Flaminio Bonilla Valdizón
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Cuando finaliza un año en la vida del humano, se acrecienta nuestra historia de temporal travesía, a veces muy dolida, totalmente atribulada, por algún querer de olvido; en ocasiones flexible dando amor cual torbellino y abiertamente a montones, por esas cosas tan bellas profundas, ciertas, sensatas, que nos marcaron la senda por los caminos del mundo. Se acumuló otro crepúsculo, nos caló duro el invierno, nos roció la primavera, y muy atrevidamente nos acalora el verano. Pero inexorablemente el otoño en nuestra vida nos inquieta enormemente nos trastorna la memoria, nos hace retomar temas de algunas ciertas vivencias, unas crueles e inhumanas otras suaves y benditas, algunas tiernas piadosas de remembranzas hermosas, conjuntando en todas ellas un gran miedo por la muerte.
Porque vemos temerosos que somos unas minucias, a quienes un Creador artista, de hombre su fisonomía, con deidad y omnipotencia nos insufló vigor y aliento y nos obsequió la Vida. Pero en el devenir de la existencia nos vemos menos terrenos, no tenemos más aquella soberbia y grande templanza, de los añorados años hace tiempos ya pasados, de los impetuosos vientos de la fogosa y vibrante juventud siempre ardorosa turbulenta y enredada edad de la adolescencia. En mi vida me gusta pensar en un mejor futuro con confianza con claridad, y estoy siempre repuesto, refulge el ánimo y la rememoración cordial, aunque sea de luchas en parte estériles e infecundas, muy inútiles y yermas; pero que con afán, decisión y encomio tratamos de realizar y pretender alcanzar. He preferido NO compartir mis actitudes ignotas, mis parafernalias o mis desazones, sino hoy aquellas tenaces y memorables y en parte vivificantes en mi vida terrenal de aquel 2021 que finaliza y que viví intensamente este miedo con la Pandemia COVID-19, con eso que estimo y creo fue una correcta realidad; debo comentar que tuve una compañera, que jamás me abandonó, esa Soledad que ya nunca presente, que tampoco no me causó temores, sino más bien me hizo crecer en espíritu y esencia. Puedo decir algunas cosas pequeñas insignificantes, con un “college” un parte de mi vida, se los comparto para su dilucidación, de mi familia, mi esposa Diana, los tres hijos varones Andrés, Pablo y Javier, mi hija mayor Cristina y mi nieta Marcela, mis padres Flaminio (RIP), Margot y mi hermano Sergio, a todos quienes amo.
Estos dos años, 2020-2021 fueron muy duros a todos; pero a nuestra familia fueron bienaventurado y memorable; el 2020 mi hijo Javier se graduado en Ingeniero Químico e Industrial de la URL y también fue el Matrimonio Civil y Religiosos este 2021 Javier y su esposa Regina; en este año nuestro hijo Pablo y su esposa Gaby nos dieron la dicha de ser abuelos, porque en febrero 2022 estará el -niño- Tadeo Bonilla Lara. Otro logro del clan Bonilla–Salazar, el 28 de noviembre 2021, mi esposa y yo, Dios y con el Cura se celebró los Votos de nuestro Matrimonio Religioso; fue hace más de 41 años el Matrimonio Civil un 11 de abril 1980, por ello estamos con alegría y regocijo.
Para la familia es lo primero, por ello estamos alborotados y casi siempre imprimimos nuestros bríos en todos aquellos sitios que cual luz de alguna hoguera nos daban la bienvenida y calor nos estampaban en la fulgurante vida. Pero cuando damos vuelta a ese ingrato calendario, esos otrora brillantes momentos con oropeles instantes siempre impetuosos, nos invade la nostalgia y presente en la morriña el revuelo y el impulso, por aquellas siempre limpias pinceladas de entusiasmo y todas esas quimeras, esas inquietudes nuestras de alcanzadas utopías.
Nuestra imaginación vehemente de vivir adulterando nuestras tantas fantasías y nuestro sueño dorado de jamás tocar las puertas del arribo a ese invierno de la vejez y el ocaso. Sentarnos en la mecedora cargando a esos retoños, a quienes Dios algún día nos prestó para mimarlo amarlos y consentirlos esas grandes travesuras, y sentir que nuevamente aunque sea en nuestros sueños, somos esas pequeñas criaturas tremendas y revoltosas bulliciosas y golosas a quienes les llaman “nietos”, niños guapos ufanos y siempre ardorosos y no por alarde frívolo ni vanagloria o jactancia, sino simple y llanamente son hijos de nuestros hijos.
Nos sentimos muy lozanos, creídos siempre arrogantes que el tiempo se detenía, y jamás en nuestro espíritu pensamos en ese día que la muerte ganaría y vencería a la vida. Por ello aprovecho para recordarles algunas reflexiones que formulé el año 2021, absolutamente a toda la familia y mis amigos, que han sido mi sostén y soporte, guía y buena sombra; con mucho he crecido fuertemente en cordura, prudencia y reflexión; un sinnúmero de ellos desde años me han ayudado en el logro de obtener una madurez emocional y espíritu. He aprendido y recibido consejo, orientación y sabiduría de mi vida profesional abogado, como político y escritor; de quienes he asimilado verdaderas lecciones de vida y de mil realidad como hombre perfectible; para quienes me han animado y con quienes he compartido en la búsqueda de la excelencia. Creo que tengo todavía inyectado de ese coraje y bravura que tenía cuando eran un patojo “chispudo”, porque a pesar de mis 71 años, creo que soy audaz y para que acometer acciones con ardor y pasión. A los amigos y familia, que han compartido mi vida y mi historia. Hoy le ratificó a mis seres queridos, mis amigos, gratitud por todo aquello que hemos compartido y vivimos juntos, de este corazón que es para todos, porque ustedes son verdaderos y reales amigos. Que el Niño Dios, les bendiga a todos en estas fiestas de meditación y que el nuevo año sea de realidad mejor que los pasados. Un abrazo y reiteración de mi profundo afecto.