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Seguimos con “Anécdotas con mi padre y yo”. Para mí es importante hablar sobre los amigos; esas personas muy especiales, que se conocen desde niños, jóvenes y esos maduros experimentados. Porque a veces se reanudan con sucesos de amigos “mis panas”, “mis cuates”, que surgen lazos fuertes y de por vida, que nos acompañan en cada una de sus travesías y aventuras, de aquellos camaradas de siempre. En este artículo, les hablaré de algunos pasajes con afecto y respeto de dos camaradas.

Max Araujo y Araujo, un experto en derecho cultural y especialista en derechos humanos, un escritor prolífico que ha publicado más de 20 libros, fue ex viceministro de Cultura y es promotor cultural, es abogado de la Universidad Mariano Gálvez, realizó estudios de filosofía y letras en la Universidad de Rafael Landívar. Hace como dos meses, la columnista Ana Lucía Mendizábal, dijo de Max: Protagonista y testigo de su tiempo. A los 75 años, el escritor, abogado y gestor cultural, da continuidad a la tarea autoimpuesta de retratar el contexto cultural del país, a través de libros en los que rinde tributo a personajes, instituciones y se encuentra cada vez más consigo mismo”. Este escritor del municipio de San Raymundo, ha sido referenciado en antologías de literatura guatemalteca e internacional.

Raúl Armando Búcaro López, y porque los Búcaros tienen el ombligo en San Juan Sacatepéquez; Raúl es abogado graduado de la Universidad de San Carlos, fue y es docente universitario, en Derecho Romano, Derecho Internacional Público y Derecho Diplomático, en Lund, Suecia en Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario, San Remo, Italia. Docente por 35 años de la Universidad Mariano Gálvez. Es Magister Scientiae, con Maestría en Derecho Constitucional sobre los Derechos Humanos en los conflictos armados. Caso Guatemala. Guatemala, enero de 2018.

Y sigo con los amigos, porque a medida que pasa el tiempo, somos cada vez más conscientes de la importancia de contar con amigos que te sumen emocional y mentalmente hablando. No hay que olvidar que los amigos nos regalan una complicidad y un vínculo fuerte, cuando hablamos de esa amistad y esos relatos de aquella añoranza vivencial de esos patojos y esos adultos de la Universidad. Estos colegas son unos eruditos de la historia. Y hay relatos y vivencias cuando recordamos a esos forjadores de esa generación de los 60ª. 70ª. y 80ª. Están aquellos “panas” que a veces están con nosotros, que son estos al lado de los correctos, acertados y respetuosos, quienes estuvieron en la defensa de la constitución, libertad y democracia. Fueron guardianes del orden constitucional, son verdaderos togados, oportunos, legítimos e idóneos.

Porque a muchos, resulta incomprensible que gran parte de la generación intelectual del siglo XX y este Siglo XXI, se haya caracterizado como una generación cuyo horizonte principal fue la actividad política, pero implementada y entendida esta acción, como la sola búsqueda de alcanzar el poder para satisfacer ambiciones personales y llenar vacíos de frustración y un ego de popularidad, que jamás habrían logrado en otras actividades del quehacer humano.

Los que se dicen políticos de esta generación, se han caracterizado más por la ambición que por la aspiración, más por el hedonismo que por el sacrificio, más por la notoriedad efímera que por la gloria histórica, más por el abuso que por el respeto, más por la prepotencia que por la humildad. Y en este andar de los políticos se ha negado el paso a la ética y a la virtud, a la moralidad y a la decencia, a la paciencia y a la tolerancia. En fin, se ha cerrado el camino a las actitudes correctas y consecuentes con las necesidades históricas de una comunidad nacional ya cansada del engaño y la falacia, de la argucia y la demagogia, cansada del saqueo y la inmoralidad.

