El parqueo de visitas de la Universidad Rafael Landívar está situado en una suerte de barranco —atinadamente apodado El Hoyo. Al salir del carro, uno debe pasar por un pequeño túnel y subir varias gradas para llegar a los edificios principales. Lo primero que salta a la vista es el gris de las paredes y columnas de hormigón expuesto, que contrasta con las vastas áreas verdes y el azul del celaje visible desde los amplios pasillos.

El primer edificio que ven los visitantes es el “M”, en el cual pasé la mayoría de los casi siete años de mi carrera universitaria. Desde mi graduación, me he visto regresando a la Universidad más de lo esperado; no como exalumno ni como catedrático, sino como guatemalteco.

La visita más reciente fue el mes pasado, cuando asistí a las audiencias públicas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), celebradas en el auditorio de la Universidad. Esto fue una situación excepcional. La Corte usualmente sesiona en palacios de justicia o salones de conferencias. En 45 años de historia y más de 200 sesiones, esta fue la primera vez en la historia que la Corte IDH celebró un Período Ordinario de Sesiones completo en una universidad.

Ver al tribunal más importante de la región sesionar en vivo no es poca cosa, es una oportunidad de aprendizaje extraordinaria que la URL facilitó, no sólo para sus estudiantes, sino para cualquier persona interesada. De forma similar, el año pasado albergó conferencias abiertas de la Relatora de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados, que se encontraba en una visita extraoficial al país.

De la Landívar han egresado profesionales de alta probidad y talento, algunos de ellos con reconocimiento internacional. Prueba de ello es que DLA Piper —la tercera firma de abogados más grande del mundo— seleccionó a esta universidad como la única beneficiaria en Guatemala de su “Programa global de becas” para estudiantes de derecho, compartiendo ese honor con solo dos universidades más en toda Latinoamérica (y menos de 20 en todo el mundo).

Por otro lado, las direcciones de investigación de la URL han producido estudios científicos, económicos y políticos de acceso gratuito y de primer nivel. Sus trabajadores participan activamente en la producción de informes que son utilizados por expertos nacionales e internacionales para evaluar el desarrollo del país o la situación de derechos humanos. El medio que reside en sus paredes, Plaza Pública, se ha vuelto un referente de periodismo independiente.

Y, a pesar de esto, considero que lo más inspirador no ha sido lo académico, sino lo político.

El año pasado, la URL fue sede para las Comisiones de Postulación para elección de altas cortes. El Rector, quien presidió una de las Comisiones, luchó activamente por la transparencia: fue suya la decisión de otorgar parqueo y acceso gratuito a cualquier persona que quisiera ver el proceso, promoviendo la fiscalización ciudadana.

Durante el intento de golpe de 2023, la URL fue la primera (y en algunos casos la única) universidad en pronunciarse en defensa de la democracia. Cuando otras universidades guardaban silencio cómplice, fue la URL quien fijó el estándar para la educación superior del país, recordando que los valores enseñados en el aula deben practicarse también fuera de ella.

Ese compromiso también se refleja en su estudiantado (o quizás son los estudiantes quienes lo contagian a la institución). Así como en 2023 marcharon exigiendo respeto a su voto, este año han sido los más firmes críticos de la cúpula que cooptó la Usac y reprimió al estudiantado, expulsando destacados alumnos que se atrevieron a alzar la voz.

No todo el tiempo fue así, la Universidad ha pasado momentos oscuros y siempre hay obstáculos que superar. Desde problemas administrativos, las relaciones entre estudiantes y las autoridades, hasta el acoso. Hay camino por recorrer en algunos estándares educativos y éticos, así como los procesos de contratación.

Sin embargo, en un contexto donde impera el antiintelectualismo, el tribalismo ideológico, la “neutralidad” ante la opresión y la exclusión social, me llena de orgullo que mi alma máter siga apostando por producir, compartir y defender el conocimiento.

En este momento, la Landívar parece tener claro que las libertades de academia y expresión no solo se enseñan: también se ejercen. Y, más importante aún, se defienden.

 

Javier Urizar

Abogado guatemalteco, se dedica a las ramas de derecho constitucional y derechos humanos.

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