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En las últimas dos décadas se observa un renovado interés en la educación técnica en América Latina, donde hay algunos países que han desarrollado programas de educación técnica pertinente para sus regiones como producto de los llamados de organismos como UNESCO o el Banco Mundial que vienen desde hace muchos años realizando evaluaciones para la mejora de la educación técnica en cada país esgrimiendo la importancia del capital humano, esto es, un modelo de formación para el trabajo. Lo interesante, casi paradójico, es que las autoridades educativas de la mayoría de los países de América Latina siempre coinciden en la importancia de la educación técnica, pero no mejoran sus ofertas de educación técnica.

Para empezar, hay una ausencia de políticas de educación técnica. Eso no solamente es en Guatemala, es un problema de América Latina: La ausencia de políticas de educación técnica. En el caso de Guatemala sucede lo mismo. La ministra actual reconoce la importancia de la educación técnica, la anterior también, el anterior también, pero no le dan la importancia curricular que merece. En el fondo no se define qué es la educación técnica en Guatemala, para qué es, cómo se desarrolla y cómo la educación técnica de la secundaria se relaciona o conecta a la educación técnica post secundaria.

El abandono de la educación técnica no solamente se refleja en institutos técnicos abandonados, sin equipo, con baños averiados, o con equipo obsoleto o con baños obsoletos, con profesores que no fueron formados en educación técnica porque Guatemala no tiene programas de formación docente de educación técnica, no tiene. Existen profesores en estos institutos técnicos que se han convertido en profesores en la educación secundaria siendo originalmente electricistas, soldadores, carpinteros y otros que han quedado abandonados a su suerte al no tenerse programas de actualización del profesor de educación técnica.

Alguien diría que para eso es el INTECAP, Instituto Técnico de Capacitación y Productividad, pero este instituto no obedece políticas del ministerio de educación y no refleja la misión del Estado en materia de educación técnica del sistema nacional de educación pública. En otras entradas en mi columna de La Hora he analizado al INTECAP. Lo cierto es que hay una carencia de formación técnica en la educación secundaria lo que se hereda hacia los niveles superiores de la educación.

Al no formarse personal con capacidad de trabajo no solamente en las nuevas tecnologías (inteligencia artificial, impresión 3D tanto material como bio impresiones, programación de computadoras, simulación de procesos industriales, etcétera), sino en las tecnologías cotidianas, corremos el riesgo de no tener quien repare lo cotidiano. Al no tener oferta de educación técnica coherente y pertinente para alumnos entre los 15 y los 18 años, no habrá electricistas que reparen los problemas eléctricos de las casas, oficinas, talleres e industrias.  La solución a muchos de esos problemas eléctricos no requiere formación universitaria alguna.

Al no formarse fontaneros, personas con capacidad de entender el flujo del agua en tuberías, personas que conozcan cómo funcionan las llaves de paso, los grifos de las casas o las industrias, los sistemas de control de tanques de agua, la forma en que deben colocarse los empaques para que no exista fuga de agua, personas que conozcan el funcionamiento de los llamados contadores de agua o personal que pueda incorporarse a los sistemas de tratamiento de agua, que sean capaces de entender la forma en que el agua se traslada de un punto a otro, sistemas de filtración de agua, mecanismos de tratamiento, esto es, personal técnico que pueda trabajar con las municipalidades o en proyectos particulares o aun incorporarse a los comités comunitarios de agua de los que se estima hay 35,000.

Hay, aproximadamente, treinta y cinco mil comités comunitarios de agua en Guatemala que requieren capacidades técnicas y un Ministerio de Educación que no cree que esa es su responsabilidad. Realmente, la educación técnica es el gran ausente de la educación en este país y tristemente en otros. Lo que tienen en común estos países que no atienden la educación técnica es que son países subdesarrollados.

Pero no solamente tendremos un rezago en actividades técnico-industriales, no. Si no desarrollamos una política nacional de educación técnica para alumnos adolescentes, tampoco tendremos personal de apoyo médico o para médico. Seguirán proliferando los técnicos dentales sin formación alguna. Tampoco progresaremos en teatro porque muchas de las actividades que soportan el teatro son de naturaleza técnica desde las luces, el sonido, el diseño y mantenimiento de esta especializada infraestructura. Podremos tener muchos ingenieros, muchos médicos, muchos abogados, pero estas profesiones no son nada sin sus técnicos asociados, técnicos que actualmente se forman empíricamente.

Así que el costo de no tener una política pertinente de educación técnica es el subdesarrollo, ese es el costo. Podrán hacer un instituto técnico aquí en el Occidente, podrán equipar otro en el Norte o resucitar otro en el Sur, pero si no hay una dirección, una política, nada realmente mejorará, nada. Estaremos formando personas que no consiguen trabajo, alimentaremos esta terrible enfermedad llamada licenciatitis, donde todos quieren tener una licenciatura, o peor aún, nos llenaremos de abogados y notarios sin vocación alguna que abrirán una oficinita para matar moscos o para esperar quien les da un trabajito de mala muerte, mientras la estructura económica, industrial y cultural del país se cae a pedazos porque no hay personas preparadas para trabajo real, el trabajo que hacen los técnicos.

Ojalá que no sea muy tarde para cuando el presidente Arévalo y la ministra Giracca se den cuenta de que han desperdiciado una oportunidad de oro para redirigir, transformar y mejorar a la educación guatemalteca a través de la generación de una política pertinente de educación técnica. Ojalá despierten porque si no es ahora, no será nunca.

 

 

 

 

 

 

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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