“La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla complicada” Confucio
Guatemala es un país de orígenes religiosos, conservador y con tradiciones de esta clase sin embargo, como colectividad somos conscientes que la mezcla de política y religión es desaconsejable para cualquier sociedad democrática, por todo lo visto y vivido históricamente, por lo que hemos aprendido que ambos poderes deben estar separados.
La historia de la humanidad se encuentra suficientemente plagada de casos en los que la unión de iglesia y política no solo ha sido nociva, sino que los daños causados han llevado a la población a alejarse de la iglesia, lo que ha significado una pérdida de fieles, además de que la institución ha perdido su valor al haber sido utilizada para actos de doble moral tan propia de la política.
En el contexto actual, en la que los ciudadanos nos sentimos con más desafección que nunca hacia la clase política del país, principalmente con el legislativo, que no legisla para encontrar las soluciones a los problemas que afrontamos, y del que dependen muchas otras elecciones no menores, entre las que se encuentran el tercer poder del Estado, como lo es el Judicial, el hecho de que 110 diputados hayan votado para designar x día como el Día de la Biblia, raya en lo estrambótico, porque las necesidades de la población no son de ese tipo, ya que la religión es un asunto personal, de ahí que existan tantas, y que a la vez tengamos el libre albedrio de decidir si no profesamos ninguna.
Es una bofetada para la sociedad en general que quienes en contra de la mayoría de la población se hayan autorrecetado un aumento obsceno, mientras el 52% de los niños menores de 5 años sufren de desnutrición crónica, la tasa de analfabetismo se estima en un 18.5%, lo que equivale a 2.3 millones de personas que no saben leer ni escribir, en “un país que se coloca como en las altas tasas de pobreza general, el caso de Alta Verapaz el índice de pobreza general de acuerdo con la Encovi es de más del 90 por ciento.”
Encontrándonos pues, con la mayoría de las necesidades no satisfechas históricamente, en un país en el que absolutamente todos pagamos impuestos, recordando que la filosofía del impuesto es la redistribución de la riqueza, sin embargo esa riqueza la vemos redistribuida en los altos salarios de los funcionarios de los tres órganos del Estado, pero centrándonos en el Legislativo porque los diputados son los representantes de la soberanía, en nombre del pueblo son los encargados de tomar decisiones políticas y de garantizar que el poder del Estado se ejerza de acuerdo con la voluntad popular, es a quienes compete responder de sus acciones y omisiones directamente.
La voluntad de la sociedad, no es ni ha sido el que se aumentaran el salario, pero sí que legislaran para acabar con los males que nos aquejan, que no tienen relación con que exista o no un Día de la Biblia, más aún si recordamos que Jesús es un ejemplo de humildad, “demostrando que la verdadera grandeza radica en el servicio y la abnegación, no en la búsqueda de poder o gloria personal.”
Nuestros funcionarios en general no son precisamente ejemplo de servicio a la sociedad, más bien se sirven de ella, por lo que el pago de tan altos salarios no tiene relación con la doctrina cristiana, menos aun existiendo tantas necesidades por satisfacer, por lo que utilizar la Fe como un negocio más, cuando la sociedad aun la cristiana no ve satisfecha una necesidad básica, mientras hacen literalmente cola otros proyectos de ley necesarios para el país, más aún, cuando Jesús en su momento proclamó que su reino no es de naturaleza terrenal ni política, sino espiritual, estamos ante un acto más de populismo político religioso.
Siendo un país laico, que se legisle sobre la religiosidad no es más que un acto populista barato, utilizado como cortina de humo para no afrontar los que si son problemas, las decisiones religiosas son parte del libre albedrio de cada uno de nosotros.
Entre lo divino y lo mundano existe una diferencia sustancial, y es muy personal, no impuesto por la ley.