flamabonilla@gmail.com


 

Sigue una saga con anécdotas, relatos, narrativas y leyendas reales, con algunas historias de varias generaciones de familias y amigos de mi padre. Por ello estuve hablando de partidos políticos del 20 de octubre de 1944, entonces esta génesis de partidos contemporáneos; luego partidos modernos y de último sobre el presente y futuro de 40 años de nuestra democracia interrumpida, truncada y mutilada. Bonilla Isaacs siempre soñó un proyecto político-ideológico con un gobierno auténtico democrático, para forjar la nueva generación de muchachos hombres y mujeres, innovados rebeldes, pensantes, justos, solidarios con valor y templanza, con libertad, dignidad, justicia y la decencia, para satisfacer las necesidades de las clases populares y enarbola de la justicia social y para luchar por lo mismo, con una social-democracia izquierda revolucionaria nacionalista, como yo pienso e igual que mi padre.

Pero después el 10 de agosto de 1954, se dio concluida “la primavera democrática en el país de la eterna tiranía”. El pensamiento político de mi padre siempre ha sido de sustentación de un sistema democrático, que por esencia respeta las libertades del hombre y que por ello tiene que ser antagónico de los sistemas opresivos y conculcados, que al negar la libertad niegan al hombre mismo. Mi papá siempre vivió dentro de la institucionalidad, sin apartarme nunca de ella; ideológicamente abrazó el sistema político de la democracia; respetó el derecho de propiedad, no sólo porque constituya acción y efecto de normas dentro de nuestra Constitución política sino con íntima adhesión a ese postulado.

El golpe contra el coronel Jacobo Árbenz Guzmán fue el 27 de junio de 1954 y muchos traidores militares, primero Carlos Castillo Armas, luego los gringos con la CIA y los parias fascistas del Movimiento de Liberación Nacional y con una Iglesia represiva antidemocrática con una fachada con los indígenas, que entonces el Arzobispo Metropolitano de Guatemala, Mariano Rossell y Arellano; y después los despóticos finqueros arrogantes reaccionarios hostiles con los indígenas, con la élite de terratenientes y los poderosos cafetaleros, porque siempre la distribución desigual de la tierra, “en Guatemala es todavía uno de los países de América donde la tenencia de la tierra cultivable está más concentrada y por ello la tenencia de la tierra ha generado un conflicto permanente a lo largo de nuestra historia de Guatemala entre la oligarquía terrateniente y los campesinos desposeídos de tierra cultivable y miembros de comunidades indígenas, conflicto que se extendió a los gobiernos reformistas de 1944 a 1954. Durante los tiempos posteriores a la independencia de este país, la élite criolla continuó con este régimen y el problema social del campesino empobrecido y sin tierra apta para el cultivo permanente candente hasta el presente”, como la Asociación General de Agricultores (AGA), la Cámara de Agro Guatemala (Camagro) y Cámara de Industria de Guatemala (CIG), que son peores que estos CACIFES.

Y tengo que esclarecer este paréntesis, porque debemos darle a la juventud elementos de comprensión sobre nuestra más reciente historia política, sus partidos y su aún joven democracia. Por eso necesitamos jóvenes democráticos que sean de izquierda o de derecha, una dualidad con enfrentamiento con un contexto, que esté siempre esta dicotomía. Creemos que la democracia ha alcanzado pequeños logros fundamentales que sería necio negar. Del mismo modo, creemos que debe corregir sus fallas para poder cumplir con un destino histórico. “Hay que curar –para decirlo con palabras de Alfred Smith- los males de la democracia con más democracia”.

Por ello a los jóvenes motivarlos a que asuman este complejo proceso con autenticidad suficiente como para reconocer lo positivo que pueda tener, respetándose y consolidándose, y “al mismo tiempo, desbrozando de los vicios y errores que amenazan con destruirlo si no somos capaces de cambiar en la dirección que los pueblos exigen”. Con urgencia necesitamos un amanecer de una nueva era, con un 20 de octubre de 1944. Ya NO queremos con una ideología neoliberalismo dominante o los “pseudo” libertarios. Ya NO necesitamos más de 40 años con gobiernos corruptos y políticos indecentes, llenos de bazofia.

Para muchos resulta incomprensible que gran parte de la generación intelectual o pseudointelectual de estos siglos XX y XXI, se hayan caracterizado con generaciones cuyo horizonte principal fue la actividad política, pero implementada y entendida ésta acción, como la sola búsqueda de alcanzar el poder para satisfacer ambiciones personales y llenar vacíos de frustración y un ego de popularidad, que jamás habrían logrado en otras actividades del quehacer humano.

