Mientras escribo el balance de las gestiones gubernamentales y de los logros y desaciertos políticos guatemaltecos del 2024, mientras hablo de que se hizo esto y aquello y no se pudo hacer lo otro, debo de decir que no estoy haciendo el balance de un presidente asesino, ni de un vicepresidente ausente, ni de un gobierno que se organizó para robar como el gobierno de Portillo o el no lejano gobierno de Giammattei, hecho de gente enferma, manipuladores compulsivos, ladrones confesos, enfermos mentales capaces de negociar con todo, hasta su madre. No. El gobierno del presidente Arévalo está conformado por gente decente. Ciertamente la corrupción sigue en el gobierno, pero hay que entender la naturaleza social en que han cooptado las instituciones por décadas para hacer que funcionen al sabor y antojo del pacto de corruptos, cuyos nombres ahora sabemos y reconocemos.
Empezamos el año con una ministra de Comunicaciones activa, conocedora de la situación en la que se encontraba la infraestructura y que logró hacer avances importantes, Jazmín de la Vega, una arquitecta. Trabajó pocos meses, pero pronto, muy pronto, se reflejaron problemas entre ella y el presidente Arévalo. Nunca se supo a ciencia cierta la naturaleza real de los problemas, pero sin duda estos tienen que ver con que el Ministerio de Comunicaciones ha sido el ministerio más penetrado por la corrupción. Es este el ministerio que dirigió José Luis Benito, a quien le encontraron 122 millones de quetzales en Antigua, ciento veintidós millones de quetzales. Este tipejo fue el mismo autor intelectual del saqueo llamado Libramiento de Chimaltenango, junto a Jimmy Morales, otra marioneta del pacto de corruptos que solamente fue presidente para robar. No digamos el trabajo de Sinibaldi de robar todo cuanto se podía en las obras de infraestructura del país. Así que dejaron al ministerio en trapos de cucaracha.
Como ministro vino Félix Alvarado, un consultor cuya especialidad era más la salud, pero tenía estudios y experiencia en la administración pública en general. El nuevo ministro vino con un plan cero corrupción, lo que hizo que los proyectos se detuvieran. Pero el problema generado en el kilometro 44 de la carretera Palín Escuintla fue su talón de Aquiles. Pero este no era solamente un problema de liderazgo y conocimiento del Ministerio de Comunicaciones, que no tenía Félix Alvarado, también y principalmente era un problema de la estructura misma del ministerio y la forma en que las concesiones se han dado. Este es el problema que más ha desgastado al presidente Arévalo después del enorme problema con una fiscal corrupta.
La razón principal, esencial, por la que el ministro Félix Alvarado recibió ataques desde el primer día de labores y durante los seis meses de su gestión fue que no permitió que la obra pública siguiera cooptada por la corrupción. Con la llegada del neoliberalismo Guatemala también privatizó todo servicio público y el manjar fue la infraestructura, las carreteras que fueron manejadas al sabor y antojo de los corruptos por décadas. La autopista Palín Escuintla con una concesión con pocas ganancias para Guatemala. Se construye con fondos públicos, pero daba servicio como obra privada. ¡Que cinismo!
Pero la obra pública, las carreteras, no fallan solamente por falta de mantenimiento de años de una mala administración o por fenómenos puntuales como escorrentías provocadas por la quema del volcán de Agua, no, también fallan porque las empresas de la caña han decidido sobre cargar sus vehículos, poniendo carretón tras carretón y cuadriplicando el peso especificado para las carreteras del Sur. No hay carretera en el mundo que aguante con esta barbarie de corrupción. Tal como lo reveló el ministro Alvarado, la privatización dejó incapacitado técnica y en términos de equipo y maquinaria al mismo ministerio porque por cuarenta años todo lo dan a la iniciativa privada, todo. No hay mantenimiento. A Caminos también lo descuartizaron los corruptos. Así que la salida del ministro Félix Alvarado refleja el problema esencial del país, la corrupción de parte de grupos empresariales, así como la corrupción enquistada dentro de la burocracia de los ministerios que funcionan para satisfacer el pago de la mordida, la coima, el robo.
El otro gran problema fue el colapso del puente Nahualate. Mire la trágica historia. En el 2023 se habían pagado casi 50 millones de quetzales para que se construyera un nuevo puente, obra pagada totalmente de lo que no se hizo nada de nada. Estas centenas de millones fueron pagadas a una empresa llamada CIANSA, empresa del pseudo empresario y ladrón confeso Gustavo Alejos. Pero eso no es todo. La representante legal de dicha empresa es una magistrada de la Corte Suprema de Justicia. ¡Por Dios! En qué país se permite tremendo conflicto de intereses. Pero eso no es nada. Como suele ser en el Ministerio de Comunicaciones se contratan firmas supervisoras cooptadas por la corrupción que literalmente cobran para decir que todo está bien con la obra, el puente que ni siquiera existe. Esta vez fue la empresa B&T, según narra Iduvina Hernández de Plaza Pública. Esta es la corrupción que tuvo que afrontar el ministro Félix Alvarado, una corrupción coludida hasta los tuétanos, enraizada en las entrañas del empresariado guatemalteco con politiqueros corruptos y el aval del sistema de justicia. ¡El acabose!
El problema de la infraestructura es grave. A pesar de los logros del gobierno actual del presidente Arévalo, especialmente los miles de kilómetros de los olvidados caminos rurales, a pesar de las miles de escuelas remozadas, a pesar de la lucha contra la corrupción, al país lo dejaron realmente destruido y lo destruyen los mismos corruptos que quieren seguir haciendo la fiesta con fondos públicos. Ciertamente hace falta un plan integral de comunicaciones e infraestructura, donde se incluyan carreteras, aeropuertos, trenes y puertos que a la fecha siguen abandonados. Pero eso no se logrará sin conocer la naturaleza real de la corrupción que hizo que Félix Alvarado dejara de ser ministro. Debemos recuperar este país, debemos recuperar cada centímetro de obra pública para que sea pública. Hagámoslo ahora. Si no es ahora, no será nunca.