Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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“Los desaparecidos, las lágrimas y los ríos, ya no regresan” Gil Zu

Los seres humanos nos sentimos necesitados de justicia, diariamente muchas personas la solicitan a nivel general en muchos contextos, pero ¿Qué es la justicia? Aranguren escribió: “La virtud de la justicia consiste en «luchar por la justicia«, mientras Legaz y Lacambra: subrayó “El derecho constituye un punto de vista sobre la justicia”.

Generalmente identificamos a la justicia solamente como parte del quehacer de los jueces en un caso concreto, la piden, la exigen los familiares de las víctimas, porque existe la sensación de su ausencia, si nos lo propusiéramos llenaríamos páginas interminables de nombres e historias de personas implorando justicia, como fin del derecho, y es cuando creemos que el derecho y la justicia se divorcian.

Rogamos por los miles de necesitados para que la alcancen, y que se aplique el valor máximo al que puede acceder cualquier persona por ser un derecho humano no satisfecho, primordial para la tranquilidad social.

Sin dejar de sentir el dolor de la falta de la justicia legal, que es la formal, y que permite que nos apoyamos en ella como valor en todos los ámbitos de la vida, ya en filosofía se ha dicho que, “De todas las virtudes humanas aparece como la más excelsa, como la que más se identifica con el ideal supremo por el que suspiran los hombres desde que viven organizados en sociedad. Tan sólo la justicia resplandece, dice Del Vecchio, cual luz inextinguible, sobre el oleaje de las pasiones humanas, y es tan puro su resplandor que, según la imagen de Aristóteles, «ni Venus, la estrella de la noche, ni el lucero de la mañana, son tan maravillosas».

Dentro de ese gran manto llamado justicia que cubre a la humanidad, nos centramos en un aspecto de ella, como lo es la idea que tenemos de que la justicia proviene de los tribunales y esperamos que las personas que se encuentran detrás de la judicatura, que creemos son los responsables de que todos alcancemos ese valor máximo al que aspiramos como seres humanos, de ahí la necesidad de que el sistema mejore, porque identificamos a las personas con la aplicación de la justicia, por lo que cuando las cosas no resultan de acuerdo a los que creemos en su aplicación,  tenemos la sensación de que no se ha logrado alcanzarla.

El problema nuestro no es solamente un problema de personas, es también un problema del sistema, porque no se puede esperar que un sistema que permite que se utilice al mismo para castigar a los enemigos que no rivales políticos, es precisamente en donde se pierde el deber ser de la aplicación del derecho, como vehículo para alcanzar el valor más importante de la democracia, aunque esta problemática no es nueva, porque se ha venido distorsionando desde hace mucho tiempo el sistema, por lo que crece la necesidad de que urgentemente se evalúe un cambio.

Es impostergable que demos un giro para que no existan personas encarceladas por ser de una ideología diferente a la imperante, o que la protesta que ha sido respetada y que es un derecho, se vea satanizada para evitar que las personas alcen su voz, como debe ser en un sistema democrático, no es posible que se juegue con el sistema, porque este lo permite utilizando la sanción que debe aplicarse a los delincuentes, empleada contra cualquier persona que ha osado posicionarse contra lo que considera injusto.

No es posible que continuemos llenando titulares con nuevos encarcelados, o lo que es peor con condenas disfrazadas como ha sucedido con José Rubén Zamora, a quien le programaron una audiencia hasta el 2025, ningún ser humano merece vivir condenado sin que exista sentencia firme, como sucede a tantos seres humanos que se encuentran esperando una audiencia, mientras la vida afuera continúa.

Es inconcebible que hablemos de la justicia y nos sintamos parte de un sistema que permite que, en cualquier tiempo, cualquier persona pierda la libertad sin justificación, más aun existiendo beneficios para las personas cuyo probable delito no es de sangre.

El sistema debe proteger a las personas, no castigarlas porque no han respondido a los intereses de los poderes en turno, el poder cambia de mano, la libertad no.

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