Uno se educa en el hogar, en la escuela, en la iglesia, en las actividades deportivas, en general los seres humanos nos educamos en todos los contextos sociales donde vivimos y participamos. Sin embargo, la educación que se institucionaliza es la escuela. La escuela tiene una estructura duradera que le da a los niños normas y roles para realizar las prácticas sociales que nos hacen humanos, o sea, la capacidad de producir bienes y servicios; entendida como práctica económica, la capacidad de participar socialmente, entendida como práctica política y la capacidad de construir nuestra propia identidad, la práctica cultural. La escuela, en este sentido, es una institución relativamente nueva, con unos 200 años de historia.
Vamos a la escuela, no solamente a aprender a leer y a escribir. Ciertamente, al inicio de los procesos de alfabetización en Estados Unidos, por ejemplo, el objetivo no era realmente aprender a leer y a escribir. El aprendizaje de la lectura y la escritura era para Horace Mann, el padre de la escuela pública norteamericana, el medio para formar ciudadanos que pudieran participar en la emergente democracia. Aquí la educación se miraba como un bien público. Para eso eran las escuelas públicas en el Siglo XIX y parcialmente en el Siglo XX en Estados Unidos. Para eso eran las escuelas tipo Federación de la revolución de 1944, educación como bien público. Estas bellas escuelas son una muestra de la alta calidad humanística del entonces presidente Juan José Arévalo Bermejo.
Sin embargo, la educación también tiene un objetivo privado, personal. Esto es, crear capacidad para la vida económica, capacidad de trabajo, capacidad laboral. Antes de la escuela, las personas aprendían un oficio y lo hacían de forma artesanal, participando en el taller con sus padres. En la medida en que las ciudades se hicieron más complejas, también las necesidades laborales de especialización se incrementaron. Así que la educación se convirtió en una institución que de a poco empezó a preparar a las personas para la vida laboral.
Tanto en Estados Unidos como en Guatemala y en otros países, la educación no solamente tiene estos dos objetivos, el económico (mejores trabajadores) y el político (mejores ciudadanos), también se ha convertido en un lugar de protección social, un lugar donde los niños y niñas que no tienen comida en sus casas, en la escuela al menos toman un desayuno. Un lugar donde a los niños se les piden vacunas. A los padres de familia, particularmente a las madres, las escuelas les ayudan a cuidar a sus niños como si fuesen guarderías. Para el COVID nos dimos cuenta de que al cerrar las escuelas públicas quienes más sufrieron fueron las madres que tenían que trabajar fuera del hogar. Ciertamente, la preocupación de los padres no era si sus hijos aprenderían matemática, ciencias o lectura, no. La preocupación era: Ahora quién va a cuidar a los niños.
Así nos encontramos con cuatro objetivos que le hemos venido dando a la escuela: 1) El cultural, aprender a leer y escribir, matemáticas, ciencias, deportes, música; 2) el económico, capacidades para el trabajo; 3) el político, ciudadanía, educación cívica para participación social y 4) el de protección social, que finalmente ha resultado el más importante para los padres que deben trabajar. Al final le pedimos tanto a las escuelas que parece que no se especializan en ninguno de ellos. A esta noble institución llamada escuela le hemos pedido de todo y realmente de regreso le damos poco.
Le damos poco, porque no revisamos la inmensa investigación científica sobre cómo aprenden las personas en general y cómo aprenden los estudiantes para mejorar nuestro currículo y nuestros programas de formación docente. Esto se debe extender a los profesores, esto es, cómo formamos a los profesores. Cómo se van a formar docentes en una Facultad de Humanidades donde la ciencia no emerge. Cómo formaremos profesores en universidades que no solamente no hacen investigación científica, no entienden mecanismos de aprendizaje y no prueban científicamente didácticas de ningún tipo.
A la escuela, la institución llamada escuela, le damos poco, como lo ha descrito, explicado y documentado Fernando Mollinedo en su columna aquí en La Hora, particularmente sus columnas siguientes: «A quién le importa la educación» del 18 de agosto de 2025 y «Esperanza educativa para el ciclo escolar 2025» del 2 de diciembre de 2024, entre varios artículos que no parecen ser leídos en los vacíos pasillos del Ministerio de Educación en la zona 10 de la Ciudad de Guatemala, donde toda la literatura científica del aprendizaje y la educación parece tener prohibiciones de entrada.
Este es un país donde ni los profesores, ni los directores de escuela o de institutos, ni las autoridades de Educación parecen leer libros, menos revistas científicas sobre educación, aprendizaje, formación docente con bases científicas, gestión escolar, economía de la educación, antropología de la educación y menos, pero mucho menos, filosofía de la educación. Ahora salen con que van a construir 504 institutos nuevos. Ojalá sea cierto, pero es difícil de creer porque construir ese enorme número parece estar fuera de las capacidades del Estado. Pero lo prudente sería mejorar las existentes, los abandonados institutos técnicos, equiparlos con maquinaria moderna, preparar mucho mejor a los abandonados profesores a través de programas de formación diseñados por gente que sabe, que pueda dar evidencia de que la mejora en los aprendizajes docentes puede conectarse a la mejora de los aprendizajes estudiantiles.
Así que entre el discurso populista de que construirán 504 institutos y la triste realidad de la educación pública guatemalteca, cooptada por un grupo de sindicalistas que más parecen parte de una clica, el reto de mejorar los aprendizajes estudiantiles es enorme. El camino de la mejora de la educación es la inversión en mejores profesores. Eso requiere tener la humildad de reconocer que las cosas no están bien. O será acaso que el dato de que solamente el 13% ganan el examen de matemática no le interesa al Ministerio de Educación. O sea, 87% de estudiantes que toman los exámenes de graduandos en el diversificado no saben matemática. ¡Nuestros alumnos no saben matemática elemental! O no será suficiente saber que el 70% no entienden lo que leen.
Estos indicadores debemos mejorarlos, al menos los alumnos deben aprender matemática elemental, deben entender lo que leen, ya es hora de mejorar esto y reconstruir a las escuelas formando mucho mejor a los docentes. Hagámoslo ahora, porque si no es ahora, no será nunca.







