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Un poco de filosofía. Cuando hace millones de años Dios creó al hombre, lo hizo a su imagen y semejanza. Lo modeló en barro y le dio un soplo de vida. La evolución de ese hombre ha tenido un contacto directo y perenne con la violencia, con el odio y la tragedia. Es por ello, que paulatinamente nos hemos deshumanizado, olvidando y negando nuestra esencia divina. El hombre ha sido débil y fuerte, humilde y soberbio, pequeño y grande, soberano y vasallo, pacífico y violento. Por ello, Diderot afirmó: «Decir que el hombre es una mezcla de fuerza y debilidad, de luz y ceguera, de pequeñez y grandeza, no es hacer su proceso: es definirlo.

El proceso del hombre ha sido complejo y contradictorio, problemático y enigmático. La criatura más perfecta de la creación, pero también la más cruel y despiadada, la más soberbia y egoísta. Un animal de costumbres, un ser social lleno de virtudes pero plagado de defectos. Un ser que vive una época absurda sin hacer el máximo esfuerzo por cambiar su hábitat y su entorno.

El hombre de hoy ha aceptado la violencia y el odio, la guerra y el despotismo. Vive su tragedia y se elimina a sí mismo. El hombre de hoy se ha olvidado de su hermano y de su propia especie. Vive en un mundo de competencia y atropello, de desorden y de ambición enfermiza, en un mundo deshumanizado. El hombre se ha vuelto tornillo, robot, computadora. Es un ser cibernético. El hombre ha dejado de pensar profundamente y su mente lo que hace es maquinar destrucción y egoísmo, superficialidad y vanidad, lujuria y derroche. La esencia del hombre ya no es de amor y caridad, sino de comprensión y de justicia. El hombre ha perdido casi todo lo bello de su origen divino. El hombre de hoy vive una estúpida comedia en donde se exterminan unos contra otros, sus actores. Piensa en la pólvora y la metralla, en la guerra bacteriológica y en la sangre y de su boca salen palabras de muerte y barbarie.

El de hoy, es un hombre pobre en el amplio sentido de la palabra. Tiene pobreza moral y espiritual, pobreza económica y pobreza política. El hombre de hoy está en una encrucijada; ve caer a sus hermanos, ve morir de hambre a los niños y mira sus cuerpos flácidos y sus barrigas lombricientas. Las manos del hombre han olvidado el trabajo y aprendieron a manipular objetos destructivos y violentos. El hombre de hoy ha perdido su libertad y se está matando en una guerra sin tregua. Sus derechos están siendo pisoteados y los niños de hoy, hombres de mañana, nacen sin destino ni esperanza.

Cuando formulo estas divagaciones, retornan a mi mente los momentos bellos y sublimes de mi niñez, cuando jugaba alegre con mis carritos y con mi fuerte de soldados; miraba lo hermoso de la vida y comía barras de chocolate, pastillas, chicles y poporopos. De esa tierna niñez cuando jugaba solo o acompañado, pero siempre con cara alegre, con esa risa que solo da la infancia. Y entonces me pregunto: ¿por qué no volver a esa etapa de nuestras vidas? Humanicemos al hombre, retornemos a la humanidad, el soplo de divinidad que le dio el Creador. Enterremos la injusticia, digámosle adiós a la tragedia, despojémonos del hambre y la miseria, neguemos el paso a la ignorancia, hartémonos de pan con el hambriento y bebamos en cáliz de abundancia el agua clara de una abierta y verdadera democracia.

Y luego me vuelvo a cuestionar: ¿o soy un nihilista o soy un utopista? Y la respuesta la encuentro en un viejo verso que escribí en el año 1972: «Somos hombres/ proyectados en el espejo de la muerte, / proyectados/ en el vacío y la impotencia. / Somos los hombres/ que no hallan eco a sus palabras». Hace 34 años, una vieja columna.

 

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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