El primero de diciembre de cada año se celebra la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala. La autonomía, una palabra que significó libertad hasta quedarse como una palabra vacía.
La autonomía universitaria fue el mecanismo que encontraron las universidades latinoamericanas para defenderse de los dictadores, de los gobiernos que querían utilizar a las universidades para sus intereses mezquinos. Fue una especie de independencia de las universidades latinoamericanas para defender la libertad de cátedra y su función académica. En Guatemala la autonomía universitaria nace con la Revolución de 1944 la que realmente fundó a la Universidad Nacional y que le denominaron Universidad de San Carlos de Guatemala, Nacional y Autónoma. Esta nueva institución inició un proceso de democratización de la educación universitaria y se convirtió en la institución para el desarrollo científico, tecnológico y humanístico del país. Se le encarga la rectoría de la educación pública superior y empieza una transformación impresionante, pero vino la guerra.
A pesar de la intensa lucha universitaria por recuperar la democracia, a pesar de los miles de muertos en la guerra civil, de a poco la Universidad Nacional fue perdiendo su rumbo. La transición hacia el neoliberalismo parece que le dio un intenso golpe. A eso hay que agregar profundos cambios internacionales que empezaron a introducir nuevas funciones universitarias y nuevas formas de evaluarlas. Emerge un nuevo discurso mercantilista dentro de la Universidad Nacional y la Constitución de 1985 le da la capacidad de dirigir y formar parte de las Comisiones de Postulación de las altas cortes. Ya venía una decadencia porque los pocos cuadros que se formaron para hacer investigación científica y tecnológica emigraron del país o se mudaron, con todo y su jubilación temprana, bueno, tempranísima. Estos científicos san carlistas jubilados se fueron a las universidades privadas locales, en particular a la Universidad del Valle.
Así la conceptualización de la autonomía universitaria de 1918 en Argentina y que luego subió al norte geográfico del continente ha dejado de tener el mismo significado. Aun la autonomía de la Universidad de San Carlos en 1944 parece quedar ya fuera de contexto. Podría quitar la palabra autonomía de la Constitución y la Universidad de San Carlos seguiría con una inercia que le marcaron los cambios sociales de finales del Siglo pasado. Ahora no se puede decir que la Universidad Nacional es la rectora de la educación pública superior, porque en su miopía social las autoridades universitarias de la San Carlos nunca decidieron crear un sistema nacional de educación pública superior, esto al final creó un monopolio universitario de parte de la San Carlos, monopolio que no logra resolver los grandes problemas de la educación superior guatemalteca, entre ellos su falta de pertinencia social, su poca cobertura, su bajísima eficiencia terminal y la estructural ausencia de investigación científica y tecnológica.
La falta de pertinencia social de las universidades pasa porque han construido universidades elitista, tanto la pública como las privadas. La autonomía universitaria no ha resuelto el problema de la falta de la pertinencia de la educación universitaria que en Guatemala se mal conceptualiza como educación superior. Guatemala se ha enfocado en el desarrollo de la educación universitaria, esto es, la propuesta son licenciaturas, una tendencia que yo he llamado licenciatitis. El problema es que dichas licenciaturas obedecen planes curriculares usualmente obsoletos con pedagogías obsoletas y burocracias obsoletas. Por ello como país, como Universidad Nacional, los indicadores de calidad y pertinencia son bajísimos. Pero el problema más grave es la ausencia de una oferta de programas técnicos, no tecnocráticos, programas cortos y pertinentes en todas las áreas necesarias para el desarrollo económico, político y principalmente cultural de Guatemala.
La ausencia de un sistema de educación pública superior en Guatemala hace que las personas se enfoquen en tratar de obtener sus licenciaturas, las que resultan onerosas si se consideran los índices de ingreso, índice de repitencia, índice de abandono y un bajísimo índice de graduación, 10% en promedio. Pero la licenciatitis guatemalteca hace que no se ofrezcan programas de educación superior no encaminados a licenciaturas, tales como programas técnicos de uno o dos años enfocados en las diferentes necesidades del país desde técnicos en nutrición, técnicos en alimentos, técnicos en construcción, técnicos en investigación jurídica, técnicos en teatro, etcétera. Nada de esto han visualizado las autoridades san carlistas exceptuando el Instituto Tecnológico Universitario Guatemala Sur en Palín Escuintla que de a poco lo ha cooptado la corrupción universitaria y ha dejado de ofrecer carreras técnicas para ser un centro de investigación de dudosa reputación.
Ahora que la Universidad Nacional y Autónoma de Guatemala, la de San Carlos ha sido finalmente cooptada casi en su totalidad a pesar de su autonomía debemos replantearnos el futuro universitario. La actual autonomía universitaria solamente es un vocablo que utilizan los políticos para pedir recursos o para proteger sus actos corruptos. La actual administración universitaria de la USAC llega a la rectoría con apoyo del gobierno central, Giammatei, violentando la misma esencia de la autonomía. El actual auto nombrado rector llega violentando todos los principios básicos de la autonomía y la democracia universitaria, con el apoyo de serviles al régimen como escribe Alfredo Tobar: «Somos una autonomía externa con una dictadura interna, en donde no hay ejercicio democrático, hay compra de voluntades con fondos institucionales…»
El reto, entonces, de la construcción de un verdadero sistema de educación superior sigue siendo vigente. El replanteamiento del papel de las universidades dentro de dicho sistema es clave. No podemos seguir dependiente de «universidades “que en el fondo no son universidades, son subsistemas escolares de la repetición en el mejor de los casos y en el peor una institución cooptada por la corrupción como el caso de la Universidad Nacional y no Autónoma. El replanteamiento de la nueva educación superior y sus subsistemas de investigación científica, tecnológica y humanística es una tarea de hacedores de política que tengan una visión amplia del desarrollo endógeno, de la importancia de construir pensamiento crítico y de la urgencia de crear condiciones para afrontar este mundo cambiante permeado por nuevas tecnologías y aun dependiendo de viejas, pero no muy entendidas tecnologías. La tarea es de todos y todas, es parte de la reconstrucción democrática de Guatemala. Hagámoslo entonces. Si no es ahora, no será nunca.