a nivel internacional que tendrán repercusiones en la economía nacional.