Los seres humanos organizados en sociedades han transformado sus comunidades y al hacerlo se han transformado a sí mismos. Desde el origen del Universo, como dice la hermosa canción chilena de Julio Numhauser e interpretada en la poderosa voz de Mercedes Sosa: «Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo…» Desde el inicio del Universo cuando la materia y el tiempo convivían en un punto y emerge el Hidrógeno y luego el Helio, cuando emergieron las estrellas de corta vida, las galaxias, los cometas, el oxígeno, el carbono, el hierro y así los 114 elementos químicos que se han descubierto. No así los cuatro elementos químicos creados por los científicos. Pero ya sea descubierto o creados en el laboratorio, todos los elementos químicos como todo en la naturaleza cambia. Pero el cambio intencional, el cambio con objetivos premeditados solamente se da en algunos animales con sistema nervioso central.
De todos los cambios, el más complejo es el cambio social de las comunidades humanas, por la misma razón de que a los seres humanos les ha costado estabilizar sociedades. Ya Marx adelantaba dos formas de cambios, el cambio gradual, el de las prácticas reproductivas que tendían a normalizar a la sociedad y el cambio revolucionario, el de las prácticas transformativas, prácticas revolucionarias. Al final, las sociedades se han transformado más de forma gradual. Aún las revoluciones al final son cambios profundos graduales. Pero entender el cambio no ha sido fácil. Ni siquiera el cambio de posición de un objeto es fácil entenderlo. Se requiere de un modelo de cambio, con una serie de suposiciones, se requiere de un sistema de referencia, de entender que el cambio es la variación de otra variación y eso nos parece huidizo en el mejor de los casos. Aunque Galileo inició el largo camino de explicar el cambio de posición de los planetas y de los objetos al introducir sus conceptos de velocidad y aceleración por primera vez se le ponía un andamiaje teórico al entendimiento del cambio, pero aun en las escuelas luchamos para que los alumnos entiendan los verdaderos significados del cambio de posición y velocidad de objetos, no digamos el cambio en una compleja sociedad humana.
Para lograr cambios en la sociedad humana primero debemos ser capaces de describir el cambio social, no digamos de explicarlo. Ni la cinemática del cambio social es sencilla ni la dinámica social lo es, porque a diferencia de las explicaciones físicas o químicas del cambio, los cambios sociales están permeados por ideologías, por modos de entender a la sociedad, por concepciones de justicia social, por ideas de qué es lo bueno y qué es lo malo y sobre ellas atraviesa una supraestructura, diría Marx, que justifica la explotación del hombre por el hombre y la acumulación de riqueza. El sistema económico dominante ahora es el capitalismo cuyas diferentes versiones no ha sido capaz de dar una respuesta justa a la acumulación de riqueza. Así, el problema real de la humanidad es la pobreza, la creciente pobreza, no solamente en Guatemala, pero con énfasis en Guatemala, donde aún vivimos en un sistema social retrógrado, atrapados en el egoísmo de quienes lideran, con empresarios que aún no son capaces de salir de la comodidad que le dio la economía antigua de vender materia prima o productos poco desarrollados con poquísima innovación científica y tecnológica.
¿Cómo entonces cambiar una situación social tan decadente? Esa es la pregunta que más se repite cuando analizo, escribo y publico sobre el aprendizaje de la ciencia, sobre innovación tecnológica, sobre los problemas de agua, sobre la ausencia de justicia en Guatemala, sobre la crisis de la educación, etcétera. A eso no hay respuestas sencillas porque las soluciones serán el resultado de consensos sociales, creados por personas críticas, gente educada para pensar socialmente, críticamente. Así, el pensamiento crítico nace y crece en comunidades, en la sociedad. Lo primero es analizar el problema social o la problemática social que deseamos cambiar. No importa si es una microcultura como levantarse más temprano para ejercitarnos o diseñar una nueva universidad, todo cambio será complejo. Como la vida social está estructurada a través de prácticas sociales, haremos bien en entender lo más que podamos dichas prácticas sociales.
Resumiendo, el cambio de una sociedad injusta a una justa, de una autoritaria a una democrática, de una retrógrada a una moderna, de una corrupta a una honesta, de una pobre a una desarrollada, de una desnutrida a una alimentada, el cambio depende de quienes habitamos dicha sociedad. Ciertamente hemos sido cooptados y nos han hecho creer que el cambio no es posible. Esto se hace para perpetuar el status. Hemos normalizado la injusticia, el autoritarismo, el subdesarrollo, la pobreza y hasta la corrupción y ahora escondidos en nuestros teléfonos celulares, adictos a noticias sin sentido, metidos en la problemática social desde la superficialidad no somos capaces de juntarnos y tomarnos una taza de café para conversar frente a frente del cambio, de unirnos. Estamos llenos de justificaciones para nuestra inacción: Son problemas muy difíciles, así es la vida, ya estoy muy viejo, soy muy joven, Arévalo no lo hace, la fiscal es culpable y un largo etcétera. Pero la responsabilidad realmente es nuestra, los guatemaltecos que estamos vivos, los que respiramos y vivimos aquí, es tarea nuestra. Hagámoslo. Si no es ahora. No será nunca.