Flaminio Bonilla

Abogado, escritor, comentarista, analista de prensa, columnista en “Siglo XXI” de 1991 y luego en La Hora del año 1991 a la fecha con mi columna “sin esconder la mano”. En la política nacional fue miembro del Partido Democracia Cristiana Guatemalteca, su Vicepresidente del Consejo Político Nacional y Director Nacional de la “Organización Profesional Demócrata Cristiana”. Soy un hombre de izquierda y soy socialdemócrata. Fui Registrador General de la Propiedad del 1982 al 1986; Registrador Mercantil General de la República del 1986 al 1990 y luego 15 años Representante Judicial y Consultor Jurídico del Registro Mercantil. Ha sido profesor universitario en la Facultad de Derecho de la USAC y en la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar. Especialista en Derecho Mercantil Corporativo y Constitucional. Soy graduado en Guerra Política del Colegio Fu Hsing Kang de Taipéi, Taiwán.

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Reitero lo que dije el 23 de abril de 2024, porque es necesario retomar y reiniciar el Proyecto que se explicó  en mayo de 2015, el llamamiento a la Convergencia Nacional para la Reforma Política –CONAREP-, para que se inicie su socialización en la comunidad nacional, lo empezó el llamado  G-48 del cual yo fui vocero de un grupo multidisciplinario surgido de la academia, la intelectualidad guatemalteca, las etnias, las universidades y la comunidad de escritores, que formuló en un planteamiento a la ciudadanía, en donde dentro del marco constitucional y respetando la institucionalidad del Estado, se reformaron varias leyes.

Porque en Guatemala cada día tenemos más asfixia política, cada vez más la disidencia. ¿Qué es la  Disidencia?,  es un concepto neutro, es la acción de separarse de una determinada doctrina o pensamiento. Pero, en ciencia política, es así como se le denomina al grupo de personas que abandona una determinada organización por no estar de acuerdo con los principios que la sustentan. En nuestro país, cada día los desacuerdos se realizan desde dentro de las propias organizaciones y los miembros que se quedan dentro de la organización así se llama a disidentes a aquellos que la abandonan, desidiosos y desvalidos, tengan o no motivos legítimos para hacerlo, porque en la vida y en la política hay demócratas, los de derecha, los de izquierda, los fascistas, los ultranacionalistas, los  socialismomarxistas, otros como la Socialdemocracia, la Democracia Cristiana y los Capitalistas o los de siempre neutrales ni chicha ni limonada”. 

Y siempre ha sido una vive con una cacería contra fiscales y jueces como parte de una estrategia amplia que busca asfixiar y neutralizar a quienes han puesto en riesgo el sistema corrupto y desigual. Para afianzar esta estructura, se está promoviendo una cruzada política y cultural que ensalza el nacionalismo en menosprecio de la apertura y la disidencia.

Pero hay muchos que  enseñaron la  diferencia entre la libertad y la opresión, entre la dignidad y el  vasallaje, contra la justicia y la arbitrariedad; entre  la antinomia y el desdobles, la farsa y la irracionalidad. Y también están organizaciones sanas, democráticas y transparentes, no existe la disidencia como la hemos descrito. Puede existir pluralidad de opiniones o, si el individuo decide dejar la organización, lo puede hacer sin problema.

Y tenemos la narrativa real y las ficciones de esos tiempos no se ve tan lejana para Guatemala, porque no tenemos en este país nuestro una economía no  boyante ni menos una justicia social real, lo que tenemos es la corrupción, el racismo, la desfachatez y no tenemos tolerancia, que desnudó la cooptación de un sistema enviciado y cada acto del Ministerio Público está a favor de la impunidad y la persecución de los operadores de justicia y el Gobierno socialdemócrata.

Tenemos espirales de corrupción que son cíclicas en nuestra historia con actores y circunstancias autoritarias. Con preocupación, se presenta la disyuntiva: defender los pocos valores que quedan expresión, libertad de prensa, a manifestarse, asociación, de no ser juzgado sin pruebas o solamente observar cómo se hunden estos principios y con ellos nuestra libertad y nuestro futuro. Si no hay un viraje promovido por un grupo amplio y decidido, la noche, en todo caso, será larga, amarga y dolorosa”.

Y reitero esto: ¿En qué consiste depurar? En política depurar es someter a un funcionario a ex­pediente para sancionar su conducta política y purificar. ¿Cómo se hará esa depuración? ¿Bajo qué parámetros y normas? ¿Quién o quiénes la harán? ¿Cuál es esa figura jurídica de la «depuración»? ¿Es Constitucional esta depuración? Pero es necesario ¿modificar leyes o hacer nuevas leyes?

