El fundador y promotor de los Acuerdos de Esquipulas para la paz en Centroamérica de hace 40 años fue el expresidente Vinicio Cerezo Arévalo. Esto pasó en el marco del Foro Regional Esquipulas 2025 en los 40 años de democracia en Guatemala. Debemos decir la verdad porque debe recordarse que la paz en la demarcación fue posible gracias al liderazgo, la visión y la valentía del exmandatario Cerezo Arévalo. Por eso tuvimos el privilegio de estar en él conmemorando 40 años de democracia, y se conocerá la historia a las nuevas generaciones.
Pero hoy, es necesario una digresión y resulta ineludible, porque es obligatorio, porque cada cuatro años se concluye un 14 de enero y empieza otro 14 de enero. Esto significó para Guatemala ¿cuarenta años de frustración, de ira, de sueños truncados y desesperación? ¿Cuarenta años en los que se vulneraron los principios morales, ignorando la miseria de los guatemaltecos, derrochando lujos? ¿Prepotencia, fortaleciendo la impunidad de civiles y militares y hartándose de la opulencia del dinero mal habido?
Tuvimos presidentes, algunos fueron cínicos, prepotentes y fariseos. Algunos se jactan de ser solidarios, fraternales y democráticos; los que hablaron de Gobiernos del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo y engañando con el discurso que esos gobiernos darían a la población el acceso al poder, a la riqueza y a la cultura. Muchos nos embaucaron con sus promesas y cuando se treparon al poder se volvieron amantes de su vanidad y la ostentación. El despilfarro con los dineros del pueblo estuvo a la orden del día. Se rodeó de toda una corte de aduladores, serviles, tagarotes y lacayos. Hubo falta de pan en las mesas de los pobres, carencia de medicinas en los hospitales, falta de carreteras y caminos vecinales.
Pero es cierto, con verdad verdadera, sí tuvimos democracia con los presidentes: Vinicio Cerezo Arévalo y Álvaro Arzú Irigoyen. Pero existe un dicho popular que comienza exactamente con «luces y sombras», pero la frase se usa comúnmente para referirse a los aspectos positivos y negativos, o las realidades buenas y malas que se dan juntas en una situación, persona o cosa. Hay luces y sombras de nuestra democracia En estas cuatro décadas se experimentaron cambios institucionales que impactan en el sistema político y su funcionamiento, y otros regímenes controversiales. Corresponderemos una democracia robusta y dinámica. Si podemos decir que tenemos libertad y los derechos humanos son rasgos de un régimen con democracia, tolerancia y pluralismo.
Parte del texto del Preámbulo de la Constitución que encabeza la Carta Magna y expresa las motivaciones y los valores que se tuvieron en cuenta al dictarla: la unión nacional, la paz, el orden, la justicia, la defensa común, el bienestar general y la protección de la libertad de todos los habitantes. Porque el artículo 140 de la Constitución Política de Guatemala establece que Guatemala es un Estado libre, independiente y soberano, organizado para garantizar el goce de derechos y libertades de sus habitantes, y que su sistema de Gobierno es republicano, democrático y representativo.
Pero a pesar de estos serios precedentes, podemos afirmar que la democracia como régimen político aún prevalece en Guatemala. Y esto nos permite poner en perspectiva el análisis de las cuatro décadas de democracia en nuestro país. Pero es necesario esta digresión de esta saga de estas columnas, porque dijimos, que fueron presidentes despreciables, fueron impostores, farsantes y calculadores. En la campaña nos vieron cara de babosos; esos de aquellos que tiran la piedra y esconden la mano. Eran unos roedores de una popularidad mediocre. Los hipócritas que profesan las creencias de fe más provechosas, su religión es una actitud y no un sentimiento y bailan en compás distinto del que marcan los mandamientos, como Jorge Serrano Elías. El que violó el orden constitucional de la Nación, como Serrano pretendió erigirse en tirano; pero actitudes viriles de patriotas probos como Epaminondas González Dubón, botaron al dictador con golpes de Constitución. La Historia se repitió con Serrano; él y sus huestes robaron, corrompieron y saquearon. Siguió faltando pan para los pobres, continuó la falta de medicinas, campeó la impunidad y las filas de los guatemaltecos en la miseria se engrosaron brutalmente.
