La historia del agua subterránea es difícil de contar. Es como contar la historia de los átomos, de los protones, de los electrones y de los neutrones porque ninguno de nosotros los ha visto. No miramos átomos y menos miramos electrones. No miramos directamente el agua subterránea. Para «mirar» electrones se requieren experimentos, aceleradores de partículas o experimentos ingeniosos como aquel bello experimento de Robert Millikan, cuando no solamente descubrió la carga eléctrica del electrón sino también nos ilustró que la carga del electrón estaba cuantizada, esto es, viene en paquetes, vienen en múltiplos de una carga elemental. ¡Qué maravilla!
El agua subterránea es el agua que está debajo del suelo. En general, es un agua invisible para nuestros ojos. Se trata de aguas que se encuentran en formaciones de rocas y de arenas que guardan, almacenan agua en «recipientes» naturales llamados acuíferos. ¿Y cómo sabemos esto? Para el caso particular de Quetzaltenango lo sabemos debido a los estudios hidrogeológicos que se han hecho desde la Maestría en Ciencia y Tecnología del Agua creada por nosotros en el 2008 con fondos de NUFFIC, la entonces agencia de cooperación holandesa para la educación superior, con quienes desarrollamos un programa integral llamado Gestión de Recursos Hídricos en el Occidente de Guatemala.
Estos estudios científicos nos han dado una primera imagen de las aguas subterráneas de Quetzaltenango. Esta es la verdadera función de la universidad pública, no estar desarrollando programas «patito», de mentiras, como las extensiones de humanidades del usurpador a la rectoría actual de la tristemente cooptada Universidad de San Carlos.
Para «mirar» el agua subterránea también requerimos de experimentos y equipo de sondeo eléctrico porque es difícil tener acceso directo a los acuíferos sino por información de los pozos de agua, aparte de manantiales burbujeantes como los que se encuentran en Varsovia y Monrovia, dos aldeas de San Juan Oscuntalco, que dan agua a la ciudad de Quetzaltenango. Pero el agua subterránea existe en lo más profundo de la tierra, en el núcleo de la tierra y permanece fuera de la vista y de nuestra atención mientras flujos de agua que forman ríos subterráneos y acuíferos interactúan con las capas geológicas bajo nuestros pies, bajo nuestros pasos que no perciben todos los fenómenos hídricos que se dan ocultos a nuestra vista.
Para formarse estos acuíferos y estos ríos de agua subterránea se ha llevado siglos, miles y en ocasiones millones de años a través del ciclo del agua. Estos períodos de tiempo son demasiado largos para comprenderlos en nuestras vidas modernas, que se pierden en nuestra desesperación del tráfico vehicular de las ciudades que han impermeabilizado totalmente toda recarga hídrica, mecanismo elemental para disponer de aguas subterráneas.
Nosotros en Quetzaltenango dependemos totalmente del agua subterránea. Pero eso se repite en Ciudad de Guatemala y también en Antigua Guatemala, Sacatepéquez, lugares de donde tenemos alguna información hidrogeológica de las aguas subterráneas. Las aguas subterráneas son esenciales para la vida en el planeta porque constituyen la mayor reserva de agua dulce. Se reporta que el agua subterránea es el 97% del agua dulce disponible, ya que el 3% son glaciares, no fácilmente disponible. El 97% del agua fresca disponible está contenida en los acuíferos. Este es el componente más importante del ciclo del agua, del ciclo natural del agua.
En el mundo, el 80% de las personas dependen del agua subterránea. En Guatemala, la gran mayoría de ciudades depende de agua subterránea y en Quetzaltenango la ciudad realmente depende casi totalmente de agua subterránea. Las áreas rurales también cada vez más dependen del agua subterránea la cual debemos conocer mejor y legislar de forma pertinente. Usted no lo va a creer, pero en Guatemala si usted es dueño de un terreno la ley lo hace dueño del agua subterránea de su terreno. ¡Qué barbaridad! No puede ser si el agua subterránea debería ser de todos y eso debe plantearse en la ley del agua que se está construyendo.
En resumidas cuentas, debemos aprender a contar la historia del agua subterránea, tanto del mundo como la historia del agua subterránea de nuestros pueblos, porque esa agua es de todos y si seguimos abriendo pozos a diestra y siniestra sin control alguno, nos quedaremos sin agua subterránea. Para entender y transformar para bien nuestras sociedades, las universidades deben hacer investigación científica, tecnológica y social de alto nivel sobre agua y principalmente sobre agua subterránea. Ese es el camino, el camino de la recuperación del agua. Hagámoslo ahora porque si no es ahora, no será nunca.