GRECIA AGUILERA
De las Urnas del Tiempo de mi señor padre, el maestro don León Aguilera, presento a continuación esta pieza literaria ofrendada a las hermosas jacarandas florecidas en Guatemala, durante los meses de marzo y abril, con sus bellas campanitas de color púrpura o lila azul y que, don León Aguilera amaba y elogiaba líricamente.
La Urna del Tiempo manifiesta: “Vuelven, llueven, me tienen; se ciernen en el día, son tenues, se suspenden, transparentes en verdes rosas, en lilas se estremecen.
Estaba bajo el árbol y recibí un bautismo de las jacarandas; un Juan en el tiempo venía y con su cuenco de concha tomaba la fuente de las flores y me las hacía caer sobre la cabeza; suspiros, lo indican sus giros, sus pálidos zafiros.
En ellas se tamizan los ruidos, y se tornan en distantes sostenidos, vengo en el aire y sorbo copas de lila rosa, un licor rosa lila celeste, un divagado suspirante deleite.
Hilanderas, hilanderías con hilos rosados, urdimbres quizá de las sílfides, pétalos para llenar macetarios de marfiles.
¡Qué desovillar de husos sutiles, los husos de Penélopes interminablemente gentiles! Pueden ser sonrisas, de las que bajo el sol de apagado marzo se irisan o en el abochornado marzo se erizan.
Y son sonrisas de ángeles al paso, el día al iniciarse sonríe, sonríe con dientes lilas, con dientes rosas al abrir sus labios de iris. ¿Quién sacude el árbol? ¿Quién estremece nuestro impávido mármol? Y lo torna dulcemente lánguido.
Estar bajo estos árboles, dando lustre a tantos íntimos mármoles, las piedras de las remembranzas; y ¡cuánto remembrar se suscita bajo este inmenso respirar de lilas!
Cerca y lejos los airones, son los ramilletes de ópalos violetas, voy como en una avenida de los poetas, con paso pausado de los profetas, iluminando por dentro la canción secreta, meciendo una suave nubecilla violeta.
La mejor canción es la aún inédita, no quiere pudorosamente ir al aire suelta, los ramajes antes secos ahora vedlos, soleados de caricias de los vientos, ramajes en desenvolvimientos, como si fuesen cimientos de los ensueños.
Ahora, derivo hecho de sueño, de tacto sedeño, es la estación de las jacarandas cuando florecen, cuando en el árbol en florescencias se extrovierten.
No quisiera seguir, estar detenido, del miedo de despertar estos florajes dormidos, duermen como los niños sonreídos, alfombrares ante el transeúnte tendidos.
¿Hollaré esos suaves tapices caídos, esos pisos mullidos? Mas, ellas bajan y bajan y con su hilatería trabajan; temor de calvear las coposas ramas, y vuelva la ramazón a sonar desnudeces añosas, porque ellas son alas, con alas se revisten de suntuosas líricas galas.
¿Quién no quisiera vestir su ilusión de jacarandas cuando como inmensas copas floridas a lo alto se alzan? Una vez más he transitado por la avenida de las añoranzas, un añorar en jacarandas; ellas volando como las pelusas van raudas, momentos de la sensación nirvánica, en el éxtasis de ver llover de un cielo azul, las lilas trémulas, florillas de Asís, desatadas.
Cumplen con su místico destino, ser instantes de belleza para quien cansado transita el camino, suspensión de tantas libélulas de zafiro, un instante van en rápido vilo y con el hilo trenzar la trama translúcida del largo camino.
Gotas, parecen como si de pudor se sonrosan, gotas rápidas y vaporosas, confunden la vista absorta de tanta claridad que rueda en la hora, suena alguna cítara arbórea, éxtasis cuenta una gota y otra; son rosas lilas, rosas arrancadas de la eternidad vaporosa.
Me he detenido bajo el tronco rodeado, de tanto temblar de campanitas de un lila que resonase como oro; laúdes de las caléndulas en dúo armonioso, el alma se funde con el ámbito, y lleva consigo un múltiple musical llover de jacarandas en coro.”
Un canto, un himno, una sinfonía, es esta maravillosa Urna del Tiempo del maestro don León Aguilera, dedicada a las bellas jacarandas.