Por este medio, presento disculpas a los amables lectores por la ausencia de esta columna durante las últimas tres semanas.
Estuve imposibilitado por una delicada neumonía de la que aún no me recupero y que obligó a ser hospitalizado para recibir atención médica. Una unidad de Bomberos Voluntarios a temprana hora, me trasladó de mi residencia a la emergencia del hospital Rooselvelt, en donde en medio de las carencias y limitaciones que tienen los servicios públicos de salud, durante el transcurso de ese día fui diligentemente atendido y estabilizado; en horas de la noche los médicos autorizaron mi salida y pude retornar a casa
Tres días después de la primera emergencia mi condición se complicó, fue por el invaluable apoyo solidario de colegas columnistas, compañeras y compañeros de la Resistencia (CNR), camaradas históricos de innumerables luchas sociales, sindicalistas, académicos, profesionales, la Coordinación de ONG y Cooperativas -CONGCOOP- de la que soy fundador y actual presidente de Junta Directiva, amigos y amigas entrañables que hicieron aportes para cubrir los gastos médicos, de asistencia y compra de medicamentos, pude ser trasladado a un hospital privado donde estuve varios días bajo control médico, exámenes de laboratorio, tratamiento con antibióticos, nebulizaciones y terapia especial.
Infinita gratitud a todas y todos, su apoyo permitió cancelar los honorarios médico hospitalarios, contribuir al tratamiento posterior y al lento proceso de recuperación.
Superé la crisis, gracias a quienes hicieron aportes para enfrentar mi delicada condición de salud. Estoy recobrando la energía en progreso positivo y si no se presentan otras complicaciones, confío en conseguir recuperación total.
En estas condiciones y como persona de la tercera edad, el grado de dificultad aumenta, sobre todo, cuando hay limitaciones económicas para adquirir medicamentos debido a los precios altos de estos o para lograr atención profesional, necesarios para alcanzar pronta, positiva y adecuada recuperación.
En Guatemala, cientos de miles y quizá millones de mujeres y hombres de la tercera edad entre quienes me incluyo, no tenemos ningún tipo de seguridad social, sin jubilación, ni siquiera una pensión que permita sobrevivir en condiciones dignas como seres humanos.
La ausencia de seguridad social, el aumento de las condiciones de miseria en la que sobreviven miles de personas, contribuyen a elevar el índice de muertes prematuras, por no poder pagar atención médica o comprar medicinas para tratar las enfermedades.
Esta precaria situación social de quienes en Guatemala no gozamos del beneficio de programas de seguridad social vulnera derechos humanos, eso debería cambiar si se universalizan estos beneficios, lo que se puede lograr con voluntad política y decisión de los gobernantes.
En ese sentido, hago formal petición al presidente Bernardo Arévalo para que su Gobierno examine la posibilidad de ampliar la cobertura de los programas de seguridad social existentes, declarando la universalización de servicios de salud y otorgando una pensión digna a todas las personas mayores de 65 años, sin distinción de ninguna naturaleza.
En muchos países del mundo la seguridad social es universal con especial atención a personas de tercera edad, los ejemplos abundan. El más cercano es el caso de nuestro vecino del norte, la República de México, en donde el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, decretó este año la “Pensión del Bienestar Para Personas Adultas Mayores” (PBPAM), que es universal y no contributiva. La pueden recibir todas las personas mayores de 65 años, sin haber cotizado antes y aunque nunca trabajaron.
Ese tipo de políticas sociales son las que hacen falta en Guatemala. Bien haría el presidente Arévalo si durante su Gobierno se otorga ese beneficio a las personas adultas mayores.