Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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No hay que generar la ruta del agua, esa ruta es natural. Lo que hay que generar es la ruta para salvar al agua, esa ruta es artificial como lo son los procesos de contaminación y extracción excesiva de agua de los mantos freáticos, la contaminación de los ríos que hemos convertido en depósitos de nuestras heces y orina, la contaminación del suelo que hemos atestado de fertilizantes que contaminan no solamente nuestros alimentos, sino el agua subterránea por donde se filtra el agua contaminada.

El problema de fondo es que hemos alterado profundamente, de una forma irreversible, el ciclo natural del agua decapitando nuestros bosques para urbanizar y urbanizar desordenadamente.

El ciclo social del agua ahora debe transformarse para no seguir contaminando tanto, pero eso no bastará. Si por algún milagro no se pospone el normativo que obliga a las municipalidades a tener plantas de tratamiento de agua, el problema de fondo es hacia donde lanzarán el agua contamina; porque de la planta no saldrá agua potable. Hay que analizar el ciclo social del agua de la comunidad donde construirán las plantas.

La vicepresidente sacó un hilo en X dando su visión sobre el cuidado del agua, una mezcla de ciencia y sabiduría ancestral. En ese sentido, coincido con la vicepresidente que esto no es solamente un problema técnico. El llamado de la vicepresidente es coherente, aunque nunca es explícita con la naturaleza pública del agua que ha sido el principal problema entre comunidades y empresarios de monocultivos, algunos de los cuales han desviado ríos enteros y sobreexplotado aguas subterráneas que han dejado sin agua a comunidades enteras.

La ministra Patricia Orantes tiene claridad al respecto del agua y ha dado datos claros sobre la crisis que vivimos, especialmente sobre la criminalización de defensores de la naturaleza por el mismo Ministerio Público, si, ese ridículo ente que todo lo hace al revés en Guatemala. Las grandes desigualdades que existen en Guatemala han construido pobreza y muchas de ellas tienen sus raíces en una injusta apropiación del agua de parte de los que más tienen, como siempre

El camino, la ruta, para salvar el agua, pasa primero por un reconocimiento de los avances en materia de ciencia y tecnología del agua a nivel nacional e internacional, pasa por los procesos de aprendizaje, ya sea cognitivo, ya sea social, de la forma en que se transforma el agua, la forma en que se contamina y lo difícil que es descontaminarla, esto es, alfabetización en agua. También pasa por el entendimiento de las distintas formas en que se usa mal el agua y las múltiples visiones del agua ya reportados entonces en los Diálogos del Agua de la Universidad de San Carlos realizados en el 2016, un elemento valioso como punto de partida del actual proceso.

A partir de la creación del Gabinete del Agua el pasado mes de agosto, se debe iniciar con un esquema, un plan de trabajo que tendrá ya la ministra de Ambiente, Patricia Orantes y que debe incluir una visión integrada de la gestión, esto es del manejo, de la utilización, del uso, de la forma en que se van a cuidar, limpiar y mejorar las fuentes de agua y los bosques de recarga hídrica asociados o los nuevos sistemas del reuso del agua. Este plan solamente puede darse en un ambiente de amplia participación, discusión y consulta de propuestas de tal forma que se basen en los avances de proyectos existentes y los hallazgos de los Diálogos del Agua. Desde un principio habrá que incorporar a representantes de pueblos indígenas, organizaciones no gubernamentales con experiencia de manejo comunitario, legisladores, alcaldes para que queden plasmadas sus propuestas.

La ruta para salvar al agua, la estrategia, la metodología, el proceso pondrá nuevamente a prueba a la débil democracia nuestra, pero al mismo tiempo podrá fortalecer nuestra forma de tomar decisiones importantes. La paradoja que debemos afrontar es que el agua no es de un sector particular y si bien los sectores poderosos se han apropiado del agua, esto debe cambiar radicalmente. La Ley en sí deberá reflejar la diversidad cultural y ambiental guatemalteca, pero también se debe reconocer que la ley sola no cambiará nada si no cambiamos nuestras creencias y actitudes sobre el agua en particular y sobre el medio ambiente en general. Tome el caso de Quetzaltenango ciudad, que depende parcialmente de fuentes de agua que no están en la ciudad, sino que vienen de aldeas de San Juan Ostuncalco: Monrovia y Varsovia, que viven en pobreza y que ellas mismas no tienen agua. ¡Que Barbaridad! Pero ese modelo desigual de uso de recursos naturales de forma injusta se repite en el país en otras áreas una y otra vez.

Si a un niño o niña de la ciudad de Quetzaltenango o de la ciudad de Guatemala o de cualquier ciudad guatemalteca se le pregunta de donde viene el agua, él o ella dirá que viene del chorro y esto debe cambiar totalmente. La nueva ley de agua no podrá resolver todos los problemas del agua, pero es un elemento fundamental para recuperar nuestros recursos todos.

Porque la contaminación del agua no está desconectada de los desechos sólidos que llenan vertederos municipales sin manejo alguno a diestra y siniestra. El agua y su manejo no podrá darse si no se regulan con más transparencia y sostenibilidad las minas de todo tipo. Quetzaltenango ahora está en el centro de la industria minera que no solamente asesina nuestros bosques, sino que contamina las fuentes de agua. Eso debe cambiar. Avancemos con la ley del agua, como dice la ministra: Lancémonos al agua: ¡Mojémonos! Si no es ahora, no será nunca Guatemala.

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