La Constitución de la República de Guatemala establece que el objetivo de la educación es el desarrollo integral de la persona humana, con ello reconoce el derecho a la educación y la obligación del Estado para dar educación pública, laica y gratuita. Eso lo que significa para los actuales estudiantes y futuros ciudadanos es que tengan vidas económicamente eficientes, políticamente participativas y culturalmente pertinentes. Estos tres objetivos, el económico (capacidad de trabajar), el objetivo político (capacidad de participar) y el objetivo cultural (capacidad de construir identidades pertinentes) reflejan una compleja demanda a una institución social, la «Escuela«, porque de a poco, no solamente en Guatemala si no en el mundo, le pedimos a la Escuela que resuelva otros problemas sociales. 

Ciertamente le pedimos a la Escuela, institución social, que les enseñe a nuestros hijos e hijas a leer y a escribir, queremos que sepan leer bien y escribir bien porque en el fondo los padres y las madres de familia saben la importancia de la alfabetización básica en la vida cotidiana. Hace cien años esta alfabetización era importante en muchas partes del mundo, pero en la Guatemala de inicios del Siglo XX, en manos del presidente quetzalteco Manuel Estrada Cabrera, la sociedad era realmente esclavista, feudalista, clasista, machista, racista. ¿Para qué querían los dictadores y los dueños del país que la gente aprendiera a leer y a escribir si la tendrían de esclavos en sus fincas a través del Reglamento de Jornaleros? Para nada, para nada. Esto ilustra que la escuela responde al modelo socio económico de país.

Debimos esperar a la Revolución de octubre de 1944 para realmente hacer un profundo replanteamiento de la educación y con ello un replanteamiento de su más importante institución social: La Escuela. De las contribuciones de entonces era la educación pública laica una de las más importantes. Esto es fundamental para construir ciudadanía. No es posible construir un país diverso si no se respetan todas las creencias religiosas sin imponer ninguna en la Escuela. Fue la Escuela el espacio de la construcción de lo laico, no lo ateo, lo laico, algo olvidado por los maestros y profesores de la educación pública guatemalteca que andan repartiendo bendiciones divinas dentro de las escuelas y hasta priorizando actividades religiosas. ¡Qué barbaridad! 

En la Revolución de octubre de 1944 se fortaleció la educación pública, gratuita. En la Revolución la formación docente la hacían las escuelas normales. Entonces muchos de los profesores llegan a la práctica didáctica por vocación. Los cambios en la educación fueron intensos durante la época de la Revolución, tanto en infraestructura, como en formación, así como en matriculación. Realmente hubo pensadores educativos y capacidad de ejecución en el gobierno de la Revolución guatemalteca y su líder: Juan José Arévalo. Habia visión, había misión, había capacidad, había voluntad y había recursos, algo que nunca más se ha repetido en la educación guatemalteca. 

Pero esa visión pertinente de la educación pública guatemalteca quedó en la Revolución y no pudimos darle seguimiento. Lo que pasa con las escuelas durante la guerra civil guatemalteca es trágico porque la formación docente no evolucionó, aunque hubo alguna inversión en construcción de más escuelas, en general se construyeron escuelas rurales en los peores terrenos posibles y escuelas urbanas con una visión de cárcel como escuela. La visión de la educación fue una educación militarizada, obligada a celebrar fiestas patrias como si fuesen pequeños cuarteles con sus bandas de guerra de las cuales aún quedan algunas, algunas bandas de guerra que nos recuerdan el carácter militar de la educación pública guatemalteca. 

Así llegamos al Siglo XXI sin mayores cambios, nada que mejorara el enorme trabajo de Juan José Arévalo. A la escuela se le siguen pidiendo cosas, muchas cosas. En el caso guatemalteco se les pide a que nos ayuden con la naturaleza intercultural y diversa del país. Así se incluyen lenguajes mayas en el currículo, posteriormente llamado Currículo Nacional Base. Como el país vive un enorme problema de desnutrición, también se les pide a las escuelas públicas que les den alimentos a los estudiantes, así se crea el programa de alimentación escolar. Pero eso no es suficiente, a la escuela se le pide que los estudiantes aprendan derechos humanos y sus programas asociados. 

Como si lo anterior no fuera suficiente, a las escuelas también se les pide que los estudiantes aprendan ciencias, inglés, estudios sociales, historia, música, deportes y que sirvan para educar moralmente a los alumnos.  Los padres de familia parece que creen que la Escuela debe formar moralmente a los y las estudiantes, cuando eso es tarea de ellos en el hogar. Ahora, con la emergencia de las redes sociales y la informática, también se pide a las escuelas que formen en computación.  

Y así sigue la enorme lista de Santa Claus, porque a la Escuela le pedimos que reduzca la desigualdad social y aumenten la movilidad social, le pedimos las habilidades laborales que aumenten la productividad, mejoren el crecimiento económico. Y eso no es nada, también le pedimos a la Escuela que promuevan la democracia, mejoren la salud y que salven el medio ambiente. Así que las escuelas guatemaltecas hacen de todo, pero no hacen lo más importante porque los alumnos ni saben matemática y tampoco comprenden lo que leen. ¡Vaya educación! 

Ahora que hay una crisis con el sindicato es la oportunidad de repensar a la educación guatemalteca, su filosofía, sus fines, sus objetivos, sus políticas, sus prioridades, hacer de la educación una actividad basada en ciencia, en evidencia, en programas de formación docente probados. Joviel Acevedo es la peor pesadilla que a la educación le ha pasado. Joviel es el resultado de la construcción de ministros corruptos, ladrones, rateros que lo pusieron a hacer tareas de apoyo a gobiernos corruptos. Es hora de romper de raíz con ese sindicato. No es posible respetar a un sindicato de ladrones y de corruptos que solamente pelean por el derecho de su distorsionada nariz. Es el momento de replantear a profundidad a la educación guatemalteca ministra. Hagámoslo ahora. Si no es ahora, no será nunca. 

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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