Mis recientes artículos en el Diario la Hora sobre educación técnica están encaminados a entender, examinar y ordenar el conocimiento que tenemos de la educación técnica en Guatemala con una mirada en el mundo, en particular en América Latina, nuestra América. La educación técnica siempre ha sido parte de las sociedades humanas. Hace miles de años puedo imaginar a un padre explicándole a un niño cazador cómo hacer, mejorar o reparar su arco y su flecha con la que cazan. Somos homo techné. En los últimos años ha emergido un nuevo llamado por la mejora de la educación técnica, un llamado que parece un péndulo, que va y viene. El argumento, el discurso, la narrativa es que la educación técnica mejora la mano de obra de las personas. Parece obvio, pero no se muestran muchos datos de esto.

En el primer artículo identifiqué el deterioro físico y conceptual de la educación técnica en Guatemala, lo cual se ve no solo en términos de infraestructura, sino también en su enfoque y propósito, dejando a los institutos técnicos sin una dirección clara. En esa primera entrega también analizo el concepto de educación técnica para todos, esto es, una educación técnica elemental, que debería formar parte del aprendizaje general de todas las personas, pero esta también está ausente en el sistema educativo guatemalteco, lo que limita el desarrollo de habilidades prácticas esenciales.

El otro problema que analicé en esa primera entrega fue el hecho de que los institutos técnicos no han podido actualizar sus equipos y herramientas, tampoco han podido incluir las nuevas tecnologías, esto lo que ha producido es talleres sin los equipos adecuados, muchas veces sin los profesores, literalmente sin profesores de educación técnica dejando abandonada esta educación técnica vocacional, esto es, educación técnica que se ofrece en el diversificado a través de los llamados bachilleres industriales y peritos en alguna especialidad sin las habilidades ni los conocimientos que se les ofrece. Pero la gota que derrama el vaso de agua es que ni siquiera conserjes puede pagar el Ministerio de Educación, no digamos crear una verdadera política de educación técnica que direccione a los institutos nacionales de educación técnica.

En la segunda y tercera entrega analicé el caso específico del Instituto Técnico Fischmann, que se encuentra en la ciudad de Guatemala y el Instituto Técnico Industrial que se encuentra en la ciudad de Quetzaltenango. Aunque la situación del Instituto Técnico Industrial de Quetzaltenango es mejor, eso no se debe a un mayor involucramiento del Ministerio de Educación sino más bien a autogestión de las autoridades educativas del instituto, a los alumnos que colaboran, a exalumnos que apoyan y a padres de familia que pagan la limpieza diaria de las instalaciones y colaboran en otras funciones que deberían ser del Ministerio de Educación. Pero si esos son los problemas a nivel de mantenimiento ya puede imaginar el lector los problemas de equipamiento no digamos de calidad de enseñanza aprendizaje o los problemas conceptuales de generar una política de educación técnica. Al preguntarle al director sobre la base legal del instituto, él muestra el acuerdo del Ministerio 3842-2018, que realmente es para el Fischmann. En este se obliga al Técnico Fischmann a cumplir con el Currículo Nacional Base, CNB, siendo realmente un instituto técnico, algo que a la fecha no se clarifica.

Estos primeros cinco artículos intentarán develar la naturaleza de la educación técnica, incluyendo la forma en que las ingenierías han renegado dicha formación, dejando un vacío social que es llenado empíricamente o en el mejor de los casos con el INTECAP, Instituto Técnico de Capacitación y Productividad, pero que le falta mucho para tener buenos técnicos en muchas áreas, incluyendo áreas sociales cuyos técnicos ni siquiera han sido pensados. Esta ausencia de educación técnica tiene un efecto negativo en la productividad y en la misma cultura nuestra porque los técnicos deberían estar en todos lados, en medicina, en derecho, en economía, en auditoría no solamente en ingeniería, donde están ausentes.

Como lo he escrito en otros artículos académicos y populares, la educación técnica es el vacío existencial en Guatemala pues no tiene política que le dirija. Nuestro interés institucional está encaminado a diseñar nuevos programas de educación técnica superior dentro de facultades de ingeniería tomando la experiencia ganada al diseñar y ejecutar el proyecto de la Universidad de San Carlos: Instituto Tecnológico Universitario Guatemala Sur, ITUGS, ahora cooptado por la corrupción. Entonces, generamos alianza con el Ministerio de Educación para diseñar programas de formación del profesor de educación técnica superior y los probamos por un año con la Escuela de Formación de Profesores de Enseñanza Media de la Universidad de San Carlos, EFPEM. Además, generamos el borrador de una política nacional de educación técnica que discutimos con el ministro de educación de entonces Oscar Hugo López con apoyo del área de educación técnica de UNESCO Paris, pero todo eso se cayó en la rectoría de Murphy Paiz. Diez años después retomamos el proyecto, pero el diseño de nuestros nuevos programas en educación técnica superior puede ayudarnos a apoyar a tener una discusión, un debate del papel de la educación técnica de secundaria, la cual desde mi punto de vista no debe ser profesional, esa es la educación técnica superior, una educación profesionalizante.

Estos artículos míos no insinúan verdad alguna sino tratan de llamar la atención de quienes podrían o deberían estar interesados en el desarrollo de la educación técnica y principalmente del Ministerio de Educación sobre lo importante que es la educación técnica a todo nivel. También importante es tener una política nacional de educación técnica o una ley nacional de la educación técnica que en el caso de Colombia creó el SENA, (Servicio Nacional de Aprendizaje), tiene sedes en todo Colombia y allí se ofrecen formaciones de tipo técnico y tecnológico y es gratuito. La experiencia del SENA de Colombia es un buen caso de estudio, pero hay otros casos que hay que estudiar antes de legislar, antes de hacer una política nacional de educación técnica, política que es urgente.

Así que desarrollaré en el artículo 4 un breve análisis del instituto técnico industrial Georg Kerschensteiner que se encuentra en Mazatenango, pero ya no quiero ser repetitivo porque sus problemas son similares a los del Fischmann y a otros. Dejaré un par de entradas para el INTECAP, un caso importante a analizar, pero no un modelo para la educación pública técnica cuyo objetivo no es el entrenamiento. La visión de los empresarios es diferente a la visión que debe tener el Estado. Así que analizaré las fortalezas y debilidades del INTECAP comparándolo con propuestas latinoamericanas como la del SENA de Colombia. Por último, haremos un recorrido a nivel internacional analizando el caso de Dinamarca y su modelo «sandwich», Escocia, Australia y Alemania que fue quien le dio origen al Fischmann y al Kerschensteiner. Regresaremos entonces a Guatemala para proponer alternativas, caminos, rutas que espero que el Ministerio de Educación considere si es que alguna vez voltea a ver a la humilde educación técnica porque en el fondo lo que aquí se mueve es una sociedad que por un lado pide mas técnicos, discursa sobre la importancia de los técnicos pero que en el fondo no reconoce su función social, poniéndolos en el fondo de la escala social, pagándoles mal, tratándolos mal como ya fue una vez identificado por el sociólogo Randall Collins en su clásico libro Credential Society, la Sociedad de Credenciales.
Quetzaltenango 28 de marzo, 2025

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

post author
Artículo anteriorDesaparecidos en la Megacárcel, el drama de los indocumentados
Artículo siguienteNueva directiva del Colegio de Abogados debe dignificar la entidad