El caso de Masaya, un caso armado a la medida del miedo de perder poder, de perder el control del Colegio de Abogados y Notarios, un caso espurio, como todos los casos que armaron en contra de Semilla, ante el silencio sepulcral de un presidente que no parece presidente y de una vicepresidente que se la pasa jugando de niña exploradora, ambos, presi y vice, sin tomar conciencia del papel histórico que debían jugar. El silencio autista, con perdón de los verdaderos autistas, que tiene el presidente, su permanente ausencia de los problemas nacionales, su ausencia de las conferencias de prensa que no da él si no un ridículo de apellido Palomo que se cree presidente, solo refleja que hay gente que no está preparada para lo que la vida le da.
A diferencia de Juan José Arévalo, Bernardo, Bernardito, no le sacó nada a su valiente padre. Y ese silencio de presidente y ese autismo vicepresidencial de una figura jalada a la política de la nada, Karin Herrera, solamente refleja que nuestras expectativas requerían de otras figuras, de otras personas en esos importantes puestos. ¡Vaya forma de desperdiciar todo un movimiento ciudadano! Pero el silencio del Ejecutivo al respecto de los encarcelados de Semilla o de la permanencia de la fiscal en su puesto, aunque a trabajar ya no llega, solamente refleja miedo o un pacto de silencio previamente acordado para servir de monigotes. Pero no son los únicos silenciosos en este entierro de la democracia guatemalteca, la siempre naciente democracia tropical nuestra, también guardan silencio las Facultades de Derecho, si, esos ex sagrados lugares para aprender la práctica de la justicia.
Las Facultades de Derecho, las decenas de carreras de derecho tanto de universidades privadas como de la universidad pública tienen decanos, tienen coordinadores, tienen investigadores, tienen docentes, tienen estudiantes, tienen egresados, todos interesados en el Derecho del diente a labio porque en el fondo no les interesa ni la justicia, ni el debido proceso, ni nada sino el derecho de su nariz para seguir haciendo «justicia» en un mundo del revés jurídico. Todos nuestros juristas, abogados, notorios por su ausencia, notorios por no decir nada de la dictadura que ha impuesto Consuelo Porras hasta al mismo nuevo monigote de la presidencia del Organismo Judicial, Teódulo Cifuentes, también egresado de otra carrera de derecho caracterizada por la impunidad, la trampa y la anarquía: Quetzaltenango.
Eso no quiere decir que todos los estudiantes, todos los docentes, todos los egresados sean amigos de la trampa jurídica, no. Hay figuras, personas, producto de esas carreras, que se han levantado en contra del régimen del autoritarismo y manipulación jurídica. De la misma carrera de Derecho de la universidad pública, en Quetzaltenango, destaca: Thelma Aldana, Virginia Laparra, Jordán Rodas Andrade, todos exilados. O sea, si no es la muerte, uno tiene que pagar con el exilio la defensa de la justicia, del verdadero Derecho. ¡Vaya injusticias las de la justicia!
Las Facultades de Derecho de las universidades guatemaltecas han sido cooptadas por fuerzas obscuras, todas. En principio no dicen ni pío cuando se trata de todas las injusticias del sistema de justicia, no, no se manifiestan. En lugar, crecen, crecen siguiendo su avaricioso deseo de poder politiquero que le da una Constitución obsoleta que les dio poderes sobre humanos en aquel fatídico 1985 cuando los pichones constituyentes creyeron que las universidades elegirían correctamente altas cortes, jueces, fiscal general y otros cargos clave. No. No han elegido bien, han jugado a la politiquería y han vendido puestos, han prostituido el espíritu inocente de la Constitución de entonces.
Para muestra la ridícula, aberrante y tergiversada Universidad Juan José Arévalo la nueva universidad de Walter Mazariegos, el usurpador de rector de la San Carlos. Mazariegos ya usó su capital político para hacer su propia universidad y con ello tener acceso a otro voto más para vender impunidad a la fiscal general en las próximas «elecciones» de fiscal general que se avecinan. Ese es un secreto a voces contado por la misma Margaret Satterthwaite, relatora especial de Naciones Unidas, quien expresó con claridad lo que las Facultades de Derecho no quieren decir, ni quieren cambiar, ni quieren mejorar porque son ellos, las Facultades de Derecho, los verdaderos procreadores de la injusticia guatemalteca.
Ante la inminente creación de la nueva universidad Juan José Arévalo, el presidente también guarda silencio, silencio sepulcral, algo inaudito ante el abuso de la memoria histórica de su padre, de su papa, de su papá, de nuestro mejor presidente. Y nosotros aquí sentados, viendo pasar el entierro de nuestra naciente democracia que muere como inocente recién nacido. ¿Cuándo vamos a exigir a las Facultades de Derecho que representen la justicia, cuándo?
Ni Naciones Unidas, ni Estados Unidos, ahora en crisis, ni Unión Europea, ni nadie nos va a sacar de esta crisis de la democracia nuestra. Ciertamente nuestros dirigentes no han dado la talla, ni en el Legislativo, menos el Ejecutivo han puesto un Norte, eso no significa que no luchemos por una sociedad mejor, por una Guatemala más justa, ese trabajo es de todos los guatemaltecos. Debemos hacerlo. Hagámoslo ahora, si no es ahora, no será nunca.