Semilla fue luz, fue esperanza, fue suspendida ilegalmente siguiendo todas las mañas, órdenes y coimas del Pacto de Corruptos. Cuando Arévalo pasó a segunda vuelta las cartas estaban echadas y el Pacto de Corruptos lo sabía: Habían perdido el poder en el Ejecutivo. Una ilusión nacía entre todos y todas las guatemaltecas que vimos en Semilla la oportunidad de algún cambio estructural, algo que nos permitiera creer en la política nuevamente. Ya el fracaso del 2015 nos había dejado maltrechos, luego de una enorme victoria de la CICIG tuvimos que pagar el precio de la venganza de los mismos, los corruptos contra fiscales, comisionados, defensores de derechos humanos, periodistas como el emblemático caso de Jose Rubén Zamora, un caso que llora sangre o la actual tortura a la que es sometido Eduardo Masaya, ejemplo de dignidad. Semilla llegó con todo a su favor, pero de a poco le cortaron primero la presidencia del Congreso y por poco que también le quitan la presidencia del Ejecutivo. Ese era, es y será el deseo más profundo de los golpistas, activos ayer, activos hoy.
En Guatemala hemos tenido una permanente crisis de la democracia desde que descubrimos la palabra, la palabra democracia, el siglo pasado. El gobierno de finales del Siglo XIX e inicios del Siglo XX de Manuel Estrada Cabrera lo refleja. El presidente quetzalteco gobernó dos décadas en un ambiente autoritario, como era normal en esa época y eso fue la semilla real de la democracia. Esos largos años, donde se consolida el cierre del Ferrocarril de los Altos, solamente fueron el preludio del gobierno de Jorge Ubico, otro soldadito de plomo que creía que era Napoleón Bonaparte, capaz de acabar con todo lo que se le oponía, dirigió épocas sanguinarias en la bella Guatemala, una Guatemala racista, clasista, esclavista, que apenas balbuceaba la palabra democracia.
Debimos esperar hasta la década de los 40, para empezar a escuchar que ya decíamos la palabra democracia, lo que los franceses habían dicho siglos antes como un gobierno del pueblo y para el pueblo. Eso lo tuvimos por primera vez en nuestra Revolución de Octubre de 1944 donde se juntaron muchas cosas: Un pueblo cansado de tiranos, unas condiciones económicas de retraso feudal, un movimiento universitario acumulado de tres décadas construyendo un espacio político de mayor libertad, un movimiento magisterial alineado con la libertad, obreros, campesinos, en general los guatemaltecos ya cansados de dictaduras optaron por la democracia. Todos esos factores ayudaron a que no solamente balbuceáramos la palabra democracia, sino que viviéramos algo de lo que el mundo había llamado democracia, democracia liberal, que no es cualquier cosa.
La verdadera democracia política que hemos tenido los guatemaltecos duró apenas diez años, una década de construcción de instituciones democráticas, fundamos tanto en tan poco tiempo, pero esa estación primaveral finalizó porque los gringos, sí, los Estados Unidos y su absurda Guerra Fría miraban comunistas en todos lados y así vieron comunistas en Juan José Arévalo Bermejo y Jacobo Árbenz Guzmán. La intervención norteamericana impuso otro gobierno militar, de derecha, por supuesto; con la alegría de los terratenientes guatemaltecos venidos a empresarios quienes tenían en sus manos los embriones de sus cámaras empresariales para construir una democracia de derecha, autoritaria que afrontara el movimiento de liberación que nunca llegó y que asegurara sus jugosas ganancias que sí llegaron. La guerra civil nos marcó con 200,000 guatemaltecos muertos. ¿Para qué?, de momento para nada.
Semilla nace en el movimiento del 2015, un nacimiento necesario porque esa crisis marcada por la encarcelación de un presidente y su vicepresidente nos dieron alas para volar. El nacimiento de un partido democrático es una anomalía en un país autoritario, por decir poco, o antidemocrático, por decir lo que es. Casi todos los partidos políticos guatemaltecos de este Siglo, todos, han sido de algún mesías, algún cacique, casi todos han llevado dinero mal habido, se han llenado de firmas falsas, ese es un secreto a voces, pero Semilla no fue eso, nace limpiamente en un contexto donde no imaginábamos que los corruptos arremeterían contra toda señal de democracia, toda y así fue el nacimiento honesto de Semilla y su caída en manos de un sistema de justicia que juega a politiquería.
Los políticos de la Revolución de Octubre de 1944 no eran políticos profesionales. No vivían de la política como los de ahora. A partir de finales del Siglo pasado la política se profesionaliza y los políticos se transforman en un grupo social cuyas ideologías ya no están claras para nosotros. Al principio yo vi a Semilla como un partido social demócrata, pero el Pacto de Corruptos lo vio, o lo quiso ver, como un partido de comunistas. ¡Válgame Dios! Y se dejaron ir contra Semilla y los semilleros. Claro, se trata de mantener vivos partidos políticos de corruptos para que la corruptela tenga transporte electoral gratuito o financiado por el narco, local o internacional. De eso se trata la Ley de Partidos Políticos, para eso es y por eso no la quieren cambiar para hacerla más representativa, más del pueblo, para el pueblo.
Estamos en un momento crucial para la democracia nuestra. Ciertamente muchos estamos desencantados porque Semilla no llenó las enormes expectativas nuestras de décadas de abandono y corrupción. Hay muchas razones por las que Semilla no ha logrado dar los pasos hacia la consolidación de nuestra democracia. Yo he sido crítico de lo que interpreto como falta de valor, como falta de estrategia política, pero entre Semilla y cualquier partido político de los que se atrincheran en el Congreso, Semilla es un ejemplo de lucha y de dignidad. Así que ahora que echa raíces, el camino es que se aperturen más, que realmente puedan sembrar democracia para cosechar desarrollo.