Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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El evento más importante de la historia social de Guatemala es la Revolución del 20 de octubre de 1944. Ciertamente nuestra Revolución no nace de la nada. Nace luego de décadas de tiranías. Amanecimos en el Siglo XX con el Teatro Municipal de Quetzaltenango repleto de marimba. En la mesa de la gobernación quetzalteca estaban los planos del Ferrocarril de los Altos. Recién los quetzaltecos se habían alzado en armas, nuevamente luchando por su autonomía. La Universidad Estatal de Occidente estaba en pleno apogeo. Se abría con piocha y pala el Túnel de Santa María de Jesús, una aldea del municipio de Zunil, tierra de Wutizil Sunum. La marimba Hurtado Hermanos amenizaba la inauguración del Canal de Panamá, en la Ciudad de Panamá, para luego hacer una travesía artística en Europa. Los quetzaltecos aprendían entonces a integrarse a la República de Guatemala, luego de abandonar sus sueños del Estado de los Altos. Entonces, vino el terremoto de San Perfecto, 1902 y con ello la dictadura de un quetzalteco: Manuel Estrada Cabrera. 

Una de las herencias más tristes de la Revolución Liberal de 1871 fue el decreto 177 de Justo Rufino Barrios quien emite el Reglamento de Jornaleros, una forma de legislar la esclavitud en Guatemala para que los terratenientes pudieran disponer de mano de obra barata, casi gratuita, para desarrollar sus cultivos. No solamente repartió tierras, sino que además les dio esclavos. El triste reglamento de jornaleros fue derogado en 1894 por el presidente Reina Barrios, indicando que el trabajo obligatorio en las fincas es opuesto a la Constitución y a la misma visión del gobierno de turno. Hay un hermoso monumento en la entrada a la Ciudad de Quetzaltenango, desde Almolonga, un monumento de la Sociedad el Adelanto que conmemora la abolición del Reglamento de Jornaleros. Sin embargo, debido a presiones de terratenientes y a la caída del precio del café, el Reglamento de Jornaleros se restituyó en 1897. 

El trabajo forzado continuó en el Siglo XX, pero ya no solamente para campesinos, si no se extendió a obreros y artesanos, en particular debido al terremoto de 1917 y a la crisis económica mundial. De hecho, se reporta que sastres, zapateros, albañiles, carpinteros eran obligados a trabajar gratuitamente para el Estado. Junto a eso, la actitud servil de Estrada Cabrera con la United Fruit Company ya era molesto para los emergentes empresarios. La nueva industria local era tratada con desconsideración. Así que se acumuló un malestar generalizado hacia la dictadura de Estrada Cabrera departe de todas las capas sociales. A la caída del régimen cabrerista ya había una incipiente organización social en contra de la dictadura. A pesar de eso vino otra larga dictadura, la de Jorge Ubico, un gobierno de mano dura que al final recibió el rechazo generalizado de los guatemaltecos.  

Vino entonces la Revolución de 1944. Pero no nació en 1944, nació decenas de años antes. El ejemplo de la Revolución de 1944 es que es el resultado de un movimiento social generalizado. Personas de todas las clases sociales participaron en este movimiento social. Ese es el aprendizaje fundamental para nuestros tiempos. Los grandes logros de la Revolución fueron el resultado de un intenso apoyo popular a la necesidad de transformar el país. Como pueblo estábamos cansados de las condiciones esclavizantes de los dictadores militares y por eso entonces nos unimos. Vino la contra revolución como resultado de una serie de creencias falsas de que Guatemala se estaba convirtiendo en un país comunista. Nada de eso estaba en los planes de la Revolución. Era una revolución producto de un movimiento social de largo alcance en donde la crisis económica de los años de 1930 había alcanzado a todos como reporta Alfredo Guerra-Borges. Esta vez la crisis afectó a todos, agricultores, emergentes industriales, banqueros, artesanos, empleados, profesionales, obreros, todos. En su explicación económica de la genealogía de la Revolución de 1944, Alfredo Guerra-Borges indica que la economía basada en una agricultura tradicional había cansado al sistema mismo. Ubico nunca pudo entender que el país tenía que cambiar su estructura económica y, por lo tanto, cambiar su estructura social. Este fue el espacio que llenó la Revolución de octubre. 

De una forma similar nos encontramos ahora con un sistema social, esto es, económico, político y cultural que ya no responde a la gran mayoría de todos y todas las guatemaltecas. El sistema judicial, de forma absurda, se ha puesto a la defensa de un sistema político creado por y para la corrupción. Durante los últimos dos gobiernos, el de Jimmy Morales y el de Alejandro Giammattei, la corrupción se intensificó y los que antes robaban de forma discreta, ahora lo hicieron de forma descarada. La cultura de la corrupción se insertó en las instituciones guatemaltecas y con ello la pobreza incrementa. Más de la mitad de la población guatemalteca se considera en pobreza, el 56% vive en pobreza, con la mitad de nuestros niños desnutridos, con niveles bajísimos de aprendizaje de lectura y matemática en la escuela, con altísimos niveles de migración hacia Estados Unidos porque nuestra economía no da trabajo y también está cooptada como el mismo sistema judicial al servicio de corruptos. En pocas palabras, somos una democracia fracasada que solamente es de fachada. 

La Revolución de octubre fue un ejemplo de liberación. Ciertamente, tuvimos una contra revolución que detuvo el proceso de transformación y esa historia triste ya se escribió. Ahora debemos tomar inspiración de la lucha unida de la gran mayoría de los y las guatemaltecas en 1944 y en las décadas anteriores. Ya en el 2023 dimos un ejemplo de unión de todos los sectores sociales, urbanos, rurales. Fueron los pueblos indígenas, los 48 Cantones, los que dieron el ejemplo de resistencia y defensa. Este proceso de lucha debe seguir. La transformación de Guatemala debe ser una exigencia de todos y de todas. Deben terminar los privilegios y la lucha contra la corrupción debe dar frutos. Eso significa que una fiscal general no debe ser la causa de nuestro fracaso. Debemos recuperar el sistema de justicia. Ya los y las revolucionarias de 1944 nos dieron un enorme ejemplo. Hagámoslo entonces, transformemos esta democracia en una democracia real que funcione para todos y para todas, que dé justicia, que dé trabajo digno, que haga un país verdadero. Hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca Guatemala. 

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