Los que se dicen políticos de estas generaciones se han caracterizado más por la ambición que por la aspiración, más por el hedonismo que por el sacrificio, más por la notoriedad efímera que por la gloria histórica, más por el abuso que por el respeto, más por la prepotencia que por la humildad. Y en este andar de los políticos se ha negado el paso a la ética y a la virtud, a la moralidad y a la decencia, a la paciencia y a la tolerancia. En fin, se ha cerrado el camino a las actitudes correctas y consecuentes con las necesidades históricas de una comunidad nacional ya cansada del engaño y la falacia, de la argucia y la demagogia, cansada del saqueo y la inmoralidad.

Hemos visto desfilar en estos siglos, a políticos de todas las tendencias, de todos los colores y precios; a decenas que se han vendido por lentejas y a unos cuantos honorables, íntegros y decentes. Son muy pocos los políticos que entienden a la democracia como una forma de vida que busca el mejoramiento social y cultural de los pueblos, a la democracia como un sistema diario y necesario de vida que se afianza y halla su base y raíz en la comprensión, la cooperación y la solidaridad. Son contados los que se han habilitado en el entendimiento correcto de lo que es una democracia y escasísimos los formados dentro de cartillas de respeto y honestidad y de trabajo solidario y disciplinado.

Pero todos o casi todos han sido seducidos por la facilidad del dinero, por el placer que la corrupción compra, por la sensación de grandeza que da el poder, por el sentimiento mundanal de riqueza que se experimenta con el dinero mal habido. ¿Por qué han sido seducidos muchos de los hombres guatemaltecos de estos siglos, a implementar y desarrollar su vida dentro de esta actividad política, que ha sido manipulada, pisoteada y herida en sus concepciones doctrinarias y pragmáticas? La política es una ciencia y es un arte. La política es un quehacer que debe aunar en una comunidad nacional la multiplicidad de tendencias humanas. Es una acción de conjunto en que todos los ciudadanos deben participar para buscar el bien común general. La política no es solo una lucha por alcanzar el poder y servirse de sus detentadores para controlar los gobiernos y los Estados y sacar únicamente provecho personal. NO, la política, repetimos, es mucho más que eso; sus fines, sus modos y sus concepciones son diversas, pero en toda actividad política debiera prevalecer la moralidad, la justicia, la razón, la sobriedad y la solidaridad.

Nuestros hijos y nietos nos preguntan con frecuencia, por qué solo se oye hablar de política y de políticos. Y muchos de ellos identifican al político con el pícaro, con el manipulador, con el corrupto, con el ladrón de cuello blanco. Identifican al político con ministros complacientes que dicen sí a todos los caprichos del gobernante de turno, con diputados que a cambio de abundante dinero y hoy aprueban un presupuesto y mañana rechazan un antejuicio. Identifican a los políticos como faltos de hombría y pundonor, como cínicos y desfachatados, como compadres y cómplices del saqueo y la corrupción, como maestros del oportunismo y la expoliación. Nuestros hijos, me dijeron un día, que ojalá que el dedo inexorable de la historia señale a estos políticos como traidores a su Pueblo y que les reserve un sitial en el lugar de la infamia y la indolencia, en el espacio de la desvergüenza y la ignominia.

En mi época de jóvenes, había inspiración y teníamos para ocupar lugares y espacios de popularidad y gloria, en campos de las ciencias, la filosofía, economía, sociología y de las artes, etcétera. Fuimos muchos de la generación de los 60s, 70s, y 80s, que nos involucramos en la acción política desde las aulas de nuestra Tricentenaria Universidad de San Carlos, nos enrolamos con el vigor de la juventud y con ideales intactos y provistos de buena fe, sabiendo que los caminos de la política son inciertos e ingratos. Que en ese transitar podríamos encontrar hombres y mujeres con rasgos de genialidad y grandeza, figuras heroicas ejemplares y otras personalidades discutibles y hostiles a la democracia. Lamentablemente, ha sido un desfile interminable de políticos mediocres y ambiciosos, impreparados y petulantes, corrompidos y serviles. (CONTINUARÁ)

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

post author
Artículo anteriorAutoritarismo municipal en Xela
Artículo siguienteEl IGSS violenta la propiedad intelectual en licitaciones