Cuando uno escucha las declaraciones del presidente electo Trump de que retornará el canal de Panamá a control de los Estados Unidos y de que adquirirá Groenlandia de manos de Dinamarca, parece la declaración de una persona que vive en un hospital psiquiátrico, que nunca ha puesto un pie en Panamá y que ni puede ubicar a Groenlandia en un mapa, una persona con una discapacidad histórica total, una persona que vive en un mundo distorsionado que el sistema social no le ha podido corregir, una persona que cree que vive un universo tolomeico, donde el o ella, es el centro del universo, cuya autoestima es demasiado alta, cuyas creencias son irreales porque se sienten con un estatus especial, más alto que el de cualquier ser humano. Eso es Donald Trump, pero eso también es Alejandro Giammattei, quien con toda su deformidad física, emocional y espiritual fue capaz de usar al COVID como la estrategia del robo del siglo.
El problema cuando un loco, psiquiátrico, narcisista de libro de texto como Trump o Giammattei ganan control al más alto nivel de un país o del mundo, es que dentro de su desquicio ellos o ellas se creen que es verdad lo que dicen, lo que pseudoargumentan, lo que desean, que fundamentalmente es Poder. Estos desperdicios humanos han superado pruebas durante su vida y han sido capaces de evadir a la verdad en cada esquina porque conceptualizan la Verdad con lo que ellos dicen, son y quieren. Hay un vacío existencial en el alma de estos manipuladores compulsivos y se alían a otros, no tan psicóticos, pero si capaces de convivir y atrapar al Poder con dichos psicóticos o psicóticas, Ellon Musk o Miguel Martínez, no importa, los verdaderos estrategas detrás de los manipuladores compulsivos hacen el plan ya sea de saqueo, ya sea de control, ya sea de manipulación. Evaden los pesos y contrapesos de los sistemas democráticos y nos hacen repensar la democracia como tal.
Luego de que la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Naciones Unidas en Guatemala, CICIG, identificara estructuras criminales que estaban, y están, insertas en las instituciones del Estado y en ese entonces algunas de ellas eran manejadas por el mismo presidente y vicepresidente del país. Imagínese usted, el mismo presidente y la misma vicepresidenta, que manejen las estructuras de la corrupción, de la locura, solamente para satisfacer sus egos distorsionados que no fueron corregidos en la infancia temprana y que tampoco la ley ha podido corregir. Esos son los presidentes que hemos tenido antes de Bernardo Arévalo y Karin Herrera. En Guatemala normalizamos tener presidente o ratero o asesino y no presidentes decentes, honrados, emocionalmente estables, respetuosos de la ley, respetuosos de la persona humana. Ese es un gran logro. Imagínese usted, ahora nos dirigen personas, personas no monigotes de personas, personas honestas y capaces que luchan en medio de una sociedad cooptada.
Ahora que escribía sobre el balance del 2024 y los logros y desaciertos del gobierno, anoche que escuchaba y participaba en el Space de X organizado por Vanessa Herrera y Jairo de la Nada, también en X, recapacité que el mayor logro del 2024 es que hemos logrado que nos dirijan verdaderos seres humanos, con valores democráticos porque, aunque se diga que de democracia no se come, difícilmente comeremos en paz sin democracia. Así que vamos por buen camino, aunque nuestras ansias de cambio nos engañen y nos hagan percibir un mundo obscuro, de ausencia de logros tempranos. No se engañe usted. No me pagan por escribir, ni Semilla ni nadie me paga. Escribo desde la libertad. Escribo desde mi perspectiva de objetividad. No hago defensas oficiosas ni de Arévalo ni de nadie. Cuando debo criticar, critico. Pero este es un momento de fortalecernos, de unirnos y de ver que estamos saliendo de la noche obscura de la corrupción, del miedo y de la manipulación, si queremos, solamente si queremos salir.
En el mundo nos aproximamos, vivimos una crisis de valores, una crisis de civilización. El solo hecho de que Donald Trump haya triunfado contra Kamala Harris nos debe decir hacia donde vamos. Debemos preservar espacios de libertad. Debemos intensificar nuestra reconstrucción histórica al menos para saber dónde queda Panamá, Groenlandia o el Ceibal, o San Andrés Xecul, porque cada territorio tiene su historia, una historia que nos permea, que nos hace y que debemos respetar. Somos más que habitantes. Somos mucho más que pasajeros de una nave espacial y por eso en el hogar y en la escuela debemos construir y fortalecer el pensamiento crítico, la identidad local y global para afrontar esta crisis de civilización que vivimos en todo el mundo. Ciertamente de democracia no se come, pero sin democracia pocos comen, poquísimos. El camino que debemos construir y recorrer es el de la transición del autoritarismo a la democracia, de la mentira a la verdad, de la guerra a la paz, de la injusticia a la justicia, de la esclavitud a la libertad, del silencio a la opinión, del odio al amor. El camino está por ser hecho, hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca.