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Seguimos con la columna del 30 de octubre. En mis crónicas y estos artículos sin esconder la mano”, que hemos visto desfilar en estos dos siglos, a políticos de todas las tendencias, de todos los colores y precios; a decenas que se han vendido por miles de quetzales y dólares, algunos honorables, íntegros y decentes. Son muy pocos los políticos que entienden a la democracia como una forma de vida que busca el mejoramiento social y cultural de los pueblos, a la democracia como un sistema diario y necesario de vida que se afianza y halla su base y raíz en la comprensión, la cooperación y la solidaridad. Son contados los que se han habilitado en el entendimiento correcto de lo que es una democracia y escasísimos los formados dentro de cartillas de respeto, honestidad, trabajo solidario y disciplinado.

Muchos han sido atraídos por la facilidad del dinero, por el placer que la corrupción compra, por la sensación de grandeza que da el poder, por el sentimiento mundanal de riqueza que se experimenta con el dinero mal habido. ¿Por qué han sido seducidos muchos de los hombres guatemaltecos de estos siglos, a implementar y desarrollar su vida dentro de esta actividad política, que ha sido manipulada, pisoteada y herida en sus concepciones doctrinarias y pragmáticas? La política es una ciencia y es un arte. La política es un quehacer que debe aunar en una comunidad nacional la multiplicidad de tendencias humanas. Es una acción de conjunto en que todos los ciudadanos deben participar para buscar el bien común general. La política no es solo una lucha por alcanzar el poder y servirse sus detentadores para controlar los gobiernos y los Estados y sacar únicamente provecho personal. NO, la política, repetimos, es mucho más que eso; sus fines, sus modos y sus concepciones son diversas, pero en toda actividad política debiera prevalecer la moralidad, la justicia, la razón, la sobriedad y la solidaridad.

Y es necesario esta aclaración y explicación, en aquellas épocas, de esas generaciones de los 40s, 50s y 60s, había jóvenes, inspirados que tenían actividades y con espacios en los campos de las ciencias, la filosofía, economía, sociología y de las artes, etcétera. Y también fuimos parte de las generaciones de los 60s, 70s, y 80s, cuando nos involucramos en la acción política desde las aulas de la Universidad de San Carlos, nos enrolamos con el vigor de la juventud y con ideales intactos y provistos de buena fe, sabiendo que los caminos de la política son inciertos e ingratos. Que en ese transitar podríamos encontrar hombres y mujeres con rasgos de genialidad y grandeza, figuras heroicas ejemplares y otras personalidades controvertibles y desafectos a la democracia. Lamentablemente, ha sido un desfile interminable de políticos mediocres y ambiciosos, impreparados, petulantes y corrompidos. 

Son muy pocos los políticos que entienden a la democracia como una forma de vida que busca el mejoramiento social y cultural de los pueblos, a la democracia como un sistema diario y necesario de vida que se afianza y halla su base y raíz en la comprensión, la cooperación y la solidaridad. Son contados los que se han habilitado en el entendimiento correcto de lo que es una democracia y escasísimos los formados dentro de cartillas de respeto y honestidad, de trabajo solidario y disciplinado.

Por esto es necesario estas acotaciones, que son parte de la historia con 40 años de democracia guatemalteca (1985 al 2025) y es interesante que se ha desarrollado en medio de una serie de etapas coyunturales muy importante y antes de esos “Diez años de nuestra Primavera”, esos acontecimientos que reflejaron tal vez el más importante fermento de la difícil resistencia a las tiranías y el ordenamiento jurídico, la ética y la moral. 

Porque se interpreta como un reconocimiento de una verdad trascendente a la Justicia, la Libertad, la Dignidad y la Solidaridad, como guía del derecho y lo sagrado, que no se excluyen, sino que se integran recíprocamente. Y esos principios de este preámbulo establecen el marco para los principios de la Constitución, que incluyen la primacía de la persona humana, la promoción del bien común, la legalidad, la seguridad, la justicia, la igualdad, la libertad y la paz, y termino mi artículo diciendo: “Porque no es fácil el camino de la libertad, de la independencia y la autodeterminación”. (CONTINUARÁ)

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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