Me recuerdo que se acuñó el aforismo El Derecho es escolta y no heraldo de la realidad, con el cual se quiere expresar la importancia de que la Ley no debe adelantarse a los acontecimientos que pretende regular. En consonancia se ha dicho que todas las instituciones jurídicas evolucionan, se modifican y se transforman al compás de las variaciones que sufren los presupuestos económico-sociales que deben ser reglados y que raramente las normas se adelantan en el tiempo a la realidad que buscan encasillar; por el contrario: las necesidades humanas nacen antes que el hombre preceptúe a través de la Ley cómo deben funcionar y si el legislador no brinda la regla en tiempo oportuno, el propio gobernado se encarga de hallar la solución en la violación abierta o clandestina -casi siempre generalizada o popularizada- de las instituciones caducas; o bien instaura revolucionariamente un nuevo derecho.

Es necesario repetir que en nuestro país la Ley Suprema es la Constitución, es en muchos casos trasunto fiel de lo legislado en otras latitudes y no la referencia deseada y por ello, aunque se considera nuestra Ley Fundamental como de las mejores del mundo, no por ello responden a la idiosincrasia de nuestros ciudadanos.

Porque debemos limpiar y purificar a todos los políticos corruptos y su podredumbre, a través de delitos duros, penas y castigos.  Expulsar y purgar: diputados, jueces, magistrados, fiscales etc., etc., porque en este país hay atropellos todos los días por el estado, una  total anarquía por las irresponsabilidades de miles de funcionarios públicos cretinos y corrompidos, porque siempre hemos sabido que podría darse un estallido social de incalculables consecuencias.

¿Cuándo deben nacer las leyes? Esta pregunta me la dio un amigo y colega Mario Álvarez Castillo hace 9 años, y fue muy sabio lo que nos dijo: En la actualidad, cuando abundan los ofrecimientos por mejorar la legislación que se entiende con la actividad política, merece recordar que el ser humano siempre va tras la búsqueda de la verdad y como tal, debe quedar excluida cualquier interpretación caprichosa e infundada, porque ello conduce a la disolución social. Consecuentemente, efectuar modificaciones impulsadas por el fragor del momento que se vive dará resultados perjudiciales, ya que no extirparán el vicio, sino encubrir el error que prosperará”.

Es necesario que en nuestro país es nuestra Constitución, que es trasunto fiel de lo legislado en otras latitudes y no la referencia deseada y por ello, aunque se considera nuestra Ley Fundamental como de las mejores del mundo, no por ello responde a la idiosincrasia de nuestros habitantes. Y con muy contadas excepciones, las Leyes que dieron resultado allende nuestras fronteras no necesariamente será similar la cosecha de sus virtudes.

Los organismos legislativos ni tan solo se afanan en legislar, en el entendimiento de que, entre más alto sea el número de leyes emitidas, así se estimará su eficiencia. Ese anhelo y la pretensión se trastocan por el negociar prebendas a cambio de votos para beneficio de otro de los organismos del Estado; esa actitud se conoce con el nombre de corrupción.  Por ello siempre están los tentáculos del poder en este Congreso nacional con su corruptela, putrefacción y deshonestidad.

Los preceptos de nuestra Constitución, no obstante atribuirle la calidad de los mejor formados, peca principalmente por no referirse a los derechos del hombre, a los derechos políticos, y a los derechos civiles en forma separada y conclusiva; siendo los primeros los que resultan de su propia naturaleza, base para la adquisición de los restantes; los políticos concedidos por la misma Constitución; y los derechos civiles, concedidos por otras leyes.

Corolario: Se debe depurar y refundar el estado, con los corrientes  y doctrinas más avanzadas  de las ciencias jurídicas y la filosofía del Derecho, la experiencia del Derecho Comparado y en la realidad nacional y, esencialmente, han demostrado que a pesar de las diferentes ideologías, intereses y visiones, la gran mayoría de los guatemaltecos, aceptan ideas comunes de justicia y derecho necesarios para vivir en paz y armonía, y más aún, que existe voluntad y tenacidad para trabajar por afianzar y la consolidación del Estado de Derecho en Guatemala.

Porque nosotros creemos en la DIGNIDAD, la SOLIDARIDAD y la JUSTICIA.

En la severidad y la idea de la JUSTICIA de dar a cada uno lo que le pertenece; en la Justicia como esa sensación y sentimiento de satisfacción que se produce cuando lo justo se realiza y vive con sabiduría, decencia y equidad.

En la DIGNIDAD como un valor supremo del hombre honesto, vertical y recto con un comportamiento decoroso; en la Dignidad como una actitud del hombre que no cambia jamás su línea de conducta ante ofrecimientos materiales de poder, dinero, vanidad y lujo.

En la SOLIDARIDAD como un valor permanente que debe privar dentro del género humano en la tarea de crear una sociedad civil más justa, más fraterna, más libre y más humana; creerán en la Solidaridad como una comunidad de in­tereses y responsabilidades que hacen del hombre la persona humana que debe ser el centro de toda la actividad social y política de nuestro mundo. Concluido.

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