Así como Dios ha confeccionado de sus hilos santos, los atuendos prístinos de los lirios del campo, las mejores galas de las flores silvestres, las hermosas vestiduras de las orquídeas y las primorosas rosas, así también hace que estas florecillas nazcan y renazcan de nuevo, una y otra vez, en su sagrado tiempo.
De esta manera virtuosa y sublime, como esas flores maravillosas que Él ha creado, así ha bendecido y multiplicado al Estado de Israel, coronándolo con 76 años de su fundación en este 2024; setenta y seis hermosas perlas para su corona, que se iluminan con la tea de su luz, que enciende el corazón del pueblo de Israel, con el anhelo del triunfo de una paz colmada en harmonía y concordia.
El Estado de Israel declaró su independencia el 14 de mayo de 1948, específicamente fue el periodista, político, estadista y líder sionista David Ben-Gurión, quien oficialmente la proclamó para dar fin al Mandato Británico. La declaración de independencia inicia con la frase: “Eretz Israel”, es decir Tierra de Israel y sigue: “Aquí se ha forjado su personalidad espiritual, religiosa y nacional, aquí ha vivido como pueblo libre y soberano; aquí se ha creado una cultura con valores nacionales y universales.”
Las relaciones diplomáticas entre Israel y Guatemala iniciaron el 15 de mayo de 1948, desde entonces ambos países continúan con una alianza de amistad, de diálogo entre las dos naciones y de colaboración bilateral.
En el Diario de Centro América el jueves 10 de mayo de 2018, fue publicado el Decreto 12-2018, que declara la Ley del Día Nacional de la Amistad entre la República de Guatemala y el Estado de Israel, con el objeto de:
“Conmemorar a nivel nacional el establecimiento de relaciones de amistad entre el pueblo judío y el pueblo de Guatemala” cada 14 de mayo, con la realización de actividades educativas y culturales que evoquen dicha amistad entre ambos países, su mutua cooperación, y desarrollar temas dedicados a “la paz, la libertad, la tolerancia, la no discriminación por razones de orden étnico, cultural y religioso.”
Por conmemorarse los 76 años de fundación del Estado de Israel y como una histórica amistad con Guatemala “uniendo dos naciones a través de las letras”, el miércoles 15 de mayo en el Museo del Holocausto Guatemala, ubicado en el Centro Histórico, conjuntamente con la organización francesa Yahad In-Unum y la Comunidad Judía en Guatemala, se presentó el libro “Alma, una poética travesía a Oriente Próximo”, de la escritora Alejandra Santiago, con un nutrido conversatorio entre la autora, la licenciada María José Rivas, Directora de Educación y Proyectos del museo, y el público asistente.
La actividad educativa y cultural, tuvo como propósito principal un acercamiento a la tierra de Israel a través de la poesía, la directora del museo inició su intervención con la lectura del poema titulado “Israel”:
“Acaricio el cielo,
al pronunciar tu nombre,
deleite del alma es escucharlo.
Eres la herencia de oriente,
dibujada entre mis versos.
Has nacido a la luz de un solo día,
habitando en el alma mía.
El otoño viste tu tierra,
de cálidos colores.
He podido contemplarte,
a la hora del ocaso,
para plasmarte en el anverso de mi mano,
y quedarte en mi memoria.
Eres hermosa y cautivante,
dueña de sueños que florecen.”
El libro “Alma” abraza dentro de sus páginas una historia conmovedora que comienza desde los años de infancia de su autora, quien manifiesta con emoción: “Escribir ‘Alma’ ha sido el mayor logro de mi vida. Significaba dejar un legado de amor y esperanza, con una historia realmente maravillosa, que tenía que ver con las remembranzas de mi abuela materna, con el viaje que cambió su vida, Israel.”
Y fue precisamente un hermoso libro de la historia de Israel editado en 1970, que Alejandra a los ocho años de edad, recibiría de las manos de su abuela y que la llevaría a realizar la promesa de regresar juntas a Israel en compañía de su mamá; y así sería el comienzo de la inspiración de sus versos, que fue ‘in crescendo’, cuando ella se adentró poco a poco en la vida, el pueblo y los bellos paisajes israelíes, formándose así un legado familiar de tres generaciones de amor, respeto y admiración por la Tierra Santa.
Y sobre este volumen de 1970, Alejandra se conmueve cuando, durante el evento, es abierto por las manos de la directora del museo, quien delicadamente fue mostrando a los asistentes su contenido, a la vez que conversaba con ella, combinado todo con hermosas melodías hebreas que se escuchaban al unísono; al respecto la autora expresó que en ese momento: “El tiempo se hacía eterno en mi memoria, quizá para poderlo dibujar en mi alma.”
La noche de presentación de su libro en el Museo del Holocausto, culminó rodeada de la luz viva de velas que tiritaban estremecidas por el viento nocturno, y como si se hubiesen encendido con el fuego del alma y el espíritu, símbolo de la esperanza; y queda el instante inmortalizado dentro del ambiente, casi de oración, de este histórico recinto, con las palabras de la autora: “La manera más perfecta y sublime, digna de una historia maravillosa, para ser recordada toda una vida.”
Alejandra Santiago espera que: “Todos encontremos una historia que ilumine el mundo con amor”; que ese deseo se haga realidad en aquellas personas que albergan esperanza de paz en su corazón.