Las universidades son subsistemas culturales de la sociedad moderna cuya función es la innovación científica, tecnológica y cultural. Son centros de educación superior encargados de formar profesionales, por un lado, y también de producir investigación científica, tecnológica y humanística. Los colegios profesionales son instituciones creadas en diferentes países para proteger a la Sociedad, a nosotros, de los posibles efectos negativos de las prácticas profesionales. No solamente son asociaciones gremiales. En el mundo son instituciones para el control y la mejora de la práctica profesional. En ninguna parte del mundo las universidades eligen cortes, menos altas cortes. En ninguna parte del mundo las universidades eligen o siquiera sugieren fiscal general. En ninguna parte del mundo los colegios profesionales de abogados eligen cortes o magistrados y menos fiscal general. No. Si lo hicieran sería una locura. Ahora explico.
Cuando a finales del Siglo pasado, 1993, se hacen los cambios en la Constitución para que las universidades y el Colegio de Abogados designen comisionados para nombrar altas cortes y fiscal general se pensó, imagino, en que las universidades eran una reserva ética del país, pero no fue así, al contrario, emergieron incentivos perversos por lo que los rectores, decanos y autoridades del Colegio de Abogados empezaron a jugar política sucia, tales como a comprar votos, comprar lealtades, y las universidades y el Colegio de Abogados se distorsionaron. La corrupción fue presa de ambos. Como no, si el enorme poder de estos puestos dirigenciales del sistema de justicia crearon un sistema clientelar distorsionado que ubicó cuadros en las cortes y en la fiscalía general que al final vinieron a defender a corruptos y no a hacer justicia a tal extremo que hasta se ha reportado que el poder del narcotráfico deambula en esos pasillos de la corrupción. Ese modelito extractivista que distorsiona la función esencial de las instituciones está llegando a su fin.
Cuando a un rector de una universidad se le pide la tarea política de elección de cuadros dirigenciales de un sistema de justicia, como en Guatemala, entonces se dedica a la política. Puede ser que el rector sea honesto, hace bien su trabajo, pero le queda poco tiempo para su trabajo real: Administrar la vida académica. Cuando un colegio de profesionales se dedica a la política, bueno política sucia, entonces no hace su función, mejorar las prácticas profesionales de sus agremiados, mejorar la formación profesional y ética de sus agremiados, mejorar en todo sentido la función social de la profesión. Eso pasa cuando las instituciones son distorsionadas. Y esto pasa en Guatemala con muchas instituciones distorsionadas, cooptadas y transformadas para beneficios personales y egoístas, en particular la Universidad Nacional, sí, la de San Carlos.
Esta noble institución de educación pública superior tiene muchas funciones esenciales para la vida cultural guatemalteca. Tiene tareas importantes y tiene una digna historia de lucha, resistencia y formación. Ciertamente, ya tiene un par de décadas que inició su cooptación y con ello su distorsión. Cierto, de a poco las máximas autoridades universitarias, léase el consejo y quien lo preside, se han puesto a jugar política sucia. Eso lo hacían hace décadas de forma discreta, pero hoy lo hacen cínicamente, como cínica fue la última elección de rector donde se cometió fraude, fraude descarado donde con lujo de fuerza de gente armada no permitieron que un grupo a favor de un candidato no oficial ejerciera libremente su voto. Si, no les permitieron votar. Los guaruras, guarda espaldas, agentes armados los puso Giammattei con la dirección estratégica de Miguel Martínez, su novio. Si, su novio. Lo digo porque se proclamaron defensores de la familia tradicional y sus valores. ¡Vaya familia! ¡Vaya valores!
La Universidad Nacional fue pensada para mejorar la calidad de vida de todas las personas, para brindar educación científica pertinente y para apoyar en la solución de problemas nacionales a través de la investigación científica, tecnológica y humanista. Sus programas de extensión son clave en las comunidades urbanas y rurales, así como en las instituciones públicas y empresas privadas en donde se da dicha extensión. Su extensión cultural es clave para construir identidad a través del arte, la música, el teatro, la danza, la novela, la poesía, tanto. Pero para eso requiere que sus líderes sean académicos competentes capaces de dirigir la vida científica y tecnológica universitaria, promover la innovación educativa, afrontar los grandes problemas que plantea la educación superior del Siglo XXI y no que estén metidos en elección de cortes ni de fiscal general ni nada de eso. Por eso y por mucho más hay que cambiar, transformar, refundar a la educación pública superior guatemalteca y eso no va a venir desde adentro donde la institución ya está cooptada y donde el silencio y la comodidad es la norma. Repito: La transformación de la Universidad de San Carlos no vendrá desde adentro. No vendrá.
Es hora de plantear el sistema de educación pública superior que exige el Artículo 82 de la Constitución, sistema que aún no existe. Esta es tarea de todos, pero principalmente de líderes académicos y políticos visionarios. Por eso también es de Usted Presidente y de Usted Vicepresidente y de Usted Ministra de Educación. Ya sé qué dirán que no, que la Universidad es autónoma y que no es función de ustedes y que bla, bla, bla, mientras la institución universitaria sigue cooptada, ahogándose. Eso debe terminar. Ya no queremos universidades que jueguen a política sucia. Eso no ayuda sino a un grupito de corruptos, los de siempre, que tienen nombre y apellido que no escribo más por salud mental.
Este país grita por universidades públicas pertinentes. Es hora de hacer un planteamiento que supere la visión actual de universidad elitista, clasista, racista y machista y además ineficiente, con bajísimos índices de admisión y aún más bajos índices de graduación, con poquísimos recursos para investigación y poquísimas investigaciones de nivel internacional y de pertinencia local y adema cooptada por corruptos. ¡Ya basta! Es hora de fiscalizar los fondos públicos que se usan en la educación pública superior, dinero de los impuestos de los guatemaltecos que no deben usarse en política sucia, ni en chantaje, ni en líderes ineficientes que no piensan en la educación superior de los y las guatemaltecas, sino en sus intereses de cooptación de instituciones para mantener vivo al Pacto de Corruptos.
Es hora de despolitizar a las universidades y proponer un sistema de educación pública superior, ya es tiempo. En este no-país que quiere ser país ya empezó el cambio. No será fácil, pero hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca.