«Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez” Francisco de Quevedo
Nuestra Constitución garantiza entre otros, dos derechos fundamentales como lo son el Debido Proceso y la Presunción de Inocencia, particularmente aplicables al Derecho Penal, principios que se ejemplifican con el argumento del reverendo, en un lejano 1692, en los juicios de Salem, cuando escribió: «Es mejor que Diez Brujas Sospechosas escapen, a que una Persona Inocente sea condenada». Este resguardo se debe respetar y mantener, porque han sido muchos los casos en los que incluso después de la condena se ha descubierto que el condenado es inocente.
Un ejemplo que ha trascendido en el tiempo, es el caso de Sacco y Vanzetti debido a que hasta la fecha, existen dudas sobre su culpabilidad, pero lo más importante son los cuestionamientos que se mantienen con el paso del tiempo con relación principalmente a la actuación tanto del fiscal como del juez del caso apellidado Thayer, a quienes se les acusa de conducta impropia por haberlos condenado a muerte después de un juicio en el que no se respetaron las garantías mínimas, además que fue sumarísimo, ya que duró horas, y se manejaron sentimientos antiitalianos, antiinmigrantes y antianarquistas por parte tanto del juez como del fiscal, actitudes que predispusieran al jurado, tanto que figuras del Derecho prominentes del momento en EE. UU., se opusieron a esta aun cuestionada injusticia.
En este contexto, es evidente que en Guatemala ha sido utilizado el Derecho Penal como una nueva forma de tortura física, emocional y psicológica, que aunque no podemos señalar únicamente a los actuales operadores de justicia, es evidente que estos se han esforzado en mejorar en semejantes técnicas a los anteriores, y que es algo que no podemos aceptar, los funcionarios designados para garantizar procesos justos, se han dedicado a utilizar el sistema para atacar al enemigo, y reducirlo emocionalmente para que haga o diga lo que el poder oscuro desea, sabiendo que no se conducen con la verdad, dejando con ello fuera del sistema todas las teorías doctrinarias que los grandes maestros se pasaron años estudiando dejándolas en la nada.
Conferencias, disertaciones, libros, se han desarrollado sobre el Derecho de Defensa, y la Presunción de Inocencia, conceptos vacíos en el momento actual, no solamente en nuestro país, lo que no significa que lo aceptemos sin oponernos.
Existen diferentes obras literarias sobre el abuso de poder por el Poder, (Valga la redundancia) me referiré a dos por su crudeza, entre las que se encuentra Ombres contra Hombres del maestro Efraín de los Ríos, libro en el que detalla la crudeza de la cárcel y su corrupción, y El Señor Presidente, siendo un relato sobre el abuso de poder y la utilización de los medios públicos para destruir al enemigo y su entorno, todo dentro de la más absoluta corrupción.
El daño causado a las víctimas porque, que se sepa, no han sido victimarios porque no se les acusa de delitos de sangre, se traslada a la sociedad en general, es evidente que detrás de cada caso existe una manipulación del sistema, ya son demasiados los nombres de víctimas no del sistema, son de quienes se esconden detrás del mismo sistema corrompiéndolo, porque no son capaces de enfrentarse en debates de ideas.
Han tratado de destruir vidas y familias, para que los procesos en los que no son capaces de construir un relato cimentado por medio del cual se pretende demostrar la culpabilidad de alguien, para que por medio de la tortura psicológica se declaren culpables, utilizando una ley que debe ser modificada, para que no sirva como un instrumento más de tormento.
Lo anterior abre la puerta para que todas esas víctimas a las que no se les prueba culpabilidad alguna, ni fabricando pruebas, planteen demandas ante la CIDH, porque no se justifica la subjetividad, parcialidad y falta de ética con la que se han desarrollado los casos.
Ante la responsabilidad compartida de jueces, fiscales y otros actores tanto EE. UU., como la Unión Europea, a quienes no se les puede señalar de antidemocráticos han tomado cartas sancionatorias, por lo que es inconcebible que acá se cierren los ojos.
La culpabilidad se demuestra, no la inocencia porque es un estado del alma.
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