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Tengo reflexiones de vida, pensamientos, doctrina y conocimiento; mi pasado, el presente, el futuro, la creación y comprensión a los jóvenes abogados, porque son la esperanza de la justicia, el derecho, la verdad y objetividad. Soy jurista por vocación, pero sobre todo me considero una persona con firmes y arraigados valores. En estas páginas de mis columnas, casi siempre medito antes de sentarme frente al teclado; pienso primero, mis palabras y mis consideraciones. Hace 50 años me gradué de letrado y son Bodas de Oro. Fue el 20 de marzo de 1975, un viernes en el Salón General Mayor “Adolfo Mijangos López”; mis padrinos, mi padre, mi tío Plinio Grazioso Isaacs y mi maestro de notariado, don Feliciano Fuentes Alvarado. Entonces aquel día llegó, y me sentí más ternura de darle un beso a mi papá, quien con su total modestia sin fatuidad ni jactancia con sencillez y mesura con el amor muy ufano de ser un padre ABOGADO a un hijo ya abogado, impúsome con lisura la universitaria Toga y diome el primer abrazo de un colega a otro colega.

Entonces empecé a hacer picapleitos, y por eso formulo esta necesaria reflexión y análisis jurídico y deontológico. Soy parte de la Constitución y la honro, que tiene como función esencial “la defensa del orden constitucional”, conforme el artículo 268 de nuestra Carta Magna. La valoración moral que se ha establecido en el campo de la filosofía y sus enseñanzas, la desconocen, quienes se alejaron de la norma moral, que es esa regla inmutable que prescribe a los hombres realizar actos morales absolutamente determinados. Es necesario repetir, que en nuestro país “la Ley Suprema” es la Constitución, es en muchos casos trasunto fiel de lo legislado en otras latitudes y no la referencia deseada y por ello, aunque se considera nuestra Ley Fundamental como de las mejores del mundo, no por ello responden a la idiosincrasia de nuestros habitantes. Y con muy contadas excepciones, las Leyes que dieron resultado allende nuestras fronteras no necesariamente será similar la cosecha de sus virtudes. Por eso se acuñó el aforismo “El Derecho es escolta y no heraldo de la realidad”

Y quiero recordar esto: ¿Qué es ser abogado? Y el significado de la TOGA, que portamos Abogados los verdaderos juristas, la TOGA es el símbolo de la consagración académica, la Toga es virtud, la Toga es decoro, la Toga es seriedad pero sobre todo Dignidad y respeto. Pero nosotros tenemos miles de colegas dignos egresados universitarios, que tenemos testimonio de quienes nos conocen y por ello nos conocen un espacio académico y cívico, le reconocemos un valor especialísimo a la alta investidura que la Universidad nos otorga. Y por ello no puede prostituirse, jamás venderse, ni ponerse a subasta o permitirse que se le confunda con actitudes pueriles que desvalorizan, lo que un día el ilustre maestro don Ángel Ossorio les dijo a los juristas argentinos: «la Toga no es casulla de religión, no es ninguna calidad ni ningún disfraz irrisorio. Para el que la ha conquistado y la lleva es Freno e Ilusión y para aquel que la contempla, es Diferenciación y Respeto».

Me recuerdo de algunos artículos en La Hora; ¿Por qué? Para mí, la Toga es una sensación de conciencia, la representación de un total espíritu solidario, un arco iris de Justicia, un simbólico ropaje de autonomía. La Toga es albedrío, es escrúpulo, es respeto, es compenetración, es el simbolismo de la verdad; es la identificación con la universalidad, con la justicia, con el humanismo, con el derecho, con la fraternidad, con el cientificismo que dan las aulas universitarias. Su conceptualización es sencilla, si entendemos los elevados valores que representa. La Toga es humanidad, encierra un concepto real y verdadero de los valores. La TOGA es anteponer el valor de la vida ante el antivalor de la muerte. La TOGA es curación de la herida ante el antivalor de la tortura; la TOGA sirve y debe servir para defender la realidad hiriente y el atropello.

