El caso B 410 es el reflejo de la profundidad de la cooptación del Estado donde hay funcionarios que para defender ese podrido estado de cosas han violado a diestra y siniestra los derechos humanos de los y las guatemaltecas. Ya la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, ha reportado una y otra vez la violación de los derechos humanos a las que hemos sido sometidos los y las guatemaltecas desde el Ministerio Público y desde el mismo sistema de justicia cooptado. Es entonces que basado en el Artículo 45 de nuestra Constitución que dice: «La acción para enjuiciar a los infractores de los derechos humanos es pública y puede ejercerse mediante simple denuncia, sin caución ni formalidad alguna. Es legítima la resistencia del pueblo para la protección y defensa de los derechos y garantías consignados en la Constitución». Es decir, el camino de nuestra democracia es ahora la resistencia del pueblo.
El Caso B 410 no se daría en una sociedad democrática. Cuando el sistema de justicia deja de hacer justicia entonces los corruptos, no solamente los del Pacto, muchos más, se dan cuenta que luego del fraude, la mentira, el robo, el hurto, cualquier delito no hubo justicia. Una sociedad así construida, una sociedad basada en la ausencia de castigo a quienes infringe la ley es solamente una tribu donde impera el más fuerte, el que tenga más privilegios, el que tenga más dinero, el que tenga más poder. Si bien hemos tenido en nuestra historia momentos de recuperación de la justicia, léase 1944, con nuestra revolución, nuestra única revolución y luego con la llegada de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, este Siglo, los retrocesos, esto es, primero la contrarrevolución de 1956 y luego la expulsión de la CICIG, provocaron enormes coletazos para que los corruptos pudieran recuperar el poder y con ello cooptar principalmente al sistema de justicia, donde tienen marionetas como fiscales, no todos por supuesto.
El caso B 410 parece ser el secreto mejor guardado del pueblo. Luego de la presentación del caso creí que íbamos a reaccionar indignados, pero parece que reaccionamos, si se puede llamar reacción, de forma indiferente. Ciertamente hubo alguna escaramuza al inicio. El presidente Arévalo habló tangencialmente del caso y los de la comisión contra la corrupción, otra comisión que no sirve para nada, también se hicieron presentes, pero como si estuvieran ausentes porque esa comisión no tiene carácter vinculante alguno. ¡Pero es el mayor caso de corrupción detectado en el país! ¿Cómo explicar esta actitud pasiva nuestra? Ya intenté explicarlo con el hecho de la guerra que vivimos y la secuencia del efecto postraumático que nos dejó en silencio. Pero aquí hay algo más profundo en nuestra reacción al fraude en general, al robo, en general, y es que como sociedad hemos sido cooptados. Las instituciones están cooptadas pero la sociedad nuestra también. El trabajo de recuperación de este letargo, de esta ausencia debe ser inmenso. No solamente nos ha pasado con el B 410, nos pasa de manera cotidiana.
El caso B 410 es tan dramático como la cooptación de la USAC, Universidad de San Carlos, otrora nacional, otrora autónoma. La decadencia universitaria se viene gestando desde hace décadas, pero las rectorías de Estuardo Gálvez, Murphy Paiz y Walter Mazariegos hundieron a la universidad en el descaro político. No de todos por supuesto, no de todos. El actual rector impuesto, autoimpuesto, luego de una alianza diabólica con Alejandro Giammattei, llega usurpando la rectoría con la mirada atónita, casi indiferente de la mayoría de universitarios, esto es, estudiantes, profesores, graduados, administrativos, todos casi, en silencio. Pero hubo un grupo de resistencia universitaria, un grupo de valientes que fueron acusados y encarcelados de parte del sistema de injusticia guatemalteco. Y en ese detalle está la explicación de nuestra aparente indiferencia. Quienes participan en la defensa de nuestros derechos, quienes resisten ante las injusticias, son severamente castigados por el régimen. Esa es la democracia nuestra, una democracia derrotada de un país azucarero donde nuestros defensores están muertos, encarcelados o en el exilio mientras el resto de nosotros seguimos aprendiendo a no hablar.
El caso B 410 se suma al caso del silencio universitario en la USAC, especialmente el silencio de los académicos nuestros, los docentes, un silencio sepulcral, pero el B 410, la USAC cooptada no son los únicos casos dramáticos de silencio, también la elección de cortes, de altas cortes. Enredados en una Constitución que le abrió las puertas a las universidades que tuvieran facultades de derecho, que como norma enseñan cómo violar al derecho, estamos asistiendo a otra función más de nuestra decadente democracia, una donde nos imponen a los peores. Parece que las nuevas cortes quedarán integradas por golpistas netos, esos que comparten ideales con Méndez Ruiz. Hay guatemaltecos observando el proceso de elección de las altas cortes, pero en general la población, nosotros, estamos ausentes del proceso.
El caso B 410, la cooptación de la USAC, la elección de las altas cortes, todo parece seguir un patrón entre el silencio de la población y el accionar de las estructuras criminales. ¿Cómo entonces vamos a tener un país mejor para nosotros, para nuestras hijas, para nuestros nietos, cómo en un país cooptado? El camino de la libertad es la lucha por la libertad. La democracia nuestra hay que rescatarla desde todos los frentes, desde todos, desde el hogar para que los valores morales sean un ejemplo, desde la escuela, donde la educación debe reflejar el respeto y valorar la verdad a través de la teoría y la evidencia. Ya no podemos ni debemos aceptar más cooptaciones de un Pacto de Corruptos que debe tener contados sus días. Pero debemos despertar, debemos despertar señor presidente, debemos despertar guatemaltecos, guatemaltecas. Aún es tiempo para salvarnos de caer en la tiranía de la cleptocracia de un Estado fallido, aún tenemos la vida para pelear por nuestra democracia. ¡Hagámoslo! Si no es ahora, no será nunca.