Este año sentí y palpé más el recuerdo y la nostalgia fugazmente porque vi la mirada y extrañé la presencia de seres amados, afectuosos y caros amigos, esos camaradas que partieron a la luz.

En la psicología, la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas y de sobreponerse a momentos. “Saltar hacia atrás, rebotar”. Esto me pasó en 2024, me dio resiliencia, porque supe la capacidad para adaptarme en situaciones adversas, reafirmar lo que soy y lo que no quiero nunca ser ni estar así. Siempre veo hacia el futuro, en honor a la vida y agradecida por tanto cariño y amor.

Cuando finaliza un año en la vida del humano, se acrecienta nuestra historia de temporal travesía, a veces muy dolida por algún querer de olvido; en ocasiones flexible dando amor cual torbellino y abiertamente a montones, por esas cosas tan bellas, profundas, ciertas, sensatas, que nos marcaron la senda por los caminos del mundo.

Se acumuló otro crepúsculo, nos caló duro el invierno, nos roció la primavera, y muy atrevidamente nos acalora el verano. Pero inexorablemente el otoño en nuestra vida nos inquieta enormemente, nos trastorna la memoria, hacer y retomar temas de algunas ciertas vivencias, unas crueles e inhumanas, otras suaves y benditas, algunas tiernas, piadosas de remembranzas hermosas, conjuntando en todas ellas un gran miedo por la muerte.

Porque vemos temerosos que somos unas minucias, a quienes un Creador artista, de hombre su fisonomía, con deidad y omnipotencia nos insufló vigor y aliento y nos obsequió la vida. Pero en el devenir de la existencia nos vemos menos terrenales, no tenemos más aquella soberbia y grande templanza, de los añorados años hace tiempos ya pasados, de los impetuosos vientos de la fogosa, vibrante y juvenil siempre ardorosa, turbulenta y enredada edad de la adolescencia.

Cuando siempre alborotados imprimimos nuestros bríos en todos aquellos sitios que cual luz de alguna hoguera nos daban la bienvenida y calor, nos estampaban en la fulgurante vida.

Pero cuando damos vuelta a ese ingrato calendario, esos otrora brillantes momentos con oropeles instantes siempre impetuosos, nos invade la nostalgia y presente en la morriña el revuelo y el impulso, por aquellas siempre limpias pinceladas de entusiasmo y todas esas inquietudes nuestras de alcanzadas utopías.

Nuestra imaginación vehemente de vivir adulterando nuestras tantas fantasías, y nuestro sueño dorado de jamás tocar las puertas del arribo a ese invierno de la vejez y el ocaso. Nos sentimos muy lozanos, creídos siempre arrogantes que el tiempo se detenía. Y jamás en nuestro espíritu pensamos en ese día que la muerte ganaría y vencería a la vida.

Hoy aprovecho para recordarles algunas reflexiones, todos, absolutamente todos, mi mujer, mis hijos, mis nueras, mis nietos, mi bisnieta, mi hermano, su esposa, mis sobrinos. Está la gran familia y los “cuates” que han sido mi sostén y soporte, guía y buena sombra; de muchos años para acá he crecido fuertemente en cordura, prudencia y reflexión; un sinnúmero de amigos, mi cofradía me ha ayudado en el logro de obtener una madurez emocional y espiritual; pienso de cuántos he aprendido y recibido consejo, orientación y sabiduría como profesional, como poeta y escritor; a ellos quienes he asimilado verdaderas lecciones de vida y de mi realidad como hombre perfectible; para quienes me han animado y con quienes he compartido en la búsqueda de la excelencia. Para todos aquellos que me han brindado su corazón, su mano y guía oportuna en las etapas y momentos duros; quienes me han alentado en el cansancio y la fatiga. Para todos aquellos que saben perdonar, para quienes no tiene cobijo el guardar ofensas ni hostiles rencores. Para todos aquellos que han reconocido mis victorias pero que también me han apoyado en la derrota. Para quienes me han sostenido en momentos de temor y angustia, cuando he desmayado y no aguanto la cruz, a todos los que me han inyectado su coraje y bravura, a quienes debo en gran parte ver la vida con audacia para acometer las acciones con ardor y pasión; a quienes son francos y cordiales, pero enérgicos y vitales, pero en especial a todos aquellos que han tratado que busque más a Dios. Para todos aquellos con quienes he compartido mi vida y mi historia. A todos ellos, mis incondicionales cuates de siempre.

Un acto de fe de mi amistad, de mi solidaridad y mi cariño; ratifico a mis seres queridos, mi gratitud por todo aquello que hemos compartido y vivido juntos. Y mi palabra como siempre es cálida, humana, fraterna y solidaria; salida de lo más profundo de mi corazón, porque la emoción de saberlos mis amigos, mi familia, es real, verdadera, intensa, sincera y abierta.

