Empezamos el año con una ministra de Medio Ambiente cuya hija hizo viral el mal uso de un vehículo oficial, eso le costó el puesto a María José Iturbide, no tanto por el hecho de que su hija abusara del uso de un vehículo oficial sino la normalización del uso del mismo que hizo la ministra. ¡Que cinismo! Al puesto llegó Patricia Orantes, una egresada de biología de la Universidad de San Carlos, quien ha realizado un excelente trabajo a la fecha. Sin embargo, el abandono al que fue sometido el Ministerio de Medio Ambiente fue intenso y grave. Los problemas ambientales de Guatemala son enormes. Un informe de GWP (Global Water Partership) muestra que Guatemala tiene una calificación baja en su gestión del agua: «A nivel nacional, las políticas, leyes y planes existentes están fragmentados, no reflejan enfoques integrados o están estancados».
Guatemala es un país con abundante agua, muchísimo más que muchos países europeos, pero al final la población realmente no tiene acceso a agua de calidad y a veces ni en cantidad. Es un país con pésima gestión del agua. El problema de la calidad es grave pues se reporta que más del 90% de las fuentes de agua están contaminadas. Claro, las municipalidades no tienen un plan de gestión del agua, carecen de plantas de tratamiento. De hecho, se reportan 30, treinta, plantas de tratamiento en todo el país y muchas de ellas no funcionan. ¡Puede creer eso, treinta! Hay más de trescientos municipios y cada uno realmente requiere al menos una docena de plantas como mínimo. Pero no, los alcaldes organizados en su asociación ANAM nuevamente solicitaron a la Corte de Constitucionalidad, no al Ministerio de Ambiente, una prórroga para construir plantas de tratamiento de agua, por esto y aquello, bla, bla, bla.
Pero en el fondo lo que pasa es que los alcaldes, los concejos municipales, la ciudadanía no tiene claro el ciclo social del agua, esto es, la forma en que afectamos el ciclo hidrológico. La forma en que el agua se mueve en los ecosistemas naturales y artificiales nuestros en las cuencas pertinentes. Así, en la ciudad de Quetzaltenango la cuenca pertinente es la del río Xequijel con los municipios de San Mateo, la Esperanza, San Miguel Sigüilá, Olintepeque, San Andrés Xecul, Salcajá, Cantel, Zunil que como mínimo deberían tener un plan de manejo del agua mancomunados con Quetzaltenango para integrarse a la cuenca del Samalá. Así, debemos aprender a pagar servicios ambientales de tal forma de que, si el municipio de la Esperanza trata su agua y la manda limpia hacia Quetzaltenango, se reconozca el valor del agua tratada. Junto a eso urge que aprendamos a reusar el agua. La nueva agua tratada debe claramente tener funciones de reuso en la agricultura, en la industria, en las casas, en los centros comerciales, especialmente en los Car Wash. A eso hay que agregar el enorme desperdicio de agua en la actualidad. El 95% del agua se desperdicia dice otro informe. En estos problemas no se avanza nada, nada de nada.
La otra gran noticia fue la reactivación del proceso para la elaboración de la Ley del Agua para lo cual el presidente Arévalo formó un Gabinete, el Gabinete del Agua que a la fecha no ha hecho nada. Representantes de los pueblos indígenas se reunieron con el presidente Arévalo al inicio de su gestión para analizar el tema de la Ley de Agua, pero desde entonces no se supo nada de dicha ley. Los del Ministerio de Ambiente han citado a reuniones regionales que luego cancelan. Los que se aprovecharon fueron los de las cámaras empresariales, FUNDESA, que organizaron un evento sobre agua e invitaron al expresidente colombiano Iván Duque, representante de la derecha y no conocido por ser un ambientalista. Es más, el evento tenía como conferencista principal a la vicepresidente Karin Herrera y a un grupo de personajes impresentables, nada de amigos del medio ambiente ni conocidos por la lucha a favor de la mejora del manejo del agua. Después de este evento parece que hubo una sesión, una, del Gabinete del Agua, sesión cuyos resultados son el mejor secreto del pueblo. Ya no hubo más mención de la Ley de Agua y parece que el Gabinete funcionó para lo que sirven los gabinetes: engavetar.
Terminamos el año con un Congreso sobre Cambio Climático y Manejo de Agua organizado por el Instituto Muni-k´at, una organización no gubernamental, autónoma, sociopolítica, promotora del desarrollo integral y el Instituto de Investigaciones de Ingeniería de la Universidad de San Carlos en Quetzaltenango, un evento fundamental para conocer los retos y avances en materia de cambio climático y la gestión del agua en diferentes comunidades de América Latina, el objetivo: Fomentar la conciencia y el conocimiento sobre la interrelación entre el agua y el cambio climático, así como promover soluciones innovadoras y colaborativas para abordar los desafíos asociados. La buena noticia fue que el evento permitió tener un panorama de los avances en Guatemala en la gestión del agua, la mala noticia es que a pesar de invitarlos una y otra vez, los personeros del Ministerio de Medio Ambiente, incluyendo a la ministra, no se hicieron presentes dejando un vacío difícil de llenar en estos eventos porque no se presenta la visión del gobierno sobre la gestión del agua.
Al final del 2024 observamos que nuestros ecosistemas se encuentran en enorme peligro, desde las montañas más altas donde se captura el agua, ya sea través de la niebla como parte del ciclo del agua, hasta las escorrentías y las aguas subterráneas que se encuentran adaptadas a las cuencas pertinentes donde los seres humanos hemos abusado del ciclo del agua para convertirlo en un ciclo social degenerativo. El agua es el elemento fundamental para el medio ambiente y para la vida por lo que lo que podamos progresar en materia de gobernabilidad del agua, y de los otros ciclos, como el ciclo de Nitrógeno o del Fósforo, será clave.
Este es el momento de actuar para salvar nuestros ecosistemas y nuestras propias vidas antes de que sea demasiado tarde. Es así como dice la ministra Orante: «Tirémonos al agua». Hagámoslo, si no es ahora, no será nunca.