Salimos de la ciudad de Quetzaltenango, la antigua Culajá o Tqul-Já de los antiguos mames, según Carlos Vásquez, periodista quetzalteco. Culajá significa «Garganta de Agua», la ahora bella Xelajú. Bajamos siguiendo el cauce del río Samalá otrora un bello río de agua fría de montaña alta, convertido en un drenaje de aguas negras de San Francisco El Alto, San Cristóbal Totonicapán, Salcajá, Quetzaltenango, Cantel, Zunil, Santa María y de cuanto pueblo se encuentra en sus cercanías que lo usa como desagüe, del latín des: negación y aqua, que es agua, esto es desaguar hacia el río. Nuestro destino, el mar.
El descenso es enorme, de 2,600 metros sobre el nivel del mar, msnm, hasta casi cero en las cercanías de la playa llamada Champerico, tierras de la extinta compañía Champer & Co. de 2,600 a 0 msnm en una hora es una enorme pendiente, es el descenso del volcán Santa María. Nos detenemos en San Felipe Retalhuleu, para comprar los chicharrones y la yuca como dicta la costumbre, previo a pasar por Xetulul, la actual Xetulul del IRTRA, esto es el parque acuático del Instituto de Recreación de los Trabajadores de la Empresa Privada y no Xetulul en las cercanías de San Francisco Zapotitlán. Xetulul significa zapote en quiché y los invasores tlaxtaltecas (mexicas) que hablaban náhuat que venían con Pedro de Alvarado denominaron a la región Zapotitlán, el actual San Francisco Zapotitlán, nombre que significa zapote en náhuat, tierra donde se desarrolló la mayor resistencia quiché en abril de 1524, historia descrita en La Hora en «La llegada de los castellanos a Xetulul», el 6 de febrero de 2024 y confirmada por el historiador quetzalteco Francisco Cajas Ovando.
Nosotros, previo de llegar a la actual Xetulul y en las cercanías de San Martín Zapotitlán, justo antes de llegar a San Felipe Retalhuleu encontramos el mismo hundimiento que se reportó hace tres meses, en mayo 2025. Mis incrédulos ojos no lo pueden creer. Esto parece una historia de Gabriel García Márquez, de un país inexistente donde nada pasa y todo es posible, estamos en el kilómetro 189 de la carretera de Quetzaltenango a Retalhuleu que se conoce como Cito Zarco. El flujo de agua sigue carcomiendo la débil carretera que se sostiene por un acto divino. Maquinaria no hay. Reparaciones, no hay. Interés del gobierno, no hay. Capacidad tampoco parece existir en estas abandonadas tierras que fueron conquistadas por Pedro de Alvarado y por la indiferencia política de la actualidad.
En este territorio no parece existir gobernador. Bueno, siempre me pareció un puesto decorativo. Alcalde, ni ladino ni indígena se hacen presentes. Sí, hay un par de policías que dejan pasar el tráfico vehicular en una sola dirección, como si esa fuera la solución. Falta poco para que el débil carril que se sostiene sobre la nada, colapse. Es, literal y metafóricamente hablando la crónica de un desastre anunciado como ya lo reporté en mi columna del 28 de julio del 2025 con el título sarcástico: «La infraestructura no tiene quien la cuide», siguiendo también otra novela de García Márquez. Pero además de incapaces, inútiles e indiferentes los del Ministerio de Comunicaciones y su chafarote ministro también son sordos y mudos porque no escuchan las solicitudes de la población que se ve afectada por este hundimiento, que, si bien es producto de la corrupción del gobierno anterior, ahora es responsabilidad de Arévalo, quien tampoco dice pío, menos la vicepresidente, que se mantiene en sus clubes de ciencia. ¡Vaya desgracia!
Lo del actual kilómetro 189 en Retalhuleu se parece a la historia del kilómetro 144, solo que en este último aducían que era Giammattei quien no había dejado pagado el mantenimiento de la carretera Palín Escuintla. Lo del kilómetro 189 y del 144 se parece a la indiferencia con el mantenimiento de las carreteras principales, de los puertos, de los aeropuertos, de todo. No entiendo para qué quieren ser ministros, vicepresidentes o presidentes si no pueden hacer lo mínimo para un país que se sostiene entre sus ruinas.
Hay gente que dice que este gobierno ha mejorado carreteras, creo que esta gente nunca sale de su casa, no maneja, no toma un bus y ni va por las desatendidas vías principales del país. Ya van muchas columnas en La Hora y en otros medios que hablan sobre este tema, principalmente las de Emilio Mata que solamente este año del 2025 ya escribió más de dos docenas de artículos sobre la decadente infraestructura nuestra. ¿Sabrán leer en el gobierno? A mí me parece una irresponsabilidad no tener capacidad para escoger buenos ministros de comunicaciones: De una arquitecta a un médico, de un médico a un chafarote y el Colegio de Ingenieros calladito, porque un ingeniero con experiencia de ingeniería y administración pública es lo que se necesita, zapatero a tus zapatos. Ya basta de tanta improvisación presidente Bernardo Arévalo. Dígale a su vicepresidente que haga algo útil y lo apoye con la infraestructura.
Mientras sigo mi recorrido histórico me pregunto cuando escucharé del hundimiento total del kilómetro 189, para entonces será demasiado tarde recuperar las vidas que perderemos. Por favor presidente, ministro, gobernador, háganlo ahora, reparen ese hundimiento porque mañana será muy tarde.