El 6 de junio de 1993, en nosotros renació la esperanza, cuando Ramiro de León Carpio, por designación legislativa, pero con todo el respaldo popular, asumió la conducción de la Nación. Muchos de nosotros teníamos absoluta fe en Ramiro; le admiramos su lucha y batallar por el respeto al hombre y sus intrínsecos derechos. Todo un luchador por los derechos humanos, un crítico severo de la impunidad, de la violencia y del crimen institucional, era el escogido para encaminar, por los derroteros de la verdad y la justicia, nuestro resquebrajado sistema institucional. Debemos reconocer que Ramiro tuvo sus aciertos, logró por vías correctas una mediana depuración en los organismos Legislativo y Judicial. Quienes escribimos y criticamos con verdad y objetividad, tuvimos libertad de hacerlo. Ramiro tuvo un acceso muy directo al Pueblo y ello le dio una imagen de sencillez. Pero en general, su paso por el Despacho Presidencial dejó muchísima insatisfacción en la ciudadanía. Tuvo muchos desaciertos y pocas realizaciones. De su cimentada y sólida agresividad como Defensor de los Derechos del Pueblo, no quedó más que un maltrecho dibujo. Pronto se plegó a los intereses del Poder Real, lo doblegaron las verdaderas cúpulas de poder. Cedió ante el poder del capital y de las gorras. Su gobierno jamás se tambaleó porque la orquesta la dirigían otros. Los enjambres del manejo del Estado, los siguió teniendo ese enemigo oculto, ese inquilino de piedra de la Casa Presidencial. Esas fuerzas malignas que siguen alimentando el crimen, la desvergüenza y la impunidad. Esos fueron los factores reales de poder que nos gobernaron. Y nuestra sociedad siguió fragmentada y confrontada; y los pobres siguieron siendo pobres y los ricos se hicieron más ricos. Siguió faltando el pan, la educación y las medicinas. De León Carpio entregó un país pobre, un país en donde campea la inseguridad, la corrupción y la impunidad. En sus épocas de su gestión, los aduladores y serviles de este tiempo y de todos los tiempos, le crearon una falsa imagen, le hicieron creer que su personalidad y sus logros jamás nadie los tendrá ni los tuvo. Le presentaron irrealidades y quimeras y él se creyó un mito. Le crearon a Ramiro una utopía. Ramiro creyó que fue el mejor de los presidentes y que podía seguir cabalgando sobre tigres. Pero Ramiro NO pudo o NO quiso llevar a la cárcel y sentenciar, el asesinato de su primo Jorge Carpio Nicolle, quien fue ejecutado el 3 de julio de 1993.
Debido a los personajes y equipos a quienes hemos confiado la conducción del Estado, fueron otros ególatras, porque Guatemala estancó su desarrollo. No hemos comprendido que la democracia es una concepción funcional y estructural encaminada a dar vida al Estado por los senderos de la cooperación, la solidaridad y el respeto. Porque siempre los 14 de enero, concluimos décadas y más décadas perdidas. Por todo ello nuestra realidad es aberrante, nuestra miseria es frustrante y nosotros, los guatemaltecos, somos ahora una población desesperanzada, con incertidumbre de nuestro futuro; un Pueblo con ira y con rencores. Somos una Nación atribulada por todos los jinetes del Apocalipsis porque estuvimos y estamos hundidos en las crisis económica, social y moral.
Por ello no tenemos la carencia de liderazgos válidos. Hay ausencia de liderazgos reales y válidos en el país, es parte medular del gravísimo problema de nuestra situación como Nación. En Guatemala, las diversas coyunturas sociales y políticas han propiciado el surgimiento de personajes, algunos de valía moral e intelectual; pero otros, la gran mayoría, con escasos niveles culturales y rellenos de ambiciones, codicia, oportunismo, posiciones indecorosas y conductas delictivas. Porque estamos en un ESTADO FALLIDO CON LOS PODERES FÁCTICOS. (CONTINUARÁ)