La democracia fallida nuestra, una especie de democracia tropical que es esencialmente formalista, no realista, solamente tiene espacio para las formas no para la esencia. Quien mejor representa este formalismo es el presidente Arévalo, hombre de formas, de maneras, de diplomacia, cuyo último discurso en Naciones Unidas refleja esta ambivalencia. Ciertamente, en su discurso habla de las soluciones pacíficas al conflicto entre Israel y Palestina, pero no rechaza el genocidio del pueblo palestino. El gobierno de Arévalo no votó para oponerse a la ocupación de Israel en Palestina, más bien mantuvo su política «democrática» vigente, por lo que pidió a sus embajadores de carrera a que se abstuvieran de votar. ¡Vaya democracia!
Si uno pregunta al presidente de la nueva primavera qué ministerio es el que mejor se desarrolla, creo que diría que es el de Educación. A ese ministerio hace constantes referencias en sus mañaneras, la «ronda», una conferencia de prensa llena de incoherencias. Pero es en Educación donde se observan aparentes avances, en especial el enfrentamiento con Joviel Acevedo, donde la ministra al inicio se posicionó fuertemente contra sindicalistas en una huelga ilegal, pero al final les dio una ridícula sanción administrativa. La democracia de Arévalo otra vez mostró que no tiene intención de cambiar nada a profundidad.
La democracia pasa por una crisis mundial que tiene múltiples raíces, un complejo fenómeno. Una de esas aristas es la democracia en los sistemas educativos, desde la familia, la escuela, las universidades y otros sistemas educativos no formales. Es la escuela el lugar propicio para aprender la vida democrática, pero ese aprendizaje no se da. Lo que sucede en las aulas escolares y en las aulas universitarias son formatos educativos autoritarios desde todo punto de vista. En general, hay un modelo autoritario desde la selección de conocimientos con propósitos escolares hasta las dinámicas internas en las aulas escolares y universitarias.
El discurso triunfalista del Ministerio de Educación no tiene nada que ver con la triste realidad del fracaso de los aprendizajes estudiantiles. A la fecha, 2025, Guatemala es el país con los indicadores de aprendizaje más bajos de América Latina, solamente comparados con los de Haití. En matemática los graduandos de secundaria toman un examen, de graduados. Mire estos catastróficos resultados: Apenas el 13% pasa el examen de matemática elemental, aritmética principalmente. En lectura, el 30% pasan el examen, 70% no saben entender lo que leen.
Como si los datos anteriores no fueran ya espeluznantes, con alumnos que no entienden lo que leen y alumnos que no saben matemática elemental para la vida cotidiana, tampoco los profesores saben mucho porque apenas aprueban exámenes de docentes que realiza el Ministerio de Educación. La actual ministra ha desarrollado un masivo programa de formación docente. Habrá que esperar a las evaluaciones de dicho programa a juzgar por los impactos en los aprendizajes estudiantiles.
Ahora la gran noticia es que el Ministerio de Educación construirá 504 nuevos institutos de nivel medio y esto hay que aplaudirlo porque aumentará la cobertura, pero no toca el problema de la calidad. ¿Quién preparará a los docentes de esos 504 institutos? El mismo sistema ineficiente actual que ha producido raquíticos aprendizajes en ambientes autoritarios donde no se construye pensamiento crítico sino lecciones escolares memorizadas que no sirven para nada.
En la educación pública guatemalteca tenemos problemas esenciales y sistémicos que no tienen que ver solamente con la infraestructura. Desde mi punto de vista, el problema esencial de la educación guatemalteca es la ausencia de educación técnica en la primaria y en la secundaria. Usted creerá que yo exagero o que soy simplista, pero no. Ahora explico nuevamente, porque en este mismo espacio de La Hora he dado evidencia en una veintena, o más, de artículos sobre la importancia que tiene una buena educación técnica para cualquier país que quiera salir del subdesarrollo.
Me refiero a la importancia de la educación técnica, no tecnocrática. No me refiero a la educación técnica de mediados del siglo pasado, artes industriales o educación para el hogar, una educación artesanal, no. Me refiero a una educación que se centra en la emergencia de aprendizajes en ciencia, tecnología, ingeniería, matemática y arte, STEAM, por sus siglas en inglés. La educación STEAM es la educación técnica del Siglo XXI. Su objetivo es construir capacidades laborales, intelectuales, artísticas y emocionales, individuales y principalmente capacidades sociales.
La educación STEAM no debe ser un apéndice sino debe ser la columna vertebral del sistema educativo. No se trata solamente de construir nuevos edificios escolares, ni de remozar viejas estructuras. Eso está bien, pero no es la esencia. La esencia es cambiar profundamente la naturaleza de la fracasada didáctica guatemalteca, desde la pre primaria hasta la universidad y para eso hay que crear una visión de transformación, fundamentalmente de la educación superior. No podemos seguir con un presidente, con una vicepresidente, con una ministra que no quieren hacer transformaciones en la educación superior para luego lograr que dichos cambios se infiltren en la educación secundaria y primaria.
Bajo el pretexto de la pseudoautonomía, nadie quiere intervenir a la educación pública superior, que es donde se forman los profesores de todo el sistema educativo. Pero esa intervención es realmente tarea de las autoridades actuales. Si no se cambia a la educación superior, no habrá cambios en la educación obligatoria, cuyos indicadores ya nos ubican en los peores lugares de América Latina. Si no mejoramos el currículo y no lo transformamos por uno nuevo, con una visión renovada que le de la importancia que merece la educación técnica, entendida modernamente como educación STEAM, por sus siglas en inglés, seguiremos memorizando operaciones aritméticas, leyendo como loros, aprendiendo inglés año tras año en la escuela para nunca tener capacidad de leerlo ni de hablarlo, seremos un fracaso.
Hay que entender que el sistema educativo es un sistema complejo, esto es, que tiene partes complejas que lo integran. Para eso hay que entender las partes y la forma en que interactúan. Así que, si se van a construir 504 institutos nuevos pero que no se cambia el sistema de formación docente, todo quedará igual o peor. Si se van a construir 504 institutos, pero no se mejora el currículo, dándole prioridad a la educación científica, tecnológica, artística, matemática y de ingeniería, no haremos cambios realmente. Estos serán otros 504 espacios escolares abandonados donde no emergerá ni democracia ni ciencia alguna. No tendremos pensamiento crítico ni de directores, ni de docentes y menos de estudiantes. La democracia no emergerá si nuestras escuelas no modelan una vida democrática, no una vida de mentiras donde los estudiantes presentan proyectos de mentiras.
Si no hacemos cambios profundos en la educación guatemalteca, seremos un país de formas, de maneras, de diplomacia, de vestimenta de marca, del último Iphone cuya tecnología jamás entenderemos. Seguiremos dependiendo tecnológicamente de los países que sí invierten en educación técnica y tienen ministros de educación que saben a donde van y universidades de verdad que saben hacer formación docente porque hacen investigación científica sobre el aprendizaje. ¿Será posible tomar conciencia de esto? ¡Hagámoslo ahora! Tomemos conciencia, porque si no es ahora, no será nunca.