Factor Méndez

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Defensor Derechos Humanos. Catedrático. Periodista/Escritor. Estudió Derecho, Derechos Humanos y Trabajo Social en Guatemala, Honduras y Costa Rica. Catedrático San Carlos y Rafael Landívar. Fundador Centro de Investigación, Estudios y Promoción de Derechos Humanos CIEPRODH. Autor de ensayos y artículos sobre temas sociales, políticos, memoria histórica y Derechos Humanos.

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Factor Méndez Doninelli

En medio de la conmemoración oficial del llamado bicentenario de la independencia nacional (1821-2021), para la mayoría de la población guatemalteca la actual situación social, económica, política y cultural no es proclive al desarrollo social, tampoco favorece ni promueve la creación de condiciones para alcanzar el progreso y el bienestar de la gente.

A lo largo de más de quinientos veintiséis años, desde la dominación española que se tradujo en el despojo brutal de territorios, la aplicación de políticas genocidas, segregación racial, esclavitud y sometimiento de los pueblos originarios, pasando por los períodos colonial, independentista y de revoluciones progresistas hasta llegar a los días del auge neoliberal, el poder político con escasas excepciones siempre ha estado dominado, controlado y maniobrado por las élites depredadoras al servicio de sus intereses hegemónicos de clase para beneficio personal y corporativo de los capitales nacional y transnacional.

La crisis actual por la que atraviesa el país, es producto de una variedad de problemas y asuntos no resueltos, históricamente ignorados por autoridades de Estado y de Gobierno y ahora, agravados por la emergencia sanitaria derivada del control y combate a la covid19. Me refiero a problemas estructurales acumulados por más de cinco siglos, presentes hoy y que afectan mayormente a sectores sociales vulnerables como son los pueblos indígenas, las mujeres, las niñas, niños y adolescentes y grupos de la diversidad sexual, recordemos algunos: racismo, discriminación, marginación, exclusión, desnutrición crónica infantil, pobreza, analfabetismo, alta tasa de mortalidad materno infantil y muchas otras violencias estructurales.

A las condiciones adversas anteriores, se suman las que resultan como consecuencia de la pandemia, que para miles de personas y familias guatemaltecas se tradujo en aumento de pobreza, falta de empleo, angustia por el avance de los contagios, incertidumbre por falta de vacunas y sobretodo indignación por el pésimo desempeño de las autoridades de Gobierno, la incapacidad del sector salud y la escasa transparencia en el manejo de los fondos públicos de cientos de millones que el Gobierno recibió para atender la emergencia sanitaria.

¿Y qué es lo que está pasando? Nadie ignora que en Guatemala gobierna un Presidente irritable, soberbio, autoritario, intolerante, mentiroso sin ninguna vocación humanista menos de estadista, todo lo cual se comprueba cuando comparece ante la prensa, su ánimo se altera, transforma sus facciones, pierde los estribos y saca a relucir el cobre que lo caracteriza. Se incomoda con los cuestionamientos y le fastidia la auditoría social.

Hay crisis en el sistema de salud, hospitales en su máxima ocupación de camas con enfermos de covid19, escasez de equipos e insumos sanitarios, de medicamentos, de oxígeno, lento proceso de vacunación y encima de todo, suspensión de garantías y derechos para reprimir las protestas ciudadanas y callar la exigencia creciente que pide la renuncia del Presidente Giammattei y del Gabinete de Gobierno.

Colectivos de profesionales, estudiantes, académicos, indígenas, bloques de diputados, partidos políticos de oposición y ciudadanos individuales alzan la voz, exigen la salida de los actuales gobernantes señalados de incapaces y de cometer actos de corrupción e impunidad al amparo de la crisis humanitaria desatada por la covid19.

Los pueblos originarios también exigen la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente, la construcción de un Estado Plurinacional y la promulgación de un nuevo Pacto Social. La desesperación de la gente es notoria, la desesperanza acumulada llega a su límite y una explosión social a corto o mediano plazo es posible.

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