Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

Esta semana, las autoridades de los pueblos indígenas de Guatemala, con el acompañamiento de organizaciones sociales, estudiantiles, populares y gremiales convocaron a un paro plurinacional para exigir las renuncias del presidente Alejandro Giammattei y de la fiscal general del Ministerio Público Consuelo Porras, por considerar que ambos funcionarios obstruyen la justicia y favorecen actos de corrupción e impunidad. Para contener el descontento social, surgieron grupos de choque con la orden de disolver por la fuerza las manifestaciones populares.

Los grupos de choque conformados por civiles violentos que salen a la calle a amenazar, agredir, neutralizar las manifestaciones de protesta y pisotear los derechos y libertades ciudadanas, son una expresión fascista característica de gobiernos autoritarios y totalitarios. En Guatemala está sucediendo eso, cuando los gobernantes se sienten amenazados por las protestas públicas y el descontento de la población, salen estos grupos portando gruesos garrotes de madera y tubos metálicos a intimidar a la ciudadanía que ejerce sus derechos constitucionales.
Con respecto a estos grupos, el sociólogo italiano Renzo Abruzzese (2021) sostiene: “El fascismo italiano creó el principio ideológico de estos grupos antidemocráticos: “Credere, obbedire, combattere”, creer, obedecer y combatir, ese fue el lema que guiaba desde 1937 a la “Juventud Italiana del Lictorio”, la organización que agrupaba a la “juventud fascista”. Se trataba de grupos violentos encargados de sofocar, impedir y arremeter bestialmente contra cualquier expresión democrática del pueblo. Fue tal el terror que infundieron que la sociedad civil quedó prácticamente paralizada. La experiencia de Mussolini la aprovechó y perfeccionó Hitler. Bajo esta consigna los “camisas negras” italianos creían a ciegas en todo lo que se les diga, obedecían a ciegas todo lo que se les ordenaba y actuaban violentamente cuando se los pedía el “jefazo” o su testaferro”.
En Guatemala las protestas sociales contra el régimen crecen, por eso los gobernantes sacan a grupos de choque esta vez conformados por presuntos comerciantes de mercado, que se asimilan a los paramilitares y que las élites depredadoras utilizan para sembrar terror e impedir las críticas sociales. Esta actitud confrontativa es un síntoma de desesperación del régimen, un intento por desarticular y congelar las luchas sociales y un esfuerzo perverso destinado a provocar enfrentamientos violentos entre civiles.

Estos grupos de choque no son inéditos ni ajenos en la historia del país, los gobernantes los activan cuando se adjudican conductas fascistas. Ya pasó el siglo pasado y se repite en el presente. En las jornadas populares de marzo y abril de 1962, el dictador de turno general Miguel Ydígoras Fuentes, ordenó traer a un grupo de campesinos del municipio de Palencia para apoyar al régimen militar, quienes armados de machetes disolvían las protestas estudiantiles y populares. Después, en los años noventa las hordas riosmontistas desataron el terror en lo que se conoce como el “Jueves Negro”.

Y ahora en el siglo XXI, la modalidad fascista de activar grupos de choque para atacar las protestas ciudadanas vuelve a cobrar vigencia, eso es retroceso en materia del respeto y observancia de libertades y derechos humanos consagrados y garantizados en la Constitución Política de la República. Es una acción que estimula la apología de la violencia, una muestra de intolerancia, una peligrosa señal que indica el cierre de espacios de participación y hace pensar en la necesidad de adoptar formas superiores de lucha.

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