Los ríos no nacen, son parte de un ciclo, del ciclo hidrológico del agua que inició en la Tierra hace millones de años. La cantidad de agua que llegó al Planeta es específica y no ha variado, lo que refleja el principio de conservación de la materia. Lo cierto es que al iniciarse la formación de agua líquida en el Planeta inicia el flujo de los ríos superficiales, pero también el flujo de ríos subterráneos. Hay depósitos de agua llamados acuíferos. Hay zonas de recarga hídrica, lugares donde al llover las plantas que pueden ser pajonales, páramos, árboles y otras que pueden capturar el agua y soltarla lentamente hacia las partes bajas de la cuenca, recargan a los acuíferos o previamente a los flujos de río y escorrentía.

El ciclo hidrológico del agua tiene su propio ritmo y es un intercambio de masa y de energía entre las nubes, que a cierta presión atmosférica y temperatura precipitan pequeñas gotas de agua; algunas de estas gotas son capturadas en las zonas de recarga hídrica. Como es un sistema cerrado, se conserva tanto la masa y la energía. Pero no todas las zonas de la cuenca son áreas de recarga hídrica, que son los lugares donde el agua permea e infiltra a los acuíferos. También hay zonas urbanas que han sido impermeabilizadas. Aquí empieza el ciclo social del agua, es decir, la alteración humana del ciclo natural del agua. Aquí es que debe empezar la Ley de Agua a legislar, primero en recuperar las zonas de recarga hídrica. Para eso debe existir investigación científica y tecnológica de donde están, o estuvieron, las zonas altas de recarga hídrica de cuencas específicas.

Después de la recarga hídrica de las nubes a las zonas altas de la cuenca, los árboles y las plantas y hasta los pajonales capturan agua y la sueltan paulatinamente hacia los acuíferos, ya sean libres o confinados y establecen zonas que guardan el agua. También hay una infiltración natural, dependiendo del tipo de suelo, esto siguiendo la Ley de Horton. Estas zonas han sido identificadas por las personas y se conocen como «nacimientos de agua», a veces en forma de pantanos, a veces en forma de lagunas o zonas húmedas, donde el nivel freático llega a la superficie.

Las zonas urbanas dependen de zonas de recarga hídrica de zonas rurales. Por ejemplo, Quetzaltenango, depende parcialmente del agua del municipio de San Juan Ostuncalco que fluye a través de las aldeas de Monrovia y Varsovia luego en el municipio llamado Sigüilá, que en Mam significa «arboleda en el agua», luego en Santa Rita del municipio de La Esperanza, donde hay depósitos de agua hechos por la municipalidad de Quetzaltenango. Este complejo hídrico está asociado a acuíferos específicos que deben ser identificados por estudios hidrogeológicos, estudios de cuencas, estudios de la vegetación de las zonas de recarga hídrica, estudios de suelos, en fin, estudios de ciencia y tecnología del agua. Sin esos estudios, difícilmente se puede legislar el uso del agua.

Ahora bien, la captura del agua desde las montañas altas, zonas de recarga hídrica, el flujo del agua, ya sea en forma de cascadas, arroyos o su infiltración hacia los acuíferos o simplemente como escorrentía natural, todo esto es cambiado por la intervención humana para constituir el ciclo social del agua. El modelo en que las comunidades se han abastecido de agua es el de identificar acuíferos y hacer llegar el agua por gravedad a la zona urbana o el identificar acuíferos y extraer agua a través de bombeo en pozos. Este modelo extractivista ha generado una doble crisis. Por un lado, no tenemos mediciones del estado de los sistemas de recarga hídrica; por otro, tampoco tenemos mediciones, sensores, del estado de los acuíferos. Esto lo debe considerar la nueva Ley del Agua. México, por ejemplo, tiene una red nacional de calidad y cantidad de agua, mucha de ella digitalizada y toda en tiempo real.

En otras palabras, al llover hay un proceso de recarga hídrica en la zonas altas, en las zonas con árboles y en la infiltración del agua en el suelo. La precipitación eventualmente recarga los acuíferos. Sin embargo, la tasa de recarga no es la misma para todos los acuíferos porque hay diferentes suelos. Por lo tanto, la cantidad de agua en los acuíferos depende de estos procesos de recarga. En Quetzaltenango, por ejemplo, el 70% del agua ahora depende de agua subterránea de acuíferos locales. ¿Qué pasa si se bombea demasiada agua en poco tiempo? Esto puede provocar su agotamiento si las precipitaciones no recargan el acuífero lo suficiente, como sucede en Santo Domingo, República Dominicana y otras ciudades. Es por eso que todos los pozos, municipales o no, de colonias privadas o no, de la industria, todos deben ser monitoreados. Imagine usted la cantidad de agua que consume la cervecería en el casco urbano de Xela. Esa agua es nuestra, de todos. Es un bien público. Hay que monitorearlo y legislarlo. Lo mismo con las cañeras, lo mismo con la palma africana, lo mismo. ¡Vaya tarea la de la Ley de Agua!

Uno de los enormes problemas del agua es la forma indiscriminada en que es utilizada. En las plantaciones de caña y de palma africana en Guatemala utilizan el agua como si fuese un recurso infinito, desvían ríos, dejan a comunidades enteras sin agua, explotan acuíferos y no hacen nada por mejorar los procesos de recarga hídrica ni de mejorar sus procesos reutilizando agua, nada de nada. Estos son unos asesinos del medio ambiente. Lo mismo con muchas empresas mineras, tanto de metales como de materiales de construcción. Los primeros contaminan las fuentes de agua y sobre todo usan agua mientras que los segundos decapitan bosques completos para sus minas de, dizque, materiales. La Ley del Agua debe afrontar esos casos. Pero como en los otros casos, también se requiere de un robusto sistema de investigación científica, tecnológica y de ingeniería, así como de investigación social.

El desarrollo de la Ley de Agua no puede estar desconectado de las universidades y de los centros de investigación nacionales e internacionales. Ya el programa de Gestión Integrada de Recursos Hídricos en el Occidente de Guatemala dio un claro ejemplo con sus productos; mapeo hidrogeológico de Quetzaltenango, programa de maestría en ciencia y tecnología del agua, introducción de la temática de agua en programas universitarios, el laboratorio de calidad de agua del CUNOC, Centro Universitario de Occidente, esto entre el 2010 a la fecha. También están los Diálogos del Agua de la Universidad de San Carlos del 2016. Sin duda hay muchos más estudios y otros que están en proceso para alimentar la Ley de Agua. Sin ciencia y tecnología del agua, no habrá Ley de Agua pertinente, invirtamos entonces en investigación científica y tecnológica no el diminuto 0.03% del PIB, una miseria, por favor. Cambiemos eso presidente y vicepresidente. Hagámoslo ahora. Si no es ahora, no será nunca.

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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