Para mí el agua es un milagro. ¿Cómo fue que una molécula de Hidrógeno se enlazó covalentemente con un átomo de Oxígeno, cómo? Esa larga historia, tan vieja como la misma historia de nuestro Universo, siempre me pareció sorprendente. Primero, a la emergencia del Hidrógeno en el Big Bang, hace casi 14,000 millones de años, le siguió la casi inmediata emergencia del Hidrógeno y el Helio, pero estos eran átomos con varios isótopos. El agua debió esperar a la formación de la molécula de Hidrógeno para luego conectarse al Oxígeno, lo que llevó unos cientos de millones de años más, luego, por fin, se unieron y empezó el agua, hielo, pero agua1. Pero si la emergencia del agua es ya dramática, su llegada a nuestro planeta lo es aún más.
A la llegada del agua al planeta Tierra y a la intrínseca formación de agua en la corteza terrestre como resultado de los intensos procesos de formación del Planeta, el agua abundó. Se convirtió en el planeta Agua, más que en el planeta Tierra. Entonces, hace 4000 millones de años, ya se reporta agua en la Tierra, en enormes cantidades tanta agua como lo que serían dos océanos actuales. El calor en la Tierra y los procesos volcánicos propios de la Tierra han evaporado la mitad del agua del océano, cuando inició el ciclo del agua. Aun así, nuestro planeta tiene un 70% de agua, nuestro cuerpo humano tiene un 70% de agua. Esa enorme cantidad de agua en el planeta hace que percibamos abundancia y en efecto, esa cantidad de agua es constante y abundante. Lo que no es constante es la calidad del agua porque durante el uso del agua hecha por las comunidades urbanas humanas y prácticas agroindustriales hemos transformado totalmente la calidad del agua, la hemos ensuciado, la hemos contaminado, especialmente en Guatemala.
El agua abunda en Mesoamérica. En Guatemala abunda aún más por la cadena volcánica y montañosa que captura agua a través del ciclo del agua que se enriquece de las corrientes transoceánicas de los dos océanos, entre los que vivimos: El Pacífico y el Atlántico. Las montañas del Quiché son las que al final llevan agua al Usumacinta pasando previamente por Huehuetenango y al Sur de México, donde también abunda el agua. Si el agua tuviera nacionalidad, sería guatemalteca y así en el Norte, Cobán, en el Occidente, San Marcos y sus enormes zonas de recarga hídrica, en Quetzaltenango, Totonicapán y Sololá que capturan agua, reciclan agua que se usará en el Sur. El oriente nuestro es un tanto árido, no todo, pero tenemos en el Corredor Seco un peligro permanente de sequías por el Cambio Climático. Con tanta agua: ¿Por qué tenemos problemas de agua?
Primero contaminamos mucho, todo. Los ríos los hemos usado como drenajes. En las ciudades se perfora y perfora pozos sin tener estudios hidrogeológicos que les permitan a las municipalidades conocer las verdaderas capacidades del agua subterránea. Las montañas las estamos talando a un ritmo impresionante, por lo que perdemos árboles por la tala inmoderada, descontrolada y eso no es nada, los incendios forestales, provocados o no, hacen que perdamos árboles y con ello agua. Tampoco cuidamos el agua. El agua se desperdicia en todos lados. En los monocultivos, caña y palma africana, el agua se sobre usa. En la agricultura se usa la mayoría del agua, muchas veces sobre usando agua, mal usando el agua.
El día del agua debemos celebrarlo reconociendo la enorme deuda social que se ha construido en materia de saneamiento. No hay saneamiento en Guatemala. Las municipalidades no han entendido su crucial papel de tener sistemas de tratamiento de agua que sean parte del ciclo social del agua en su municipio. Para eso los concejales municipales deben entender el ciclo natural del agua y el ciclo social del agua, lo que es un reto educativo enorme. Las comunidades también deben conocer estos ciclos para poder influir en sus autoridades para que inicien los procesos del cuidado, tratamiento y re uso de agua. Debemos volver a pensar la forma en que las ciudades se apropian del agua de las áreas rurales, generando enormes desigualdades sociales. Pasa en Quetzaltenango, pasa en Salcajá, pasa en Ciudad de Guatemala, pasa en Antigua Guatemala, pasa en todas las ciudades guatemaltecas que aún no diseñan sistemas de captura y re uso del agua. Ya no podemos seguir construyendo con cemento y cemento, impermeabilizando el suelo urbano y evitando que se infiltre el agua para recargar los acuíferos, confinados o no, pero hay que recargarlos.
La calidad del agua también depende de la forma en que tratamos o no los desechos, sólidos y líquidos. Ya la separación de desechos ha sido un buen primer paso. Lo mismo para el tratamiento de agua, primero separar el agua de nuestros drenajes, las heces, la orina y desechos industriales del agua de lluvia, escorrentía. Separar aquí también es un buen primer paso. Detener la práctica suicida de tirar los desechos a los ríos, al Samalá en el occidente, al Motagua en el oriente, o al Michatoya, que ya destruyó el lago de Amatitlan. Pero para celebrar realmente el día del agua deberíamos crear, facilitar encuentros y entendimientos entre las universidades y las municipalidades para tener proyectos piloto, pequeños proyectos de aprendizaje, proyectos didácticos que ilustren a los concejos municipales cómo tratar el agua, cómo reusar el agua, cómo insertar el agua tratada al ciclo social del agua de la comunidad. Eso requiere aún investigación científica y tecnológica y voluntad política de las municipalidades.
Pero ya no podemos seguir diseñando ciudades palangana que perciben el agua como un problema y terminan inundando zonas específicas con cada lluvia recia, no. Necesitamos ciudades esponja (ciudades originalmente diseñadas por el arquitecto Kongjian Yu), ciudades que tengan no solamente árboles aislados sino bosques urbanos, ciudades que permitan la infiltración del agua para recargar sus acuíferos, ciudades con lagunas para poder manejar las inundaciones, ciudades donde la prioridad sean las personas y no los carros. Ciertamente que la ley del agua ayudará, pero este no es un problema legal, es un problema de nuestra relación con la naturaleza, es un problema moral de respeto, no podemos tratar al agua de esa forma tan despiadada, debemos cuidarla. Ya casi no hay tiempo para revertir esto. Debemos salvar al agua y salvarnos nosotros. Hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca.