Ahora, un paréntesis en los acostumbrados comentarios y análisis políticos, en las críticas objetivas y acciones de hombres públicos y de gobierno. Pero este espacio es por el sentimiento y pesar del fallecimiento, este jueves 13 de marzo, a los 96 años, del licenciado Mario Roberto Guerra Roldán. Fue un amigo, un hombre en el amplio sentido de la palabra. Guerra Roldán, de sus camaradas y compañeros de la Escuela de Derecho, que fue una generación de oro, de esos 50s, 60s y 70s, con cariño le decían sus amigos: “Mario Caulas”. Guerra Roldán fue uno de los mejores amigos de mi padre, desde patojos en párvulos, luego ingresaron al Instituto Central para Varones y después a la Escuela de Derecho de la USAC. Mario Roberto y mi papá se graduaron de abogados. Guerra Roldán fue un ejemplo de revolucionario, arevalista, arbencista; colaboró como Secretario Municipal de la Ciudad con el alcalde Manuel “Meme” Colom Argueta. También fue el primer Registrador de Ciudadanos y luego presidente del Tribunal Supremo Electoral.

Encontré esto hace años: “En una nota de La Hora, sobre el lanzamiento de su libro Memorias de un magistrado, Guerra Roldán expresó que le gustaba coleccionar figuras de tecolotes de todo tipo y tamaño. Era una de sus aficiones, las cuales guardaba con mucho cariño en su vivienda. Guerra Roldán también fue miembro de la primera Comisión de Postulación de Magistrados por la Universidad Mariano Gálvez. Además, fue bombero.”

En la antigua Escuela de Derecho, sitio histórico, donde se comenzaron y se formaron en su profesión de abogados, tuvieron el impulso de esta vocación y se empujaron al campo de las disciplinas sociales. Pero a mí, que también soy abogado, no sé por qué razones, pero en mí esa etapa de mi vida tuvo un fuerte arraigo, una raigambre que estoy seguro fue muy positiva en mi formación como profesional, pero sobre todo en mi actuar como hombre consciente, que entiende la insuficiencia de nuestros sistemas, lo injusto de nuestros estamentos sociales, lo inhumano de nuestras posiciones racistas y esclavistas, y lo angustioso de nuestra situación como Nación. Por esas razones, después de mi etapa universitaria he tenido la compulsión de seguir formándome y conociendo más y más de nuestra aberrante y desviada realidad y destino social, de seguir tratando de buscar lo positivo de aquel entendible escepticismo en el que nos encontramos muchos de esa generación. Porque a la rebeldía nata de aquella edad se sumó una situación económica, política y social asfixiante y violenta.

La anterior digresión resulta ineludible para situar la figura de Mario Roberto Guerra Roldán en la formación social, moral e intelectual de esa generación, con relatos y vivencias de los forjadores de esta formación y gestación de los 50s, 60s y 70s. Guerra Roldán, como docente, siempre fue un filósofo del derecho y un acucioso investigador científico de la historia, y lo más importante es su aspecto humano. Mario Roberto fue un hombre valiente y útil a la causa de lograr la justicia social, la democracia y el bienestar para todos los hombres. Mario Roberto y mi padre fueron parte de esa generación, de esta estirpe, de patojos briosos, compañeros de la injusticia, nuestra vocación humanista. Toda esa pléyade de muchachos, hombres preclaros, auténticos ideólogos de la socialdemocracia.

Esa generación, donde estuvieron en ese recinto universitario, en cuyas aulas augustas, testigos de mil batallas y combates con la pluma, vivimos con la firmeza de defender la justicia, desterrando la vileza, perseverando exactamente en el testimonio constante, ecuánime y fervoroso de la ciencia del derecho, de la equidad y la templanza; y vivir con entereza, tolerancia y gran llaneza en el ejercicio de la Justicia, la Dignidad y la Solidaridad.

Hoy me embarga un dolor profundo al despedir a alguien que, como ser humano, fue poseedor de las altas virtudes que puede tener, mostrar y desarrollar en el decurso de su fructífera vida. Tenía empatía, fraternidad, humildad y amor.

Que estas líneas en la columna de hoy sirvan de testimonio del respeto y simpatía que siempre sentimos por Mario Roberto Guerra Roldán. Y que su esposa, sus hijos, nietos, bisnietos, toda su querida familia y sus amigos encuentren consuelo. Descanse en paz y que su memoria sea una bendición, porque, Mario Roberto, ahora estás con Dios, con el Supremo Arquitecto del Universo. Y como dice la canción de Alberto Cortez:

“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo…”

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