La Toga es concederle la dimensión exacta al valor de la existencia, el valor simbólico de la casulla académica. La Toga significa para muchos una verdadera «posición de vida». Los irreverentes que reniegan de la Toga, pretenden manipular los valores que de la misma dimanan, con una posición de antijuridicidad y manejan a su sabor y antojo conceptos e instituciones que les fueron inculcadas, pero que no captaron ni entendieron, creando figuras inexistentes, producto únicamente de una torcida inventiva y de una oscuridad mental.

Como abogado, me encontré con la rectitud, la equidad, la objetividad y la razón con la Diosa Temis. En la mitología griega, esta Deidad, es la justicia, la ley, el orden y la memoria. Un jurista, debe ser respetable, honrado, honorable, ser orgulloso y DIGNO de algún día haber sido investidos con una Toga universitaria. Se trata del valor de la Justicia, la Libertad, la Dignidad y la Solidaridad.

Por esto, lo más importante es tenemos el engranaje y el rol mayor importancia e impacto en cuestionar, criticar, señalar y enderezar todo aquello que significa un desvío en la implementación de un verdadero esquema en el desarrollo de la legalidad, de la estructuración funcional de un Estado de Derecho. El papel de los Abogados debe ser de ejemplo en la construcción de una sociedad diferente, en la creación de ese conglomerado social que todos deseamos alcanzar, en donde la justicia social, el derecho, la razón y la moral, sean los pilares que sostiene la estructura de la Nación guatemalteca, a fin de obtener su correcto y necesario desarrollo. Un abogado debe esgrimir y enfrentarse con la defensa de la constitucionalidad y la legalidad. Como jurisconsulto, siempre fui vigilante obligado de la legalidad e impulsor de primera fila en la implementación de la verdadera Justicia; como litigante para discutir y deliberar, debatir, concertar, para tener consenso. Yo como un hombre investigador con sentido común, soy exigente en el cumplimiento de los objetivos y el fin de los abogados, porque nosotros tenemos diversos problemas en nuestro accionar y esas dificultades solo las conocemos quienes sí ejercemos la Abogacía. Porque la Abogacía no es un título, sino un ejercicio, un diario combatir en contra de la corrupción, la ilegalidad y de la injusticia, una pelea diaria en contra de la arbitrariedad, el abuso contra la libertad.

Y termino mi artículo, que un día del año 1983, mi padre quien también fue un joven político que durante la violenta y nefasta intromisión de la Liberación en el 54 y los mercenarios “gringos” de la (CIA) Agencia Central de Inteligencia, sufrió persecución y cárcel, me dijo: «En la política hay que avanzar siempre en el camino recto sin apartarse de él, superando obstáculos con fe y decisión, pero no debe darse un paso más y si es necesario retroceder, cuando la condición o el precio sean o signifiquen la distorsión de la verdad, la justicia, la rectitud y la razón o el abatimiento de nuestras convicciones del más absoluto respeto a los permanentes e inmutables valores del hombre: Su vida, su honra, su dignidad, su seguridad, que desde luego y fundamentalmente son los grandes valores proclamados por el Cristianismo, del que debe nutrirse nuestro espíritu y que debe ser norte de nuestras actuaciones en todas las áreas del desempeño humano…»Y ese consejo lo he tratado de seguir siempre, porque cuando las alternativas en grandes o sencillos trances, significaron disminución o claudicación de esos valores, no he dado nunca un paso más. Y ello se lo inculco y repito a mis hijos, esperando que ellos hagan lo propio algún día con mis nietos.

Porque aquí está mi clan. Hoy que son mis 50 años de graduado de Abogado, quiero, aprecio y amo a mi familia; mi mujer Diana, mis hijos: Cristina, Andrés, Pablo y Javier; mis nueras: Gaby, la Regis y Mónica, mis nietos: Marcela, Tadeo y Lucca, pero hay más, porque en este marzo acaecerá otra nieta: Jessica Andrea, porque todavía está en la barriga de su mamá. Y mi hermano Sergio, mi cuñada Malú, mi sobrino Diego y su esposa Lucky y sus hijos: Sebastián, Martín, Julián y mi sobrina Ana Lucía. Porque en la tribu Bonilla-Salazar, somos afortunados, prósperos, satisfechos y bendecidos por Dios.

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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