Entre mi acervo y revoltijo de ideas trataba de encontrar esa frase, y fue hasta el momento de recordar “casa llena” que hallé una expresión sencilla que explicara lo que sentía. Hay casa llena con esta estirpe, de mi cuna, mi hogar, los hijos, los nietos y la bisnieta. También publiqué el 26 de octubre de 2024, porque nació otro hijo literario, y es parte de mi historia y con esta obra estoy encontrando mi acomodo revolucionario y rebelde, que trata de abarcar en la prosa y la poesía. Porque soy un hombre que gime poesía en mis poros, en mi voz y en la mirada de un bardo. Mi casa llena es uno de los momentos de mayor alegría, tener la casa llena significa estar al 100%. Tener una casa llena es garantía de que estamos trabajando y construyendo nuestra vida. Y digo que hay casa llena porque este año publiqué otro libro, titulado: Manojos de rosas, preludio y conflicto. Genocidio, ignominia y violencia contra los Ixiles. Porque es historia de vida con este texto, que espera encontrar el acomodo revolucionario, amotinado e indómito. Porque es una reseña que trata de abarcar en mi prosa y la poesía, es sucintamente, con los enfrentamientos, miedos, temores, fracasos y sobre todo el desamparo de mis camaradas. Y repito, para mí, escribirlo es un acto de justicia y consciencia.

Esta obra es de género político, con prosas y poesía; y como siempre mis columnas en La Hora. Porque yo soy vanguardista, hombre que impugna, con rebeldía y cuestionamiento, soy revolucionario. Y en el pasado, presente que soy testimonio, como se los dije en mi libro anterior. Son muchos los camaradas en las aulas universitarias y en las trincheras revolucionarias que soñaron y lucharon por realizar la utopía de ser partícipes del nacimiento de una sociedad redimida, más justa, humana y solidaria. Para ellos, la Revolución es un cambio violento en las instituciones y en el sistema político de un país: o una modificación real, clara, objetiva y victoriosa en los gobiernos de este pedazo de América.

Y sucintamente, los enfrentamientos, miedos, temores, fracasos y sobre todo el desamparo de mis camaradas. Para mí, escribir esta pequeña obra, es un acto de justicia, de rectitud y equidad. Estas prosas tratan de ser un testimonio de ello, porque no es la certificación de una historia subterránea, y parafraseando, casi lograron “tocar las más altas cumbres”.

Y termino mi columna con mis hijos: Cristina, Andrés, Pablo y Javier, que ya tienen sus cúspides. Son excelentes, cariñosos, respetuosos, proactivos y con gran mística de trabajo. Soy afortunado y orgulloso de ellos. Y están mis nietos: Marcela “la Marce” y Emilia, mi bisnieta. Y el pequeño Tadeo, hijo de Pablo “el Cacho” y Gaby, que ya tienen un hermanito, Lucca, mi nieto, y en abril de 2025 brotará otro bebé, un nieto, de mi hijo Andrés “Pichi” y Mónica. Por último, Diana, mi mujer, con su abnegación diaria y el estar conmigo en las buenas y las malas, en mis horas de miedos.

Y decirles a mis lectores, porque todos los trovadores, rebeldes y renovadores traemos una realidad auténtica a nuestra particular manera y sentimos que somos parte de esa realidad que debe ser necesariamente transformada, porque cada día se vuelve más dificultosa la vida. Por eso, me he dedicado con ahínco a practicar la literatura y la ciencia del Derecho, para continuar en la senda de buscar y rastrear mi siempre latente y presente, mi quimera, mi sueño y mi ilusión. En la idea de la JUSTICIA de dar a cada uno lo que le pertenece; en la Justicia como esa sensación y sentimiento de satisfacción que se produce cuando lo justo se realiza y vive con sabiduría, decencia y equidad. En la DIGNIDAD como un valor supremo del hombre honesto, vertical y recto con un comportamiento decoroso; en la Dignidad como una actitud del hombre que no cambia jamás su línea de conducta ante ofrecimientos materiales de poder, dinero, vanidad y lujo. En la SOLIDARIDAD como un valor permanente que debe privar dentro del género humano en la tarea de crear una sociedad civil más justa, más fraterna, más libre y más humana; creerán en la Solidaridad como una comunidad de intereses y responsabilidades que hacen del hombre la persona humana que debe ser el centro de toda la actividad social y política de nuestro mundo.

Que el Niño Dios les bendiga a ustedes y a sus familias en estas fiestas de meditación y que el nuevo año sea en realidad mejor que los pasados. Un abrazo y la reiteración de mi profundo afecto.

Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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