En las universidades se deben formar personas no sólo preparadas en la producción eficiente de bienes y servicios, sino comprometidas con el desarrollo del país, desarrollo integral, económico, político, cultural; desarrollo sostenible ante la crisis ambiental de nuestros tiempos. Esto es, comprometidas con la mejora de la vida de todas las personas y con la solución de nuestros grandes problemas, dos, por ejemplo: Desnutrición y pobreza, de una larga lista. Las universidades son los centros de formación de personas comprometidas con la humanidad, personas capaces de trabajar en ambientes con problemas complejos y capaces de tomar decisiones innovadoras y de desarrollarse en diversos contextos. Según el informe del Los Empleos del Futuro 2023 del Foro Económico Mundial hay una enorme tendencia en el mercado mundial en la adopción de tecnologías nuevas y de vanguardia, así como mayor acceso digital. A su vez, el informe reporta la intensificación de la aplicación de las normas medioambientales, sociales y de gobernanza en las organizaciones.
Según se reporta en el documento LOS EMPLEOS DEL FUTURO del Foro Económico Mundial, 2023: «El pensamiento analítico y el pensamiento creativo siguen siendo las habilidades más importantes para los trabajadores en 2023. El pensamiento analítico es considerado una competencia básica por más empresas que cualquier otra competencia». Esta es una enorme demanda sobre las universidades y sobre los sistemas de educación superior del mundo. Para lograr la mejora del pensamiento analítico y creativo, como prácticas sociales, esto es, como modo de ser en la sociedad y no como conocimiento muerto escolar, se requiere hacer cambios profundos en las universidades en particular y en la educación superior en general.
Lo primero es cambiar la visión de que la educación superior es para unos pocos. Guatemala tiene la cobertura más baja de educación superior en América Latina, bajísima. Entonces el primer reto nuestro es mejorar el acceso. Para el caso de la Universidad Nacional, la de San Carlos de Guatemala, con los pocos datos que hacen públicos y dada la diversidad de unidades académicas distribuidas en todo el país y en el mismo Campus Central, se puede estimar un 10% de acceso. O sea, del total de los aspirantes, apenas un 10% ingresa. Eso debe mejorarse inmediatamente. Pero también debe mejorarse la permanencia en los estudios universitarios porque la misma burocracia universitaria y la situación económica social del país hace que muchos estudiantes abandonen. De esto no se tienen datos oficiales. Pero también hay que mejorar la eficiencia en la graduación. Pocos, poquísimos estudiantes se gradúan en el tiempo que dice el currículo, 9% en Ingeniería de la USAC, y apenas 4% de Derecho de la misma universidad. Eso es un desastre.
Bajo cualquier parámetro de eficiencia y pertinencia, la Universidad de San Carlos no pasa los estándares mínimos en términos de Acceso y Graduación, esto es acceso a estudios universitarios y eficiencia terminal del programa. Es como tener una empresa de transporte que hace viajes de Quetzaltenango a Ciudad de Guatemala y de cada cien viajes, apenas llega cuatro veces (caso de Derecho) o llega nueve veces (caso Ingeniería) o sea no funciona. El problema debe ser estudiado a profundidad de parte de los institutos y departamentos de investigación de la San Carlos. Estamos asistiendo a un genocidio académico y no decimos nada. Ni siquiera se investiga este triste fenómeno, mucho menos se resuelve o al menos se mejora esta enorme problemática.
El segundo problema es romper con la idea de que la educación superior es educación universitaria, no. La universidad da cierto tipo de programas y realiza investigación pertinente para la misma universidad y para la sociedad en la que está inserta. Pero las universidades guatemaltecas se han enfocado en ofrecer, y realizar, licenciaturas, muchas licenciaturas que en general son programas largos cronológicamente hablando y caros en otros casos. Sin embargo, la sociedad no necesita solamente licenciados, requiere técnicos en muchas áreas, técnicos en salud, técnicos en criminología, técnicos en mecánica, técnicos en computación, técnicos en alimentos, técnicos en X, en Y y en Z, siendo X,Y, y Z alguna necesidad sentida del país.
Al decir «técnicos» no se dice tecnócratas, ni solamente operarios. Al decir técnicos de educación superior se dice de las personas formadas en alguna especialidad, en ambientes reales de trabajo, con laboratorios equipados y que trasciendan el entrenamiento para repetir, sino que además se formen para innovar. Esto solamente se puede lograr con una transformación profunda de la oferta académica y con una nueva visión de lo que es aprender y por lo tanto de lo que es educar. Si no abandonamos la concepción de que aprender es repetir y que eso se evalúa con exámenes de papel y de selección múltiple, difícilmente tendremos personas creativas.
Las tendencias mundiales muestran una emergencia de la investigación científica sobre la forma y condiciones en que los seres humanos aprendemos. Debemos entonces abandonar la metáfora del espejo donde aprender es reflejar y trasladarnos a la metáfora comunitaria donde aprender es participar. El aprendizaje es una práctica social donde aprender es saber participar en una comunidad, opinar, construir, disentir, argumentar. La educación debe ser planteada también como una actividad científica en acción. Esto requerirá pensamiento crítico.
El pensamiento crítico es más bien una práctica social. Esta práctica, actividad, es reflexiva, porque permite una crítica de nuestras propias concepciones, pero también es la capacidad de cuestionar. No solamente de cuestionar todo por cuestionar, sino cuestionar para cuando los argumentos esconden intenciones que no hacen explícitas. Es la práctica social de analizar los razonamientos, las suposiciones, los resultados. Es parte esencial de la construcción de una sociedad libre, democrática. Se trata de un pensamiento totalmente orientado hacia la acción.
El pensamiento crítico es fundamental para la rebeldía informada, algo esencial para la educación superior en general y para las universidades en particular. Este ha sido el ataque más profundo que han hecho los últimos rectores de la Universidad de San Carlos a la misma Universidad. Esto rectores corruptos, parte esencial del Pacto de Corruptos. Los últimos rectores no solamente se han robado el verdadero concepto de Universidad, sino que han sometido a la comunidad universitaria a la obediencia a partir del miedo y la zozobra, especialmente el último rectorado que fue la consolidación de la corrupción en la Universidad de San Carlos. Ciertamente, un grupo de universitarios se pronunciaron en contra de este fraude y como resultado los encarcelaron. ¡Imagínese Usted! Estamos atrapados en la burbuja del autoritarismo y solamente el pensamiento crítico y la rebeldía informada universitaria nos podrán sacar de este agujero de la estupidez humana construido a imagen y semejanza del actual rector, un destazador llegado a rector a fuerza de irracionalidad, incapacidad, manipulación y robo. Debemos salvar a la Universidad. Si no es ahora, no será nunca.