Hemos visto desfilar a políticos de todas las tendencias, de todos los colores y precios; a decenas que se han vendido por lentejas y a unos cuantos honorables, íntegros y decentes. Son muy pocos los políticos que entienden a la democracia como una forma de vida que busca el mejoramiento social y cultural de los pueblos, a la democracia como un sistema diario y necesario de vida que se afianza y halla su base y raíz en la comprensión, la cooperación y la solidaridad. Son contados los que se han habilitado en el entendimiento correcto de lo que es una democracia y escasísimos los formados dentro de cartillas de respeto y honestidad y de trabajo solidario y disciplinado.

¿Por qué han sido seducidos muchos de los hombres guatemaltecos del siglo XX y siglo XXI, que han implementado y desarrollar su vida dentro de esta actividad política, que ha sido manipulada y pisoteada en sus concepciones doctrinarias y pragmáticas? La política es una ciencia y es un arte. La política es un quehacer que debe aunar en una comunidad nacional la multiplicidad de tendencias humanas. Es una acción de conjunto en que todos los ciudadanos deben participar para buscar el bien común general. La política no es solo una lucha por alcanzar el poder y servirse sus detentadores para controlar los gobiernos y los Estados y sacar únicamente provecho personal. NO, la política, repetimos, es mucho más que eso; sus fines, sus modos y sus concepciones son diversas, pero en toda actividad política debiera prevalecer la moralidad, la justicia, la razón, la sobriedad y la solidaridad.

Con frecuencia, solo se oye hablar de política y de políticos. Y muchos de ellos identifican al político con el pícaro, con el manipulador, con el corrupto, con el ladrón de cuello blanco. Identifican a los políticos como faltos de hombría y pundonor, como cínicos y desfachatados, como compadres y cómplices del saqueo y la corrupción, como maestros del oportunismo y la expoliación, que ojalá que el dedo inexorable de la historia señala a estos políticos como traidores a su Pueblo y que les reserve un sitial en el lugar de la infamia y la indolencia, en el espacio de la desvergüenza y la ignominia.

Fuimos muchos los de la generación de los 60, 70 y 80, que nos involucramos en la acción política desde las aulas de nuestra Tricentenaria Universidad de San Carlos, nos enrolamos con el vigor de la juventud y con ideales intactos y provistos de buena fe, sabiendo que los caminos de la política son inciertos e ingratos. Que en ese transitar podríamos encontrar hombres y mujeres con rasgos de genialidad y grandeza, figuras heroicas y ejemplares y otras personalidades discutibles y hostiles a la democracia. Lamentablemente, ha sido un desfile interminable de políticos mediocres y ambiciosos, impreparados y petulantes, corrompidos y serviles.

Me recuerdo de un viejo artículo, publicado el 29 de noviembre de 1991, cuando era columnista en Siglo XXI, entonces les decía: que los políticos no tenían ninguna carencia de aspiraciones por ocupar lugares y espacios de popularidad y glorias. Pero observamos con satisfacción a estos devotos, cívicos y políticos amigos, con estatura humana y moral, como Max Araujo y Araujo y Raúl Armando Búcaro López.

Como columnista de prensa tengo miles y sobradas remembranzas con vivencias reconfortantes, de esos amigos, Max y Raúl, evocaciones cordiales; porque ellos y como yo, nos recordamos, logros y sinsabores, de algunas luchas estériles y de aquellas que dieron buen fruto. Y todos fuimos maestros universitarios y compañeros. Y los tres somos adictos a la literatura, amigos de vida y amistad, porque todos seguimos, en esta senda, excelente y noble de las letras. Y como escritor, tengo un estilo peculiar y con una narrativa realista, para tratar de situar en contextos apropiados hechos históricos que contienen relatos de personas y protagonistas, con episodios vividos con sus amigos. Esta es la inspiración con el alfabeto, con vocablos y consonantes, cuando tomo la pluma. Y es imposible no escribir y llevarlas al papel cuando el soplo y la sugestión no fecundan, no germinan, y no nacen en el calor de un corazón. Y lo que siempre, es mi pensamiento, porque siempre recopilan los versos, mis prosas, mis coplas, de lo que siempre digo: “soy de oficio un escribiente”. Por eso atesoro a estos dos amigos de mi cofradía, a quienes les tengo cariño, aprecio y consideración.

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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