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Como si fuera una serie televisiva de terror, luego de la estupidez del «Día de la Biblia», no porque la Biblia no merezca respeto si no porque en un Estado laico como lo es el nuestro, ninguna religión debe tener prioridad sobre otra, ahora vienen con otra propuesta. El diputado Boris España plantea que Joviel y sus 40 ladrones, sí, la mismísima obra de Ali Babá, sean «perdonados» por los 50 días de clases que no dieron. No dieron las clases no por ir a un programa de formación docente, que bastante lo necesitan, no. Eso ni conocen de qué se trata. No dieron clases por participar en una huelga ilegal que debía terminar con el despido de estos maestros, empezando con el líder de la clica del pseudosindicato, el vulgar, mentiroso, vago de Joviel Acevedo que como Kassim, personaje de Ali Babá, ambicioso, pero poco trabajador, quiere seguir disfrutando de los frutos del secreto pacto colectivo.

En la Hora se ha reportado que el 2024 fue el año del nivel más bajo de aprendizaje de matemática y lectura, con un 12.9% y 35.5%, respectivamente. Estos son los indicadores más bajos de América Latina. Claro, los maestros de Joviel no saben matemática, sino para contar su mal ganado sueldo mensual. Comprensión lectora tampoco tiene ni Joviel ni sus maestros, menos capacidad para enseñar. Su actuar durante la huelga ilegal de 50 días muestra claramente que estos criminales pueden ser de todo, menos maestros ni maestras.

Ahora en el Congreso de la República un diputado y sus secuaces propondrán que se les perdonen las multas y se les anulen las actas administrativas que el Ministerio de Educación levantó durante esta huelga ilegal. ¿Cómo explicar semejante propuesta? La única explicación es que ante la debilidad del Pacto de Corruptos y ante las venideras elecciones estos perversos diputados requieren apoyos de todos lados. Así que pactarán «con Dios y con el diablo», como dice el viejo refrán. Esta actitud populista para recuperar el voto de los cientos de miles de maestros es la misma actitud de recuperar el voto evangélico, que son millones de votos. En ambos casos ni les importa la Biblia como tampoco les importa la Educación. Solamente les importa su curul, su reelección, solamente les importa el derecho de su nariz.

Ciertamente la ministra de Educación ha actuado de forma valiente y coherente, haciendo público los abusos de este sindicato y su líder y eso se aplaude. Pero la educación guatemalteca presenta retos enormes y aunque no esperamos que resuelva todos, es fundamental dejar las bases de solución para próximas gestiones, de los que destaco los tres más importantes desde mi perspectiva: 1) Mala formación docente, 2) ausencia de investigación científica sobre aprendizaje y enseñanza, y 3) desatención a la educación técnica.

Los maestros guatemaltecos tienen mala formación preservicio y casi nula en servicio. Para estudiar, para ser maestros, deben ir a alguna universidad, incluyendo la Universidad Nacional, la de San Carlos. Tristemente ninguna de esas universidades, ni la Nacional, tienen sistemas de investigación sobre aprendizaje y enseñanza en general y menos en áreas específicas tal como matemática, nuestra debilidad como sistema educativo. La formación docente guatemalteca produce los frutos que tenemos. No extraña entonces que apenas 12 alumnos graduandos de cada 100 ganen la prueba elemental de matemática, porque han tenido malos profesores de matemática, no han tenido buena formación docente y no se investiga el aprendizaje de la matemática en Guatemala.

Pedagogía se estudia en la Universidad Nacional, la Usac, en la Facultad de Humanidades, es una de las más cooptadas por la corrupción y la incapacidad académica. En línea de las nulas capacidades intelectuales del usurpador a la rectoría actual, esta Facultad no tiene capacidad alguna para formar maestros, es una farsa total, no digamos la farsa de las ilegales «extensiones» de humanidades que dan clases de pedagogía a diestra y siniestra para que nadie aprenda nada útil. Es un sistema diseñado para engañar. De hecho, la creación de esas «extensiones de humanidades» en todo el país no fue para mejorar la educación superior, sino para tener votos y perpetuar a decanos corruptos de la Facultad de Humanidades, antes un excelente espacio académico.

Paralelo a este enorme problema, al que hay que enfrentar, está la ausencia de una política nacional de educación técnica. Un país sin educación técnica está condenado al subdesarrollo. No hay currículo para educación técnica, no hay formación de profesores de educación técnica, no hay equipo para la educación técnica, los otrora importantes institutos de educación técnica están abandonados y con ello el futuro de millones de estudiantes que no tendrán un trabajo digno y menos una actitud crítica y pertinente ante las nuevas tecnologías que nos atropellan. Esta indiferencia a la educación técnica llora sangre.

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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