Flaminio Bonilla Valdizón
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Estos relatos reales, estos episodios y sucesos con mi progenitor en su etapa histórica cuando era un patojo quien tenía mucha perspicacia; luego un veterano y después un erudito y siempre un gran conversador. Tuvo cosas y costumbres con mucho instinto y mucho discernimiento y que aportó en su vida, eventos y sucesos verídicos. Mi padre siempre decía realidades “no pajas” o como dicen “los patojos”, mi papá no tenía parafernalias, ni para hablar babosadas ni estupideces.
Seguimos con mi papá, al tiempo de querer ser abogado y siempre le gusto trabajar cuando tenía un jovenzuelo de 20 años. Dentro de la Administración pública, sólo trabajó en el Ministerio de Hacienda y Crédito Público (ahora Ministerio de Finanzas Públicas), primero como 1º. Oficial y después Secretario Ejecutivo del Departamento de Bienes Nacionales y Licitaciones.
Para Bonilla Isaacs, fue siempre indispensable el conocer la historia de Guatemala, en la vida de quienes especialmente influencia sobre los destinos de cualquier nación. Como dijo mi padre en otras anécdotas; la caída del gobiernos democrático del coronel Jacobo Árbenz Guzmán, ese nefasto del 27 de junio de 1954, la intromisión extranjera que utilizando con la bota de los milicos guatemaltecos y pagados gringos mercenarios con la intervención imperialista, con el “Ejercito de la Liberación”, ligado a “Movimiento de Liberación Nacional” –MLN- este traidor al mando del coronel Carlos Castillo Armas; se nos terminó la Libertad de aquella nuestra “Diez años de Primavera”. Esa primavera se inició el 20 de octubre de 1944 y después fue sepultada en 1954 por la contrarrevolución. Esta nuestra historia fue totalmente rota y sin esperanza, sin democracia y sin libertad. Esta verdad para mi primavera, interrumpió nuestra epopeya de nuestra revolución guatemalteca y que nunca se renueva. Mi padre fue amante de la libertad de expresión de todos las corrientes ideológicas y un revolucionario de corazón, siempre “recuerdo sus días en que pudo defender el derecho de nuestro pueblo a ser libre”.
Cuando mi papá con muchos guatemaltecos, mexicanos y algunos de otros países, se encontraron a Ernesto Guevara, donde estaban enorme cantidad de asilados y algunos militares chapines en la casa y edificio en la Embajada Argentina-Guatemala en zona 10, (ahora en el Edificio Géminis), y ahí estaba Guevara de la Serna, un hombre de 26 años, que viajó a través de América Latina, residió en Guatemala en 1954, durante el Gobierno electo de Jacobo Árbenz, allí participó en actividades políticas y “fue testigo del derrocamiento de este Gobierno por una operación militar organizado por los gringos de la CIA”. Allí estaban otros asilados que eran considerados por las autoridades -peces gordos- “entre los que se encontraban el Secretario General de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala, (CGTG) el Maestro Víctor Manuel Gutiérrez, así como Carlos Manuel Pellecer Durán, Secretario de Organización de la misma Confederación y Jorge E. Silva Falla, los tres dirigentes más connotados del Partido Guatemalteco del Trabajo -PGT- comunista.
Muchos conocieron a “que decía ser Médico graduado en la Universidad de Buenos Aires” y decían que era “un muchacho delgaducho, no muy bien arreglado, pero también desgarbado, se llamaba ERNESTO GUEVARA”. Allí en la Embajada en donde nació el sobrenombre de “el Che Guevara”, con “que se conoció posteriormente en la Revolución cubana y en el mundo”. Por esos recuerdos, remembranzas y verdades de mi padre en su memoria que vieron su huella revolucionaria políticos brillantes, sus amigos y sus compañeros, por eso los tuvo siempre en su pensamiento. Bonilla Isaacs se preocupó que se temió que se usaría de la represalia y venganza, por ello buscó la protección de la Embajada Argentina, que albergaba a unas doscientas personas, la misma que fue rodeada por elementos de tropa y policía. Por ello figuró con el carácter de ASILADO en tal Embajada, que siempre mostró su comprensión y generosidad de los argentinos. El Gobierno de facto, ya instalado, dio una alternativa: 1) Los asilados deberán salir del País, otorgándoles salvoconducto; 2) Los que voluntariamente decidan quedarse, deberán entregarse a las autoridades y sujetarse a presión, mientras se les investiga. Mi padre optó por quedarse en el País, notificando la Embajada a nuestra Cancillería. (Esos “rollos” que se quedaron siempre en la historia de mi padre, cuando se fue a la cárcel. -CONTINUARÁ-