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“Tienes derecho a expresar libremente todo aquello que te esté permitido decir.” Roger Wolfe
La sociedad actual, en la que todo pasa a una velocidad vertiginosa, y en la que muchas veces estamos decodificando lo sucedido, cuando ya nos encontramos ante un nuevo suceso, pero ante todo cuando nos enfrentamos ante noticias desgarradoras, que no permiten cerrar los ojos, somos muchos, entre los que me cuento que “comentamos”, y somos censurados, por lo que el respeto que hasta hace poco tiempo se tuvo a la libertad de expresión, se perdió y perdimos todos la independencia.
He sido por naturaleza cinéfila, debido a esto he apreciado tanto buenas películas como otras que no lo son tanto, esta situación me ha hecho estar pendiente indirectamente, aunque no fanatizada de quienes son nominados y quienes ganan el Oscar, el Goya y otros premios más.
Lo anterior hasta puede dar cierta percepción de frivolidad, porque a cómo va el mundo, tal vez no es de momento tan importante como otros sucesos más, pero se hace necesario de momento reflexionar sobre una situación con relación a una película que se daba por favorita, en idioma español y con nombre de mujer, para los que abogamos por la igualdad y estamos orgullosos de nuestro idioma que tenía un deje de interesante, pero fue un suspiro, porque se dieron dos acontecimientos que valen la pena mencionar.
El primer dato fue cuando el francés Jacques Audiard, director de la película Emilia Pérez dijo que el español es «una lengua de países emergentes, de países modestos, de pobres y de migrantes». Afirmación que es discriminatoria, ya que esta definición es bastante general porque su mismo idioma, entre otros es propio de países también modestos, de pobres y de migrantes, la tierra entera lo es, sin embargo, algunos ciudadanos de las sociedades autodenominadas desarrolladas viven en una burbuja oscura que no les permite ver más allá, por lo que identifican la riqueza cultural con la pobreza económica, y nos consideran a los latinos de naturaleza pobre.
Otro suceso que desnuda la hipocresía de la hoy, llamada progresía (Me considero progresista porque para mí lo más importante es la condición humana dentro de la igualdad) se hace como mínimo un episodio oscuro, por lo sucedido con Karla Sofia Gascon, una actriz trans, que escribió un libro y alcanzó la fama con la película mencionada, nominada a varios premios, subió como la espuma y bajó como la misma cuando se descubrió que durante mucho tiempo había atacado a los musulmanes, las vacunas, y algunos compañeros de profesión.
Lo importante y que es un ejemplo de lo efímero que es la aceptación en la sociedad actual, es el resultado del “descubrimiento” de su forma de pensar, y que trasladó a sus redes sociales, fue defenestrada inmediatamente, y vapuleada socialmente, ha ofrecido disculpas, ha llorado, borró sus opiniones, y no ha sido perdonada, tanto que le han prohibido presentarse como parte del elenco de la película, que no se sabe si ganará el Oscar, el director al que le parece de gente pobre el español, fue enfático al decir que “su confianza con la intérprete se ha roto y que ella se está haciendo la víctima: No he hablado con ella ni quiero hacerlo”
La sociedad como se manifiesta hoy, a elevado a forma de ser la cultura de la cancelación, destruye a cualquiera por actuaciones que en otro tiempo no hubieran tenido importancia, pero probablemente lo más importante es el odio con el que se ataca al que piensa diferente, y la rapidez con la que, quien defenestra es defenestrado, en un suspiro se pasa de victimario a víctima, y quienes eran tus “amigos” te tiran lodo.
Es lamentable que las herramientas que nos proporcionó la era digital, y que debieron servir para ser un poco mejores, porque nos podemos comunicar con más facilidad, vivimos en un mundo de accesibilidad rápida, ha servido para sacar a flote lo más putrefacto del ser humano, el insulto se eleva cada vez más pero ante todo, la mentira sobre cualquier persona es recibida como la verdad absoluta, sin que quienes como loros repiten lo que escuchan, hagan la más mínima corroboración de los hechos.
Debemos detenernos un momento en la vorágine de la vida, para crear conciencia.