El domingo 25 de los corrientes se celebraron en Guatemala elecciones generales con la participación de 22 binomios presidenciales, representativos de 30 partidos políticos y de una amplia gama de colores que van desde los que conforman y financian las élites ultraconservadoras, neocolonialistas, neoliberales y sus lacayos, los que participan bajo la sombra de iglesias evangélicas neo pentecostales, los que se vinculan a los intereses del crimen organizado y el narco tráfico, los corruptos que mantienen capturado al Estado y cooptadas las instituciones públicas, hasta organizaciones políticas de ex insurgentes.
El resultado final de la votación para presidente sorprendió a propios y extraños, nadie lo esperaba, hasta las encuestas “técnicos profesionales” fracasaron en los pronósticos y los analistas no vieron venir el voto de castigo que la ciudadanía hastiada de la corrupción manifestó como signo de rechazo a la clase política corrupta e impune, responsable de la regresión democrática, la deriva autoritaria, el debilitamiento del Estado de derecho y la ausencia de independencia de poderes.
Nadie alcanzó mayoría absoluta, los dos punteros van al balotaje definitivo el 20 de agosto. Sandra Torres de la Unidad Nacional de la Esperanza UNE (15.86%) es la tercera vez que se postula, en las dos ocasiones anteriores fue derrotada en segunda vuelta. El otro, Bernardo Arévalo del Movimiento Semilla (11.78%) quien compite por primera vez. Ambos se definen como socialdemócratas, Arévalo agrega que en Semilla son “progresistas”.
Ninguno de los dos aspirantes es de izquierda. Torres ultraconservadora, fundamentalista, cófrade de la corrupción e impunidad, en contubernio con el Gobierno de Alejandro Giammattei. Arévalo progresista moderado, con rasgos de estadista, académico, intelectual, diplomático, sin tachas ni vínculo con la corrupción o impunidad.
Con solo leer el plan de Gobierno de Semilla y compararlo con una pauta o un punteo de la UNE (porque este no tiene plan de Gobierno), se puede dar cuenta que no incluyen propuestas de transformación económico social, mucho menos de cambios estructurales. Sin embargo, hay claras diferencias que es necesario distinguir.
Torres representa el continuismo, saqueo de los fondos públicos, cooptación del Estado, consolidación de la dictadura corporativa criminal, de las mafias y redes de corrupción e impunidad.
Arévalo representa una ventana de oportunidad para desalojar del Poder político a los corruptos e impunes, para enderezar el rumbo, detener la deriva autoritaria, respetar el Estado de derecho y sentar las bases para construir una democracia participativa.
Para la segunda vuelta la ciudadanía guatemalteca tiene dos opciones bien despejadas: 1. Regresar al pasado oscuro y perverso, con la misma pesadilla de corrupción e impunidad. 2. Aprovechar la oportunidad para salir del pantano y empujar el desarrollo del país. No hay más, o se retrocede o se avanza.