Las universidades en el mundo tienen serios problemas. Hace un siglo eran los bastiones de la cultura, el lugar de producción científica, pero en las últimas décadas se han convertido en escuelitas, centros de repetición docente, algunas cobrando demasiado para lo poco que ofrecen: Títulos cuyo valor de mercado cada día se deprecia más. La emergencia de nuevos institutos de investigación no universitarios, la normalización de las oficinas de ciencia y tecnología en América Latina que financia proyectos de investigación científica y tecnológica no solamente a instituciones universitarias, hizo que se trasladara la producción científica a espacios no universitarios. La politización de la academia hizo que se estancara la producción científica en muchas universidades latinoamericanas, y la crisis cultural de no leer, menos escribir, hizo que las universidades no progresaran académicamente. 

Pero si en el mundo ha habido una crisis universitaria y en América Latina no logramos tener producción científica sostenida, en Guatemala ha habido una catástrofe universitaria. En la Universidad Pública el índice de ingreso no llega a 10%. De cada 100 interesados en ingresar a la San Carlos, no logran ingresar ni 10. Los índices de ingreso de las privadas tampoco son un ejemplo. Tenemos un pseudosistema universitario elitista, clasista, racista, machista, con poco interés para conocer los problemas sociales nacionales que sí requieren investigación científica, tecnológica y humanística profunda. Desde entender por qué Guatemala tiene más de una docena de programas en alimentos y nutrición, licenciaturas en nutrición, técnicos en alimentos, ingenierías en alimentos, maestrías en nutrición hasta doctorados en nutrición que no toman el problema de la desnutrición infantil en serio. Desde entender que en Guatemala hay 30 volcanes, muchos activos y las universidades no tienen estudios en vulcanología. ¡Cosas veredes querido Sancho! 

Las universidades guatemaltecas están siendo afectadas por enormes cambios mundiales en la forma en que se produce conocimiento en parte porque nos hemos movido del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo. Esto lo que significa es que las empresas en el mundo se están moviendo de tener activos tangibles hacia tener activos intangibles y con eso las universidades deben preparar personas, científicos, técnicos que vivirán en un mundo diferente del actual, un mundo más digitalizado, un mundo de empresas con bienes intangibles.  De esto ya existen cátedras, artículos, congresos, libros en donde los profesores universitarios guatemaltecos no parecen participar y por lo tanto sus rectores menos. O, qué, ¿cree el lector que el pseudo rector de San Carlos tiene alguna idea de la transformación digital en la que vivimos?, ¿conocerá los índices de producción científica y tecnológica y la forma de replantear la educación universitaria guatemalteca? La respuesta es NO. Son personajes nefastos que como las sanguijuelas se chupan la sangre de sus víctimas. Ahora anda corriendo para poner su propia planilla en el Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala, CANG, como si esa fuese una función universitaria. ¡La pérdida de toda moral! 

Ya hace tres décadas que Castell y su equipo de investigación en Europa y Estados Unidos vienen estudiando a lo que llaman la «sociedad red». En su trilogía Castell y su equipo revisan históricamente la transformación de la sociedad industrial a la era de la información. Su trilogía de libros estudia la revolución tecnológica digital y genética, un elemento esencial para cualquier profesor universitario. No se trata de un estudio de futurología sino más bien se trata de un análisis basado en datos estadísticos, etnográficos y antropológicos donde se demuestra la importancia de las redes digitales en la formación de una nueva estructura social y de comunicación que constituye la base de la sociedad actual.

Realmente vivimos un tiempo donde las nuevas tecnologías transforman profundamente a la sociedad tal como lo hicieron las tecnologías energéticas en su momento que contribuyeron al surgimiento de la sociedad industrial. Pero las tecnologías no son éticamente neutras, influyen procesos políticos, estrategias empresariales tal como lo vivimos con las tecnologías de la información actual en particular la Inteligencia Artificial. 

Al mismo tiempo se mantienen las grandes brechas de pobreza, desigualdad en el mundo y principalmente en Guatemala. Eso significa que hay que replantear el papel de la educación superior en general y el papel de las universidades en esta transición hacia el capitalismo cognitivo.  En este sentido el reto es construir o consolidar sistemas de investigación con funciones públicas y no solamente empresariales. Ya los grupos empresariales tienen sus «tanques de pensamiento» y sus institutos de investigación con una clara visión ideológica de que los recursos naturales deben privatizarse. Tampoco debemos o podemos tener universidades que respondan al poder político, no queremos aliadas de empresarios nefastos ni universidades que se enreden en política porque para los intereses el rector de turno debe nombrar a estos o a aquellos magistrados que les convenga al poder empresarial, que es el que manda, o al poder político, léase un Ministerio Público que se ha metido a jugar política partidaria hasta embarrarse todo y embarrar con ello a la Justicia. 

Tal como lo dijo en campaña el Presidente, debemos rescatar a la Universidad Pública. No puede ser que quien dirija al sistema nacional de ciencia y tecnología, la vicepresidenta Herrera no quiera mover un dedo para rescatar a la Universidad Nacional, a la de San Carlos, la USAC. Debemos diseñar y crear un nuevo sistema público de educación superior que sea pertinente a nuestros tiempos y al futuro que viene. No solamente rescaten su partido político Semilla, no. Rescatemos a la Universidad Nacional y Autónoma. No diga que no hay tiempo o que no es su función presidente o vicepresidenta. Es una función de todos los universitarios, pero principalmente de quienes dirigen al país. Vamos, rescatemos a la USAC. Este es un grito desesperado no solamente por las docenas de estudiantes, docentes y administrativos falsamente acusados sino porque no habrá democracia sin una verdadera Universidad Nacional. Hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca. 

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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