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El desarrollo de una sociedad es una construcción social, esto es, para desarrollarse hay que planificarlo. Guatemala cuenta con una secretaría nacional de planificación desde hace más de 70 años, pero el país sigue subdesarrollado. Esto significa que o la oficina no sirve o los políticos no escuchan lo que dicen los planificadores, una nueva profesión per se. Las instituciones públicas usualmente tienen sus departamentos u oficinas de planificación que generan planes de desarrollo municipal. Así las municipalidades cuentan con su oficina de planificación municipal, la Universidad de San Carlos (Usac), cuenta con una coordinadora de planificación, pero tanto las municipalidades como la universidad no se desarrollan realmente. Son entes burocráticos repetitivos. 

Para desarrollar un país, salir de la tristeza y decadencia del subdesarrollo se requiere creatividad, inventar formas nuevas para hacer cosas nuevas. ¿Cómo vamos a producir mejor si nuestros sistemas productivos son en el mejor de los casos artesanales y en el peor repetitivos basados en rutinas innecesarias? 

Desde que somos seres humanos, homos sapiens convertidos en homos faber y homos techné, venimos haciendo transformación de materia y energía de forma intencional, creando nuevos materiales, creando sistemas energéticos para vivir mejor, para alimentarnos mejor, para dormir mejor, desde que nacemos hasta que morimos, somos creativos porque hemos recreado cómo nacer, cómo vivir, cómo producir más y mejor. Desde la invención de la flecha y el arco hasta la invención del motor de combustión interna hemos sido creadores. A partir de los procesos de globalización que se iniciaron a mediados del Siglo XX, también se intensificó el papel de la ciencia y la tecnología conectándola a la producción. 

Para tener una idea de la importancia de la innovación en los subsistemas económicos hay que notar que las principales economías del mundo son las que aparecen en los primeros lugares en los estudios de innovación, particularmente el Índice Global de Innovación, GII, por sus siglas en inglés. Recientemente la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual publicó los resultados del GII 2025 en el que destacan los primeros tres lugares a nivel mundial: Suiza, Suecia y Estados Unidos. China es número 10, aunque innovador, aún no es el más innovador mundial. Que las mayores economías tengan los mayores índices de innovación significa lo obvio: Que los países que más y mejor invierten en ciencia, tecnología e innovación son los países más desarrollados. Esta debería ser suficiente razón para innovar a menos que queramos vivir en la pobreza.  

En América Latina los mayores índices de innovación los tienen: Chile, Brasil y México, también son países que invierten en ciencia, tecnología e innovación. Luego en la parte baja aparece Guatemala con el número 123 de 139 economías evaluadas a nivel global. Guatemala se encuentra en el GII del 2025 en el puesto 19 de América Latina de un total de 21 economías, realmente casi de último.  Y como no si Suiza invierte más del 3% del PIB en ciencia y tecnología, mientras Guatemala apenas invierte el 0.03%. En ese rubro de inversión en ciencia y tecnología Suiza invierte 100 veces lo que Guatemala invierte. 

La existencia de oficinas de planificación no ha logrado crear una cultura de innovación. La razón es que las oficinas de planificación son externas a los procesos reales de la institución. Así, una oficina de planificación municipal no es capaz de direccionar ni en forma ni en fondo procesos transformativos innovadores como: Mejorar la burocracia reinante o mejorar la gestión de agua, a través de reúso, tratamiento y otros. Esos grandes lineamientos de los concejos municipales no llegan o no se entienden. Las instituciones públicas y la mayoría de las privadas están totalmente desvinculadas de la ciencia y la tecnología. En general no hay innovación.

Aquí hay que aclarar que, debido a su naturaleza privada, la industria y los empresarios diversos realizan sus procesos privados de planificación y en algunos casos de innovación. Aquí miro yo un problema serio porque si las industrias son monopolios privados extractivos, no invertirán en ciencia y tecnología. Por tanto, el Estado también debe tomar cartas en el asunto y definir una política industrial. Deben existir subvenciones del Estado hacia pequeños y aún medianos empresarios para crear polos de excelencia. Ya sé que los neoliberales se me vendrán encima, pero para salir del subdesarrollo en el que estamos de un país marcadísimo por la injusticia y la inequidad, la macro planificación de lo público y lo privado debe venir del Estado, no para violentar la libre empresa ni la propiedad privada, sino para identificar áreas de inversión mediados por intensos procesos de innovación científica y tecnológica para hacernos buenos, buenísimos en algo: 

Aunque Guatemala tiene la mayor industria de América Central a juzgar por su PIB, Panamá tiene una industria altamente tecnificada. En Guatemala realmente son pocas las industrias innovadoras ya que el país vive en una terrible inequidad, con una pobreza del 60% y con una desnutrición infantil del 50%. Junto a eso, el 10% de los más ricos reciben el 50% de todos los ingresos y el 20% más rico concentra alrededor de 2/3 de todos los ingresos, esto es, el 66%. Así que la gran mayoría de los guatemaltecos viven en condiciones de pobreza desarrollando prácticas económicas de subsistencia, esto es viven en subdesarrollo.  

Las grandes industrias son: La del cemento, la de la caña de azúcar y sus derivados, esto es, agroindustria, la industria química y de medicinas, la industria de manufactura y la de producción de bebidas y alimentos, bancos, telecomunicaciones y otras. Estas industrias y servicios, que pertenecen al 10% de los más ricos de Guatemala, son empresas innovadoras, pero no han permitido desarrollo social para todos. El reto que tenemos es mejorar las prácticas productivas de los pequeños y medianos empresarios para reducir la enorme brecha entre pobres y ricos. Eso solamente será posible si se invierte en la innovación de la pequeña y mediana empresa, lo que a su vez significa invertir en ciencia y tecnología, lo que a su vez significa plantear un modelo de desarrollo más justo, con prácticas innovadoras. Esto no será posible si no tenemos personas talentosas, con capacidades científicas, tecnológicas, ingenieriles y matemáticas.  

Fundamentalmente requerimos un plan de desarrollo, que incluya un diagnóstico dinámico de lo que existe en materia industrial y de innovación actual que ya se realiza en el país. La otra parte del plan es saber qué capacidad instalada tenemos en empresas, institutos de investigación, capacidades humanas. Hay que hacer un estudio de las capacidades de los sistemas educativos para formar talento humano. Hay que generar un plan de desarrollo industrial con una visión social y no solamente extractivista, donde el Estado actúa como un conector entre la ciencia, la tecnología y el sector productivo, pero con una visión de interés nacional, esto es, desarrollo para todos los guatemaltecos no para unos pocos.  Eso es parte de lo que hay que hacer. 

En los siguientes números de mi columna en La Hora que titularé: «Planificación», desarrollaré algunos de los complejos elementos que hay que construir y conectar para que la planificación realmente tenga impacto en la creación de prácticas innovadoras capaces de afrontar los enormes problemas de subdesarrollo que tenemos. Esto es urgente hacerlo, porque si no es ahora, no será nunca.

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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